jueves, octubre 27, 2005

Palabras ajenas

Un par de situaciones memorables relacionadas con el comportamiento en sociedad y el arte:

(El señor pelado y de ojos saltones inicia el diálogo con el dueño de casa, en un bar y casa de comidas rápidas)
- Cerveza, por favor.
- Oiga: lo siento, amigo, pero aquí sólo atendemos beodos.
- ¡Pero es que yo soy un beodo!
- Ah, muy bien. ¿Qué le puedo ofrecer al caballero?...

[El gourmet, gourmand y enólogo estadounidense Homer Simpson, en acción en algún capítulo de su vastísima obra, visto por un canal de televisión de Montevideo, R.O.U., hace algunos días.]

"Si descubres una melodía que tiene algo que ver contigo, no hay nada que desarrollar. La sientes, sencillamente, y cuando la cantas los que te oyen también sienten algo." [La cantante paisana del antedicho Homer Simpson, doña Eleanor "Billie" Holiday, en sus memorias intituladas "Lady Sings the Blues"]


¿Qué es lo que puede hacer algún blogger si la palabra está circunstancialmente esquiva, o si descubre que alguna cosa que quisiera acaso manifestar ya la ha dicho mejor algún otro? Por ejemplo, puede - en su carácter de agradecido lector - transcribir esos textos ajenos.

Del viejo "Modelo para armar", de Baglietto (de 1985), y del "Ferroviario" de Jairo (de este año), unas letras del poeta cordooobés Daniel Salzano. Un tipo que escribe de una manera que a mí, que tengo un gusto bastante podrido (sabido es que prefiero el glorioso especial de jamón y queso con mate cocido al snob sushi con champán), me gustaría poder hacerlo. El insufrible Sigmund Freud, astuto hombre barbado que hacía pasar la literatura por ciencia médica, dijo que "el alma del poeta cabe dentro de un dolor de muelas". Es cierto. Lo que no hace sino ratificar, acaso, que hasta los 'chantas' son capaces de decir verdades.

SALZANITOS 

Mis hijos serán trompetistas, o no serán nada;
les prohíbo cirujanos, arquitectos,
mucho menos banqueros, hombres de la Bolsa.
¡Serán trompetistas, maravillas desde chicos!;
en el zapato de Reyes, la corchea;
en el otro zapato, el de las fucsias.
Después les compro la bolsa, la vida,
les doy almanaques de caballos,
les compro aparatos con cosquillas.
Los pongo contra el cielo,
les explico de Dios y de Louis Armstrong.
Mis hijos serán descalzos, errabundos detenidos;
palpados de uno o más amores,
¡hum! les encontrarán, es claro, la trompeta.
Andarán por tiovivos con palabras giratorias,
tendrán amigos, enemigos, ex amigos.
Tendrán que empeñar su palabra, su café,
"pero no empeñarán nunca su trompeta" - les diré -
"pues una trompeta, es una trompeta"...
Les regalaré una gamuza de gamuza...
Les haré escribir "Bix" en los retretes.
¡Eso haré, eso serán!... Y aquí va mi testamento:
"Les dejo un repertorio de tristezas,
úsenlo... sólo de vez en cuando.
El día de mi muerte vayan todos al entierro;
lleven sacos colorados, lleven la trompeta;
toquen "Rosa madreselva"... (*)
o algún otro blues...
Pero, cuidado, lleven las bufandas:
en los cementerios se muere de amor y frío...
¡Y yo los amo tanto...!"


(*) Imprescindible para que se entienda una de las 'mandas' de este 'testamento' es acotar que algunas versiones dicen incorrectamente "toquen "Rosa", "Madreselva".../o algún otro blues..." Salzano se refiere a un solo blues, el conocido como "Rosa madreselva" en castellano, y originalmente titulado "Honeysuckle Rose", compuesto por el poeta y letrista Andy Razaf y el gran pianista de jazz Thomas "Fats" Waller. Waller lo grabó con una de sus bandas en los años treinta, en un inconseguible registro fonográfico del sello HMV.

Otro texto de Salzano enlaza en cierta manera con este post que escribí allá por abril de este año:

EL FERROVIARIO 

Yo soy el ladrón de trenes
que esta en la fotografía,
reclamado vivo o muerto
por toda la policía.
Mirando bien el retrato
no salgo favorecido:
llevo la barba crecida,
parezco un hombre jodido.
No crean lo que están viendo
y vayan a preguntar,
en el barrio me conocen,
yo soy un tipo legal.
Mi abuelo, mi padre y yo,
los tres fuimos ferroviarios;
pero pararon los trenes
porque eran deficitarios.
No se anduvieron con vueltas,
dejaron todo desierto;
el Mitre quedo vacío
y el Belgrano medio muerto.
¿Qué es lo que hace un ferroviario
cuando le quitan el tren?
Primero se vuelve loco,
después empieza a beber.
No sé si estaba borracho
la noche que decidí
robar la locomotora
y volverla a conducir.
La pinté de azul y blanco,
le saqué brillo al cromado,
¡cualquier ferrocarrilero
estaría emocionado!
Llevo diez días fugado,
me sigue la policía;
ellos rodean Hernando,
yo estoy en Jesús María.
Cuando se acaben las vías
tendrán que leer los diarios,
yo no pienso recular.
Palabra de ferroviario.


En futuros momentos de falta de inspiración, más frases memorables y poemas de otros para disfrute de amig@s, ex amig@s y enemig@s. Sugerencia: si van a releer esta entrada, una buena banda sonora, además de las versiones vocales de Baglietto (música de M. Oyarbide) y Jairo sobre los poemas transcriptos de Salzano, puede ser "Strange Fruit", de Lewis Allen, o "God Bless The Child", de Herzog y ella misma, en la voz de doña 'Billie' Holiday. "Strange Fruit" es este poema que sigue, compuesto por Abel Meeropol, que se escudó, imagino que por razones políticas, en el pseudónimo "Lewis Allen" y le puso música. Lo motivó, allá por el mil novecientos treinta y tantos, la foto de un linchamiento de negros. La maravillosa interpretación de la Holiday, bonita mulata que tenía problemas con algunos intolerantes blancos por ser demasiado morocha y con algunos intolerantes negros por ser demasiado clarita de piel, lo hizo célebre. Aquí está:

STRANGE FRUIT
Southern trees bear strange fruit
Blood on the leaves and blood at the root,
Black bodies swinging in the southern breeze,
Strange fruit hanging from the poplar trees.

Pastoral scene of the gallant south,
The bulging eyes and the twisted mouth,
Scent of magnolias, sweet and fresh,
Then the sudden smell of burning flesh.

Here is fruit for the crows to pluck,
For the rain to gather, for the wind to suck,
For the sun to rot, for the trees to drop,
Here is a strange and bitter crop.


Para concluir - y lo más importante - si han pensado en empeñar lo mejor que tienen en esta vida para brillar fácilmente y hacerse aplaudir por salamines a costa de alejarse de sus mejores cualidades, o sea: si han estado a punto de volverse inauténticos amparados en vaya a saber qué garantías ajenas, recuerden que "... una trompeta, es una trompeta".

Salud y alta fidelidad.

martes, octubre 18, 2005

Miscelánea

1º) En la Ciudad de Buenos Aires, en la calle antaño llamada "Piedad" y hoy "Bartolomé Mitre" (esto último porque en esa misma calle, en una casa parduzca, vivió el traductor de Dante; "¡pasa pronto caminante, no sea que te traduzca!" ;-)), número 650, hasta que se abrieron las calles demoliendo edificios para dar paso a las Diagonales, Norte y Sur, había un restaurante y cervecería del tipo alemán, propiedad de los señores O. Haemmerling y P. Blazer. Se llamaba "Aue's Keller" y era muy frecuentado por escritores y periodistas de fines del siglo XIX a principios del siglo XX. Un anuncio en el número 2 de la revista "Caras y Caretas" del 15 de octubre de 1898, que me abstendré de escanear en virtud de mi conocida maleficencia, ilustra la caricatura de dos transeúntes husmeando como hipnotizados las emanaciones vaporosas a la puerta del local, escena debajo de la cual se leen estos versos:

"Si Aue's, con su cocina, ha pretendido
nutrir por el olfato, es cosa cierta
que lo tiene de sobra conseguido,
pues a más de un hambriento hemos oído
que sólo con oler junto a la puerta
se siente la ilusión de haber comido."


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2º) De una antología de lugares comunes a repensar:

"No te tomes la vida tan en serio; después de todo, no saldrás con vida de ella"

He aquí una muestra no tan gratis de lo que puede la frivolidad autocomplaciente de un gil. En efecto: quien ante un problema de esos cruciales, los que hacen a la vida y a la muerte, a la dignidad y al escarnio, a lo que se considera está bien o está mal, va a reaccionar con indiferencia o sonrisitas de superioridad, sólo se está engañando a sí mismo. Vida, lo que se dice vida, hay una sola, y no te dan segundas oportunidades. O acaso sí, pero mi abuelita decía que en tal caso el más allá será formidable, porque nunca se ha podido comprobar que alguno de los damnificados con el fallecimiento haya regresado para quejarse del lugar adonde lo mandaron al excluirlo de la vida terrenal. Por lo tanto, si no somos inmortales ni trascendentes por nosotros mismos, hemos de tomarnos la vida en serio.

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3º) Escalofriante descripción literaria de algunas mentes "científicas" bastante alucinadas que he tenido el disgusto de conocer en este mundo:

"...Realmente económico, no sólo comerse a la gente que a uno no le gusta sino también servirla en los cráneos de esa misma gente. ¡Los primeros técnicos! El hombre prehistórico vestido con una chaqueta esterilizada en el laboratorio de alguna universidad de Berlín, haciendo experimentos con los posibles usos que se pueda dar a los cráneos, la piel, la piel, las orejas, la grasa de los otros. Ja, Herr Doktor. Una nueva aplicación del dedo gordo, mire. La articulación puede adaptarse al mecanismo de un encendedor automático. ¡Caramba!, si Herr Krupp pudiera producirlos en serie..." (fragmento del capítulo 1 de la novela de Philip K. Dick "The Man in the High Castle", traducción de Manuel Figueroa para Minotauro, Buenos Aires, 1974)

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4º) (Y basta por ahora)
I Ching, Hexagrama 26 - Ta Ch'u: "La gran limitación"(abajo: 'el cielo'; arriba: 'la montaña')

«El hombre superior estudia Historia para conocer lo correcto. Persevera en tu dirección. No acapares ganancias. No niegues tus deudas. Puedes cruzar las grandes aguas.»

Esto que aquí han leído, honorables damas y prudentes caballeros, es lo que el "hombre superior" que escribe este blog sacó en limpio a fuerza de andar echando suertes para consultar el famoso Oráculo chino con tres monedas de esas agujereadas, una de ellas coreana y las otras dos españolas, de los Juegos Olímpicos de 1992 ;-)


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[Entrada especialmente ideada para L.C., ante sus reiteradas quejas por mi estilo ladrillesco. Sale con una sonrisa y un guiño de ojos. Imagínense, en el mejor de los casos, efectos como los de la gastronomía del Aue's Keller. En el peor, retiro definitivo del saludo...]

Enlaces y relaciones públicas

Llegué a la "blogosfera" en febrero de este año con bastante desconfianza y escepticismo, pensando en 'obligar' con el ejemplo a otra persona a seguir adelante con su hoy paralizada bitácora. El curso de los acontecimientos me llevó por los caminos de la nostalgia, la historia y los usos del tiempo. Y descubrí paso a paso que en estos páramos virtuales en que alguna gente califica, con o sin razón, de modo desconsiderado a otra gente con la que luego - igualito que sucede en la vida de carne, hueso y piedra con los comerciantes, políticos o empleados 'trepadores' - terminan reuniéndose a compartir los bits en un mismo sitio (cosas veredes que non creeredes), los bloggers parecemos constituir en cambio una bastante educada familia de personas que aunque en su mayoría no se conocen en vivo y en directo se guardan considerable respeto en la diversidad.

Cada tanto, es de buena educación - o al menos así lo considero - enlazar páginas que merecen ser divulgadas por su calidad en materia de contenidos o facilitar que quienes pasen por aquí y no soporten los textos largos prueben con otras bitácoras de distinto estilo. Retomando esta sana costumbre, aquí van algunas sugerencias al respecto antes de hacer silencio por un tiempo, calculo que hasta el mes que viene. Finalmente, voy a seguir el blog; las entradas precedentes, una de ellas tamaño XXL, eran las proyectadas para agosto y septiembre, pero las imponderables encrucijadas de la realidad, Internet incluida, me habían decidido a meterlas en el freezer. Luego, tendré que inventar algo nuevo para noviembre y diciembre, y en enero habrá otro break, porque probablemente me borre durante todo el mes.

Vayamos a los bifes. Si les gusta el gran Fernando Pessoa, por favor paséense por aquí, que no se van a arrepentir. Y si acaso les interesa nuestro Julio Cortázar, escritor muy de mi agrado pese a no compartirle ni por asomo sus ideas políticas, esta otra página es una de las mejores opciones entre las muchas que hay.

En materia de blogs, nuestra "machi" boticaria, asidua visitante de este sitio y auténtica maga de las relaciones públicas, continúa haciendo de las suyas aquí, ahora con compañía multitudinaria de ínclitos comentaristas. En el margen izquierdo de su multicolor bitácora lucen ordenados numerosos enlaces a páginas de interés, y recorriéndolas uno puede encontrar gratas sorpresas.

Mientras tanto, en la pérfida Europa no todo está perdido, porque un grupo de hombres y mujeres indudablemente valientes y cultos resisten en sus ciberaldeas rebeldes en medio de la barbarie asimismo imperante en la península ibérica. Se sirven para ello de una poderosa arma secreta de la más refinada biofisiopsicotecnología: ¡el cerebro!. Por ejemplo, este excelente blog lo lleva uno de mis sufridos comentaristas, un hombre de bien que se resigna a deambular horrorizado, cubata en mano, por tenebrosos rincones de esta y otras bitácoras, cual si del ánima en pena de Fiz Cotovelo por la fraga de Cecebre se tratase. O este otro excelente sitio que ya enlacé otra vez y que, sin perjuicio de mi discrepancia con la ideología de la web en que se aloja, es de reconocer se aproxima a los temas históricos con gran solvencia. Y, finalmente, el que lleva una dama residente en Compostela: aquí (lo siento pero hoy ejerzo de gaita; ya otro día pondremos blogs italianos o franceses, que los hay y bastante buenos).

Aprovecho la ocasión para disculparme con algunas personas que llevan a su vez blogs y me han escrito correos o dejado comentarios por aquí en estos meses de relativa ausencia, por no haberme dado todavía la oportunidad para leerlos con la atención que merecen.

lunes, octubre 17, 2005

Bazar del Renacimiento

[Crítica perpetrada en Febrero de 2004]

"El Bazar del Renacimiento" (Paidós, Barcelona-Buenos Aires, 2003) es la versión castellana de "The Renaissance Bazaar; From the Silk Road to Michelangelo", un libro escrito por el británico Jerry Brotton.

Intenta enfocar la cultura renacentista brindando al lector un servicio amable y necesario: el de hacerle ejercitar la memoria, repasando una serie de cuestiones que siempre se estudian al analizar el Renacimiento, pero uno regularmente olvida.

La versión clásica de la significación histórica del Renacimiento italiano es la que procede de autores como Jacob Burckhardt ("Die Kultur der Renaissance in Italien" - 1860), autor que según Brotton ofrece una visión sesgada, incompleta, de esta etapa, pero es el uso hecho por la comunidad de lectores y no la intención de Burckhardt, creo yo, lo que puede producir los efectos eurocéntricos que Brotton atribuye al trabajo del profesor suizo, un digno intelectual que advertía a sus lectores contra los "horribles simplificadores" del pasado que ya en su siglo XIX empezaban a pulular por las Uropas.

También debemos tener en cuenta que Brotton necesita vender su trabajo literario diferenciándose del lote de autores que han venido tratando el asunto. O sea, Jerry exagera un poquito con su interpretación del libro de Burckhardt, famoso, que se inicia con aquel capítulo llamado "El Estado como obra de arte". Yo he leído a Burckhardt, y por ejemplo su tomo II (en la edición que poseo) se abre con un capítulo dedicado a los viajes de los comerciantes italianos por Oriente. Mal puede entonces el profesor suizo por su mera exposición generar la inexistente idea del Renacimiento como una cosa 'Made in Italy', salvo por el hecho de que al tratar del Renacimiento italiano (el principal, pero no el único) se deja en el tintero al no menos brillante Renacimiento nórdico de los holandeses, belgas y alemanes, que también tuvo lo suyo, y en el que es más evidente la ligazón o continuidad respecto de la cultura del último tramo del medioevo. Pero, al no ser el asunto de su libro, es lógico que Burckhardt no lo tratase. Creo que Brotton asimila muy convenientemente para la promoción de su texto a Burckhardt con Michelet, autor francés de textos de Historia algo anteriores en el tiempo, que también partía del nacionalismo cultural entonces imperante y sesgaba demasiado la interpretación de esta etapa como una nueva conciencia del hombre exclusivamente europea.

La idea de 'Renacimiento' para definir las mutaciones culturales en la Europa de 1400 a 1600 sería, según Brotton, una idea desarrollada tardíamente, cuyo primer rastro visible es la Historia francesa de Michelet, compuesta a mediados del siglo XIX. El Renacimiento fue descripto por Michelet, Burckhardt y otros con ojos de su propio tiempo. Y acabaron describiendo o justificando al siglo XIX, caracterizado por el imperialismo, la revolución industrial, la pérdida de poder de la Iglesia, y una visión romántica del protagonismo del artista en sociedad.

El libro, decía, es un excelente compendio de cosas que se enseñan habitualmente en los cursos de Historia, pero que pocas veces se exponen a nivel popular. Brotton pasa revista a la interacción entre las culturas durante un largo período que puede considerarse se inicia en la etapa final de la corrientemente llamada "Edad Media" (ese sagaz invento de Voetius) y se prolonga hasta muy avanzado el siglo XVI.

Claro que el libro tiene sus defectos, pero en general es recomendable, sobre todo porque debemos tener en cuenta también el contexto en que está publicado: un tiempo en que los intelectuales tipo Huntington y su "choque de civilizaciones" parecían predominar por todos lados.

En efecto, Brotton responde muy acertadamente con este estudio sobre el supuesto origen renacentista de la 'superioridad' occidental: así es como liga asuntos de tipo artístico y científico con muy buen criterio a la política de la época, respondiendo con argumentos de peso que finalmente el renacimiento fue lo que fue gracias a una mayor apertura hacia otras culturas y que tan sólo gracias a esa mezcla se puede hablar de 'superioridad' de esa época respecto de las inmediatamente anteriores, pues las culturas estaban mucho más comunicadas que luego, entre el siglo XVII y el XIX, con los Estados nacionales ya consolidados. Por eso es que la génesis del Renacimiento se puede buscar en enclaves multiculturales como Turquía, China o España.

En el siglo XIX sería cuando se forjó la idea popular del Renacimiento como una etapa de la conciencia humana netamente europea, cuyas únicas raices fueron la recuperación directa de la antigua cultura grecolatina.

El Renacimiento comenzó a adquirir una forma comparable a la globalización, afirmación de Brotton que habremos de tomar con pinzas, pues sabemos que 'globalización' hoy alude al predominio político y cultural de ciertos Estados. Digamos, conciliadoramente, que en vista de que artistas como Dürer y Holbein, trabajando en la Europa nórdica, desarrollaron sus propios estilos artísticos de valor histórico análogo a los de sus pares mediterráneos, y los viajes del descubrimiento financiados por los imperios castellano y portugués abrieron para la economía y la mente europeas mundos nuevos en el Oriente y en América, el flujo de mercaderías exóticas alcanzó los mercados de Europa norteña, y eso se refleja en grandes artistas como Van Eyck, primero, y Dürer o Holbein después.

El artista mezclaba en sus trabajos nociones e instrumentos propios del comercio, la política y la ciencia. Y es justamente esto lo que otorga al arte renacentista su originalidad viva y brillantez técnica.

En el siglo XV, no había fronteras claramente definidas entre ciencia, filosofía, arte y magia. El llamado Renacimiento consistió en la paulatina delimitación de los campos del conocimiento humano y la definición de sus métodos. Brotton acierta a mostrarnos cómo el Renacimiento fue, en materia de relaciones políticas, un tiempo mucho más sucio y también más universal que cuanto Michelet pudo haber creído, como que es la génesis de la moderna manera de concebir la historia de la vida cultural occidental.

El mapa político y comercial de Europa cambiaba: la caída de Bizancio en manos de los turcos, concretamente de Mehmet el Conquistador, generó un renacimiento turco-bizantino, al contratarse para trabajar en la Corte otomana a artistas y científicos judíos, árabes, persas y africanos, y a eruditos cristianos y europeos, en una tentativa de equipararse y rivalizar con Roma, Florencia y principalmente Venecia.

Brotton señala que los europeos se vieron como diferentes paulatinamente, al mirarse a través del espejo del Oriente. La noción continental moderna de "europeo" tiene su génesis en esta etapa histórica. El cúmulo de influencias continentales y extracontinentales sobre Europa es descrito a través del uso de obras de arte, de mapas de época, de portadas de libros, señalando un 'clima', un ambiente cultural determinado. Así, se sirve de un cuadro atribuido a Hans Holbein que representa a los embajadores enviados a Inglaterra por el rey francés Francisco I para mostrar el mundo en que estos personajes se desenvolvieron.

Nuestro autor también explora las ópticas que la ciencia, la pintura, la arquitectura, la escultura, la tecnología, el comercio internacional, la Banca, la navegación de ultramar, la imprenta sobre todo (que justamente califica como una revolución en la transmisión masiva de ideas semejante a la que podría representar a partir de nuestro tiempo Internet para quienes puedan acceder regularmente a ella).

Claro que lo que nos cuenta es un útil ayudamemoria, pero sus opiniones no son en absoluto originales: es la visión periodística, conformista, de la Historia, la que nos inculcan por comodidad de los profesores, la que nos anestesia y hace olvidar que la influencia de la cultura grecolatina sobre árabes y bizantinos se inicia hacia los siglos VIII y IX, que los italianos consiguieron mantener vínculos comerciales permanentes con el extremo oriente por tierra, y que en definitiva la mente de algunos antecedentes comunmente aceptados del espíritu renacentista, como Dante o Petrarca o Boccaccio, entre otros autores, se encuentran ya impregnados en gran medida de esa multiculturalidad y curiosidad y aceptación natural de lo diferente que Brotton señala.

Hay un libro de Henri Pirenne, "Historia económica y social de la Edad Media", que tengo en su extraña primera edición castellana de cubiertas en cartulina naranja (1939) editada por el Fondo de Cultura Económica de México. Vino con cierto penetrante olor a humedad que nunca le he podido quitar y con una cantidad de volantes de publicidad de otros libros de la misma colección que el FCE insertaba en sus ediciones, lo que me permitió comprender que seguramente fui yo, al cabo de más de cincuenta años de su impresión, el primer lector de ese ejemplar del libro. En él, Pirenne expone cómo la Liga Hanseática, lo mismo que las ciudades-estado italianas, ya habían mantenido abiertas vías comerciales con Oriente de donde no sólo llegaron adelantos tecnológicos e intelectuales árabes y chinos, sino además se recuperó buena parte de la cultura grecolatina a través de los trabajos de intelectuales orientales, lo que también sucedió con la comunidad hispanoárabe.

El llamado Renacimiento, entonces, como pone de relieve Brotton, es una etapa de consolidación a partir de una visión propia, europea, de esos elementos universales, y que da lugar paulatinamente a distintas ópticas locales, 'nacionales', que políticamente se irían imponiendo luego, hasta alcanzar su punto culminante en la época en que Michelet y Burckhardt escribieron. De allí la validez de realizar este tipo de repasos generales a la historia, en este caso principalmente a la historia del arte, como medio de mantener fresca la conciencia y la mente alerta frente a la posibilidad de 'cerrarse' culturalmente a otras mentalidades tan válidas como la propia. Ejemplo deberían tomar algunos políticos que parecen salidos del gabinete de Metternich, a principios del siglo XIX.

La nota adversa: pese a efectuar una excelente exposición de la verdadera naturaleza de los viajes de descubrimiento del siglo XV y XVI, y de sus objetivos comerciales y políticos, el mismo Brotton cae en la práctica en formas tontas del nacionalismo cultural, que es un fenómeno legítimo pero de origen postrenacentista. Y resulta que Brotton no puede evitar caer en la modalidad británica de esta exagerada susceptibilidad (un clásico europeo: "nosotros no fuimos, fueron otros después", que lo usan no sólo entre ellos sino hasta contra los peruanos, mexicanos o bolivianos, o contra nosotros, si pinta la ocasión). Si fueran ciertas las cifras de exterminio de amerindios que Jerry atribuye a los españoles (curiosamente, a los ingleses, que también hicieron eficazmente lo suyo, no: ya se sabe que a la mayoría de los amerindios no los mataron los conquistadores, etcetera), resultaría ser que ese par de genocidas llamados Francisco Pizarro y Hernán Cortés eran en realidad Robocop y Terminator astutamente disfrazados con armadura y rodeados del conocido conjunto de simpáticos aventureros marítimos codiciosos, arcabuceros de los Tercios y lansquenetes alemanes (las tropas 'españolas' del rey flamenco Carlos V eran más bien internacionales).

En síntesis: no es Jerry tan original como sus editores y promotores profesionales nos quieren hacer creer, pero su trabajo es útil como introducción a este período para lectores no especializados como nosotros, y para mantenernos despiertos ante las hipnosis de ciertos discursos políticos disfrazados de cátedras culturales. Un ejercicio de tolerancia y comprensión de lo diferente, por inferior o grotesco que nos pueda parecer, nunca está de más.

domingo, octubre 16, 2005

Mares nuestros

«...
-Disculpe, Señor –dijo el señor Spoker-. ¿Pero, qué diferencia hay entre afeitarse en un barco que se hunde y fumar en la santabárbara?
-O hacer algo en cualquier circunstancia –dijo el capitán-. Estoy convencido; convídeme con un cigarro.
Dos minutos después el barco estallaba con una gloriosa detonación.»
Robert Louis Stevenson: “El barco que se hunde”, traducción de Jorge Luis Borges y Roberto Alifano)



Borges, prologando a Stevenson, dejó dicho que cabe pensar de éste, como de Esopo, que menos le importaba lo útil que lo donoso, la moraleja menos que la fábula. Quizás uno deja de borrar manuscritos, eliminar correos electrónicos, blogs o posts, o evita quemar esas cartas porque las botellas al mar son las que han hecho la literatura. Y la Historia. La casualidad, la imposibilidad de determinar exactamente cuándo y cómo pasará lo que sabemos puede razonablemente pasar, por mucho que algunas mentes pseudocientíficas se esfuercen en lo contrario, hace libres a los seres humanos. Cada vez que nos 'cambian la cancha' en realidad nos están otorgando una posibilidad más de 'marcarla' y jugar el partido por ese sector del terreno que sabemos por razonamiento, experiencia e intuición es el que mejor nos conviene.

De cada cambio ocurrido en el terreno de juego quedan inevitables requechos sobrantes de las batallas de la guerra del trabajo, el conocimiento, la amistad y el amor: libros dedicados, fotografías (cuando no ocurre – y pueden reírse - que se nos han llevado hasta los negativos a otro país ;-)), algunas cartas, el recuerdo de aromas, luces y voces, comidas, bebidas, y la desconcertante certeza de que nunca terminamos de saber dónde empieza el conocimiento objetivo de los demás y dónde termina la recreación que hacemos de nuestros seres queridos para sentirlos mejores y más nuestros.

Él la veía en cada nube, cortando camino a campo traviesa hacia la costa levantina, notando el Peñón de Ifach e Ibiza insinuándose a lo lejos en un día límpido, desde las alturas o la playa, tomada de su mano en silencio. En silencio, salvo el arrullo de ese mar de menor cuantía, ese caldo europeo (“bullirà el mar com la cassolla en forn", según Ausías en su "Veles i vents") que no llega a las furias atlánticas.

En el otoño todo se percibe en un tiempo más lento y llama al mejor pasado. Él siempre había soñado con encender un fuego al atardecer en una cabaña, ver subir las chispitas por la chimenea, sobre una alfombra, abrazado a una mujer mientras un perro de esos con cara de tonto hacía una siesta por ahí cerquita, acaso hasta con algún gato gordo remoloneando también en las proximidades. “A fuego lento”, que es un tango instrumental muy famoso, sería una buena banda de sonido. Pero quizás a la escena y los personajes le irían mejor otras cosas: baladas suaves de la Lejana infancia o adolescencia, sonidos de thin whistles o gaitas, “When Poets Dreamed on Angels”, o campanas tubulares, mientras la conversación iba dejando lugar al amor físico bajo la romántica luz de la Luna...

En otoño –suponía él- seguro que el Mediterráneo todo se volvía melancólico. Sus experiencias costeras habían sido de Océano, del tormentoso Atlántico Sur, el de las playas elegantes, las playas silvestres y abandonadas, la anaranjada flota pesquera marplatense, las bahías, los golfos, las ballenas, las focas, los delfines, las orcas, las marsopas, los lobos marinos, la leyenda de Magallanes y Elcano y el fantasma del Holandés Errante. Un anochecer, nuestro amigo pudo confirmar en vivo y en directo que las ciudades bulliciosas del verano del antiguo mar romano, y antes cartaginés, y aun antes que eso griego, se acallan y se vuelven nostálgicas. Pero que ese mare nostrum no es nuestro majestuoso mar furioso, el Océano que crece de la orilla a las dunas en segundos cubriéndolo todo a su paso, el Atlántico bravío que se tragaba el oro de los galeones de la Flota de Tierra Firme y los navíos de registro. El mar de Salgari, de Bouchard, a veces también de Conrad.

Y "Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad" es el título de un poema de Borges, escrito en su juventud, entre 1918 y 1920, cuando vivió en las Baleares. Aquí está:

En las trémulas tierras que exhalan el verano
el día es invisible de puro blanco. El día
es una estría cruel en celosía
un fulgor en las costas y una fiebre en el llano.
Pero la antigua noche es honda como un jarro
de agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas
y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,
el hombre mide el vago tiempo con el cigarro.
El humo desdibuja gris las constelaciones
remotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre.
El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.

Velas y vientos cumplirán mis deseos. Quizás...

viernes, octubre 14, 2005

Sube, sube, sube la espumita...

Podría cometer el error de perderme en los meandros de mis conocimientos escolares acerca de cómo preparaban en Ur y Sumer las tablillas para luego escribir en ellas con cuñas, procedimiento que conozco, contra mi escasamente aristocrática voluntad, desde hace mucho: en un tiempo, las escuelas del Estado argentino supieron ser muy buenas y uno no podía evitar enterarse de ciertas cosas. Pero mi propósito es menos pretencioso: formular, a través del recuerdo de un "pueblo que conviene conocer", un merecido homenaje a uno de nuestros símbolos patrios, nada menos que la popular marca de cerveza bonaerense a cuyos efectos estimulantes y somníferos tan aficionado ha resultado ser más de un amigo, incluso alguno extranjero.

A unos doscientos kilómetros de la ciudad de San Miguel del Tucumán, Capital del pequeño Estado provincial homónimo, y a unos quince o veinte de la localidad de Amaicha del Valle, sobre el cerro Alto el Rey, están las "ruinas de Quilmes", en la región de los Valles Calchaquíes. Sitas entre las localidades de El Mollar y Quilmes, constituyen el asentamiento prehispánico más grande de la República Argentina.

Se pueden observar en dicho lugar construcciones realizadas aprovechando las naturales crestas montañosas, con paredes de piedra colocadas sin argamasa, zonas destinadas a la molienda y sectores de producción, canales, senderos y patios, atalayas y morteros comunes, y hacia el sur, gran represa que era empleada para regadío y canchones aterrazados para el cultivo y los dos cementerios. Las primeras investigaciones las hizo a finales del siglo XIX don Juan Bautista Ambrosetti, pero los estudios más recientes y la reconstrucción que demoró más de dos años (1978-80), estuvieron a cargo de Norberto Pelissero, por convenio entre el Gobierno de la Provincia de Tucumán (por entonces en tenebrosas manos, lo que es harina de otro costal) y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Este monumento arqueológico -ruinas restauradas y organizadas en museo- enseña mucho al visitante sobre una importante población indígena y sobre una época, y es el recuerdo de ciento treinta (130) años de resistencia contra la ocupación y evangelización española, tras algunos siglos de hacer lo propio contra el no menos opresivo imperio de los incas hasta que fueron doblegados en 1666 (Roberto J. Payró, recuerdo, ha narrado el episodio en una serie de novelas, de las que hacen parte 'Chamijo' y 'El Falso Inca').

Las viviendas que se ven en ese yacimiento pertenecían al pueblo Quilmes: huellas rectangulares y circulares que muestran los cimientos de las construcciones. Los quilmes mantuvieron su fortaleza desde el año 800 D.C. hasta esa derrota de 1666, y su número se calcula era de entre 3.000 y 5.000 personas. No sé si quedará alguno. Habían abandonado sus tierras en lo que hoy es el norte de Chile con el fin de evitar rendirse al conquistador inca o europeo (entre los Incas y los conquistadores llegados del otro lado de la Mar Océano no se sabe qué era peor, si a uno le había tocado no ser quichua ni español: véase para ilustrarse, y sólo por citar un libro breve, elemental, "El mundo de los Incas", por Felipe Cossio del Pomar, ed. FCE, México, Breviario nº205).

Cruzaron la cordillera de Los Andes llegando hasta ahí, lo que hoy es Amaicha del Valle de Santa María (o 'de Yocavil'). Los calchaquíes, población local de la zona, creyéndolos invasores, entablaron duras batallas con los quilmes, hasta que finalmente efectuaron acuerdos de paz, conviviendo en territorios vecinos y acabando por sufrir la misma suerte.

Es conocido para los argentinos bien formados en materias históricas el triste destino de sus pobladores, quienes hicieron parte de la rebelión Calchaquí (sus al principio enemigos, luego aliados), encabezada en el siglo XVII por el 'falso Inca' Pedro Bohórquez, y fueron derrotados. Recuperando una antigua tradición incaica (muchos de los medios de explotación y castigo del prójimo usados por las autoridades coloniales los encontraron funcionando ya en América y los tomaron prestados), los sobrevivientes (hombres, mujeres y niños) fueron obligados a hacer a pie el camino desde esos cerros a la llanura pampeana, arreados hasta las cercanías de la ciudad de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires (que así se llama la Capi), trayecto de más de mil quinientos kilómetros que hoy día si uno tiene la temeridad de hacerlo en automóvil, en ómnibus o en tren y prescindir del avión, así le quedan las asentaderas.

La mayoría de los quilmes murió en el camino. Los que constituían la pequeñísima minoría que sobrevivió a la travesía soportaron en el nuevo territorio el diferente clima, la orografía de la llanura (esa trampa de nuestra pampa, que promete libertad y puede hacernos perder en el infinito si no la conocemos), el maltrato de las autoridades coloniales, y fueron utilizados como esclavos hasta que terminaron de morir los últimos que quedaban en el pueblo que hoy lleva su nombre a pocos kilómetros de la hoy Capital Federal. Ese es el origen de la bonita ciudad de Santa María de los Quilmes, la "ciudad cervecera", sita a medio camino entre Buenos Aires y La Plata, donde está la fábrica famosa, hoy de la brasileña Brahma, otrora del padre de la cineasta María Luisa Bemberg, Otto.

Como verán, "Quilmes" es gente, el recuerdo de un pueblo desgraciado. Mucho más que una famosa cerveza que es uno de los emblemas de la Argentina y se puede llegar a beber en Europa (sé de algun@s individu@s de disolutas costumbres que se agarran unas "alegrías asistidas" temibles consumiéndola en la ciudad de Valencia, España, alternándola con Corona, Heineken y otras marcas menos prestigiosas; será - como les he hecho saber más de una vez - una venganza póstuma de las ánimas en pena de los castigados de 1666 ;-)). Y también mucho más que una importante ciudad de la Provincia de Buenos Aires.

Un enlace que tiene algo que ver: de dónde nos vino el quichua santiagueño, y otras historias de pueblos amerindios del NOA (NorOeste Argentino)



[In Birra Veritas]:-)))

miércoles, octubre 12, 2005

Parque temático de lo anecdótico residual y las pequeñas flores de emoción

[Crítica perpetrada en Febrero de 2004]

"...esto me ha hecho recordar lo que me pedías esta tarde, me decías que te enviara un texto, algo que escribiese desde la melancolía o las emociones. Y no encontré palabras. Me venían una y otra vez a la cabeza historias, cuentos y narraciones que tienen que ver conmigo. Como lectora es cierto que la poesía despierta en mi emociones de una forma más instantánea, más directa. Pero si tengo que ponerme a escribir sobre sentimientos y emociones creo que prefiero esconderlos entre narraciones e historias, entre acciones y personajes de repente encuentras una emoción que por no esperarla te asalta y te sorprende aún más. Uno va ocupado con la historia, el argumento, y ahí aparecen de repente pequeñas flores de emoción. Creo que tiene que ver de nuevo con cierta timidez a exponer emociones una detrás de otra como diciendo: aquí estoy yo, como las lentejas, o las tomas o las dejas. No sé cómo se hace esto. Cada vez que me entra melancolía acabo contando un cuento y entre las cosas voy dejando parte de ella..." (alguien lo escribió hace varios años, y tiempo más tarde me regaló este libro que comento)


"Inglaterra, Inglaterra" de Julian Barnes.

Empecé a leer con el "Felt Mountain" de Goldfrapp como fondo. La atmósfera evocativa, de film de espionaje o de western spaghetti, sintetizadores al estilo del space rock, las cuerdas, el silbido, el susurro de la cantante, dan un entorno de cosmonauta de la misión Apolo, de peli de Bond, James Bond. Un aroma de la infancia. Otro disco que iría bien es el "Days Of Future Passed" de los Moody Blues (el que tiene el hermoso "Nights in White Satin, never reaching the end...").

De Barnes tenía apenas el borroso recuerdo de un par de cuentos leídos hace como quince años, y un artículo sobre Borges en el "Clarín", pero nunca me había metido con su trabajo como narrador de largo aliento, aunque "El loro de Flaubert", pintoresco título que me recuerda a la verborrea insustancial de algunos, me hubiera tentado a la lectura.

Son muy buenas la penetración psicológica y las reflexiones críticas a lo Heinrich Böll (sobre todo el irónico y cínico Böll anticapitalista y antifascista de 'El Legado', 'Opiniones de un payaso' y 'Retrato de grupo con señora')y su argumento sobre Sir Jack, el millonario que se compra una islita en 'The Channel' y crea un parque temático de pocas hectáreas con réplicas de cuanto vale la pena conocer de Inglaterra, de modo que los turistas japoneses puedan sacarse las fotos de rigor en todos los lugares del "typical british" en apenas un par de horas sin necesidad de recorrer los sitios auténticos.

Y, en efecto, "Inglaterra Inglaterra" reúne todas las tradiciones inglesas, inclusive las más detestables, en un solo lugar. Por supuesto que Sir Jack tiene sus Huntingtons y Fukuyamas vendedores de ideología y propaganda (los herederos de los propagandistas gramscianos, claro que sí), gracias a los cuales apenas se abre al público el parque deviene un notable éxito comercial que amenaza la estabilidad económica y cultural de la Inglaterra 'de veras'.

Barnes narra en parte a través de la memoria de los personajes al estilo de algunos cuentos de Dylan Thomas, de Joyce o inclusive de Cortázar, manera tan pictórica o cinematográfica, y en parte a través de juicios de valor que va deslizando como si un cronista sociológico fuera. De ahí el parecido con Böll, pero sin el humorismo chispeante del alemán (¡un alemán con sentido del humor, hubo!). La excesiva extensión de los capítulos a veces hace un poco dura la lectura del libro, es verdad, y el traductor tampoco lo ayuda: me hace sospechar que leer esta novela en el original inglés puede ser más grato. Es hasta chocante encontrarse alguna palabra puesta entre los recuerdos de infancia de Martha, la protagonista del primer capítulo. No se me ocurriría "rememorar" el tiempo en que mi papá me ayudaba con un rompecabezas, pero sí "recordarlo".

Ese personaje "Martha" es tratado largamente en la novela, y muestra cómo la vida no describe círculos perfectos, sino en el intento perpetuo de romper como nudos gordianos las pompas de jabón circulares en que parece encerrarnos la espiralada realidad. Barnes, que dice muchas cosas agudas en el curso de su texto, se olvida de narrar, por momentos, tratando de hacernos notar lo inteligente o mordaz que puede ser respecto de sus personajes, en lugar de concretar la historia. Mis tiempos de lector no son siempre tan lentos como los suyos de narrador, evidentemente.

Sin embargo, no deja de ser grato en Barnes el hecho de que nunca se precipita. Se toma por el contrario todo el tiempo del mundo para contarnos con detalle, como si realmente no tuviera importancia lo que está diciendo. Este narrador moroso nos sumerge en un ejercicio cruel: las íntimas miserias, el deleite en la maldad y la doblez y el cinismo mal entendido (vale decir, no el que reivindicara Joan Fuster como antídoto de la hipocresía, sino el otro cinismo, el de la complacencia morbosa en la autodestrucción), son descriptos en la reconstrucción de los pensamientos y sentires de los personajes como si una sesión de disección vesaliana fuese el libro. A veces, eso hace cruel la lectura, pero no por eso menos instructiva.

La protagonista, Martha Cochrane, reflexiona en la primera y mejor parte de la novela sobre su padre que se borró de casa. Algunas reflexiones puestas en la mente de la adolescente son pensamientos frecuentes en su situación y a esa edad. Quizás Barnes también lo haya experimentado. Es curioso lo distinto que esas relaciones interrumpidas por raptos de impulsividad se ven cuando el hijo se hace mayor, cuando las décadas ya hicieron lo suyo con nosotros; de alguna forma eso te hace empatizar más con el personaje huidizo. Creo que lo que con toda justicia la protagonista no puede perdonarle a su padre es haber olvidado ese ritual del rompecabezas; eso no lo arreglás ni volviendo a presentarte ante tu hija con un millón de dólares y pidiendo disculpas. Claro que es distinto si te reencontrás con el tipo a los veintipico, como Martha, que siendo uno ya una persona mayor, hecha a la comprensión de la idiotez paterna sin por eso sentirse obligado a justificarla.

Barnes no le permite a su Martha Cochrane romper las pompas de jabón, escapar del destino. No pude evitar simpatizar con Martha Cochrane, cuyas contradicciones y miserias no dejan de hacerla sentir cercana y querible, que no se cuida ni a sí misma ni a sus propios afectos, que no termina de entender el por qué, y con la figura y las limitaciones de Paul Harrison, que era buen estudiante y se especializaba en pasar inadvertido. Martha Cochrane se parece a las mejores mujeres que pueden toparse los Paul Harrison en sus vidas. ¿Se habrá dejado Barnes pendiente de disfrutar que alguna Martha Cochrane, 'dura' pero de corazón tierno, compartiera sus lentejas?

No puede evitar uno saber que ha hecho el amor con las mismas sensaciones que estos protagonistas. Los amores profundos suelen ser imperfectos y esquivos a la conveniencia y a los propios prejuicios. Se presentan, y uno se sube al tren, o lo deja pasar. El ¿por qué no? de Paul, el doloroso proceso de crecer y hacerse fuerte en el apoyo del otro, y el a veces no ser capaz de darle lo que necesita, son experiencias que conozco y que sólo puedo agradecer a la presencia de la dama fuerte y tierna que mejor me ha acompañado en la construcción de los sueños. Tierna porque sabe volver de sus hoscos silencios. Dura porque sabe enfrentar sus miedos con valentía. La paloma incauta de la bella imagen de Kant referida a los delirios metafísicos que atrapan a los buscadores de la verdad buscaría refugio en su pecho contra mitómanos y charlatanes de feria. Con ella el mundo es real. Barnes cuenta la verdad, Barnes también cuenta su historia cuando se pone melancólico.

Hace tiempo di a conocer a la autora de las líneas que abren esta entrada el cuento "Ejercicio de Artillería", de Roberto Arlt. Le gustó el relato, y por sus estantes andará aún "El criador de gorilas" en la edición de Losada. Recuerdo que tras la lectura gratamente sorprendida del cuento me preguntó si existía, como afirmaba su pariente, acaso partícipe de esa aventura artillera marroquí, 'una comida gaucha' ("je; 'criolla', será", dije para mis adentros) consistente en cortar al medio uno de nuestros gigantescos tomates de los denominados 'valencianos' o 'para ensalada' y añadirle aceite y orégano. No pude menos que recordar sonriente y agradecido a su pregunta a mi abuela, una señora morena, alta y delgada, que era del campo, hablaba con la 'jota' inhalada a la antigua usanza rural pampeana, tenía interesantes estudios primarios, y siempre acompañaba los bifes 'de chorizo' con tomates 'a la criolla'.

Disgresión (San Borges lo ponía con 'ese', así que va con 'ese': yo también puedo ser un físico aristotélico). He escrito este largo texto con una excelente Staedtler Stick 430 M, de fabricación británica. No hay ya bolígrafos argentinos, como no quedan casi editoriales argentinas. Nunca nadie construirá un parque temático llamado "Argentina Argentina". Esta patria y este pueblo son sólo el borrador de unas figuras del sueño.

Y bien: cuando tenga mi propio parque temático, o cuando decida usar el libro sobre el Front Page que tengo tirado por algún cajón desde hace meses, y hacer una página web, entonces el libro de Arlt, una foto tomada con gran angular de un tomate con aceite partido al medio, y el CD de Goldfrapp estarán en una sala VIP, en exhibición permanente, representando Lo Que Queda de la Nación Argentina. Los turistas sacarán fotos, merced a los oficios de mis fieles agentes de prensa y propaganda. Pero los recuerdos y el sentido de la presencia de esos emblemas, serán personalísimos y enigmáticos, como el trineo marca 'Rosebud' del Citizen Kane. Martha y Paul son los otros finales posibles del Citizen Kane. O los dolores ocultos de Julian Barnes, vaya uno a saber.



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"Inglaterra, Inglaterra", por Julian Barnes. Quinteto-Anagrama, Barcelona, 2002. 380 páginas. Traducción de Jaime Zulaika.

lunes, octubre 10, 2005

Filosofía política y realidad

I
Hay quienes usan como piezas de ajedrez a los demás seres humanos; los someten a manipulaciones emocionales y caprichos varios para al fin dejarlos a un lado del camino cuando les sobreviene, repentinamente, el cansancio de su compañía. Obsesionados con los ciclos y el eterno retorno a sus propios fantasmas, descartan periódicamente a seres que les han dado afecto o cosas y lugares que se los podrían recordar, imaginando cumplir etapas cuando apenas si están abriendo un nuevo pasillo en su laberinto personal, idéntico al anterior.

A veces, porque no los conocemos lo suficiente o por lisa y llana falta de perspicacia, depositamos por un tiempo afecto y esperanzas en ellos, capaces de sorprendentes dobleces, autoritarismos y simultaneidades afectivas que constituyen verdaderas deslealtades y hacen muchísimo daño a los que confían en ellos.

¿Y a qué viene todo esto? A esta altura de mi exposición imagino ya habrán empezado a pensar, además de en padres, hermanos, ex parejas o ex amigos de alguno de ustedes, también en que semejante modo de ser tiene su proyección social a la hora de tomar decisiones que implican a todo un grupo del que imaginamos esta gente será consciente de hacer parte. Veamos.


II
La así llamada "filosofía política" es una disciplina especulativa muy de moda hoy, cuya finalidad es - afirman sus cultores - presentar como discurso una serie compleja de actividades humanas. Grande será, entonces, el riesgo de presentar afirmaciones o negaciones no ajustadas a la realidad que a través de los resultados de esa operación se nos dice podremos comprender.

Uno supone ingenuamente que una democracia se construye colectivamente no teniendo por qué los implicados en esa tarea estar totalmente de acuerdo en sus respectivas escalas de valores, al punto que ni siquiera necesitan estar encuadrados en estructuras formales de poder.

Para que la toma de decisiones en común por personas cuyas opiniones divergen entre sí resulte posible, se negocia a fin de resolver conflictos. La política, acción libre por sobre todo, no se restringe a discusiones de café entre cuatro iluminados poseedores de la presunta verdad o de una preparación especial para interpretar los hechos respecto de la cual los demás somos aficionados. Por lo tanto, si un hombre político discute es sólo para conocer otros puntos de vista, madurar una decisión y ejecutarla minimizando sus riesgos colectivos.

Se tiende a partir, entonces, de imaginar "democracia" como conjunto de prácticas para la libertad de formación de opiniones y su discusión a fin de tomar una decisión. Una impresionante cantidad de personas autoritarias andan por el mundo, sin embargo, convencidas de su bondad y buena educación al extremo de, con mayor o menor grado de conciencia de lo que están haciendo, servirse del discurso democrático para aparecer respetablemente investidos de "ortodoxia" o "incorrección política", lo que según las circunstancias del caso les permita "acomodarse" mejor.

La filosofía política y el periodismo de hoy en día reducen una serie de procesos bastante complejos de manipulación de la realidad a la mera emisión de sermones y consignas. Hablo de manipulación 'en el buen y el mal sentido', porque lo mismo podemos manipular para dar forma a los conceptos necesarios a la vida que sustituir la realidad por apariencias. Véase al respecto algún interesante trabajo del deprimente pero astuto Arthur Schopenhauer acerca de las malas artes de ciertos polemistas.

El punto de vista del espectador es privilegiado como único válido, y así el drama de la toma de decisiones sobre la vida de millones de seres humanos vale lo mismo que el fútbol o la Fórmula 1 televisados. ¿Demagogia para cultos, entonces, el discurso de estos señores? ¿Pan y pintura, pan y escultura, pan y gastronomía, pan y cine, pan y "ciencia política"? Creo que sí: el cliente ideal de consultoras de opinión y empresas periodísticas vendría a ser un mero espectador del gran teatro del mundo llamado "ciudadano", de quien se exige cierto grado de pasividad y resignación, amén de una conveniente "participación hedonista" en determinados espacios de boludeo que "no nos podemos perder" porque "son lo último", "allí están nuestros amigos", y demás excusas por el estilo. Ciudadano destinado, sin embargo, a que lo iluminen tan brillantes redentores de la especie humana.

Reducida la política al ejercicio público de charlatanería orientada a crear opinión pública favorable, pasividad, o sea asenso (no confundir con consenso, que requiere la crítica y la transacción, sea cual fuere la relación de fuerzas entre las partes), inacción y resignación combinadas con parodias de la amistad y el compañerismo. Mientras llega la hora de Modificar Todo y Redimirnos ;-), se entregan a los ciudadanos-espectadores sucedáneos de emoción violenta al mejor estilo "Brave New World" por la tele, la radio o los diarios, o - ya más cerca en el tiempo - por Internet (jugar a los soldaditos virtuales por medio del Wolfenstein 3 D o últimamente el Warcrafts, o a los bad boys en foros de Internet, por ejemplo). Esta tarea queda a cargo de gente que ha comido bien y puede dedicar muchas horas a leer periódicos, ejercer de sommeliers y gourmets, meterse drogas o alcohol en cantidad, chuparse mutuamente las medias con sus amiguitos (hoy día, casi siempre "virtuales") y/o repetir consignas y lugares comunes sin reelaborar. Gente que no quiere envejecer, que no toma su propia experiencia como parámetro para encontrar un lugar en el mundo, sino que necesita mantenerse en la edad mental actualmente de su sobrino o su hermanita diez años menor.

Suelen predicar desde un Restaurante cinco tenedores, las columnas de opinión o la 'blogosfera' qué son libertad, igualdad y progreso humanos a Juan Pérez, ciudadano estresado, mal alimentado y somnoliento, cuando no andrajoso. Su ideal es el control social optimizado por la observancia de una ortodoxia, y consideran su deber mesiánico imponernos sus tesis. Nada de prácticas concretas de libertad, nada de diferencias susceptibles de conciliación: lo de ellos son prácticas concretas de hedonismo e imposición de sus hábitos al prójimo. La igualdad de oportunidades es el necesario complemento de la libertad y a veces esa igualdad se garantiza disfrutando menos los placeres para que otro pueda tener más oportunidades de vivir dignamente como humano. Un poco de razonable renuncia ayuda a que otros puedan vivir dignamente. No por nada fueron los estoicos y no los epicúreos los que introdujeron embrionariamente la noción jusfilosófica de igualdad ante la ley.

III
Dada mi tendencia a esquivar este tipo de asuntos, acaso los sorprenderá que me haya metido en tales arenas movedizas. Sucede que hace rato estoy harto de la plaga de personajes que se dicen portadores de pensamiento crítico mientras viven exactamente igual que sus supuestos adversarios intelectuales, compartiendo con ellos ética y estética al punto de pretender compeler a otros a partir del gracioso supuesto de que los excluidos de los sistemas socioeconómicos "secundarios" quieren necesariamente lo que a ellos les parece bueno e imprescindible: piletas de natación, casas de fin de semana, viajes al extranjero, dos autos, restaurantes de lujo, juerga constante y demás delicias hedonistas. Claro que nunca los han consultado, porque para esa clase de gente el prójimo es apenas una proyección de sí, no otro tan respetable al menos como ellos y acaso distinto. Es sorprendente la cantidad de personas autoritarias y elitistas no exentas de buenas cualidades a quienes podemos ver sumidas en la autocomplacencia y justificación personal y grupal más antipáticas.

Parece conveniente superar la funesta noción ideológica del "quiliasmo", el mesianismo como Fin de la Historia, olvidado sin embargo de las necesidades presentes de las personas concretas. Esa autocomplacencia postergadora sine die de las mejoras colectivas imprescindibles se basa en actitudes hedonistas y excluyentes que toman al semejante como instrumento destinado a la desesperanza, la decepción y la tristeza, que, mucho más que el miedo o el desconcierto, son lo que nos paraliza socialmente. A veces ocurren cosas como las que vimos en nuestro país a fines de 2001. Pero tras el estallido catártico, llegan nuevamente estos "genios" del quiliasmo, conservador o revolucionario, a "organizar", sin que nadie se los haya pedido, el descontento popular.

Aquello de "a la ética por la estética" será probablemente una mera bolufrase de un estupidiota español, pero a la hora de preferir una estética estamos manifestando nuestra ética y pertenencia social. La herencia que recibimos de la historia no son los lugares ni las cosas sino la posibilidad de hacernos realidades nuevas a partir de las conductas aprendidas. Por eso me causan fobia algunas estéticas protagonizadas por gente que debiera por razones de coherencia estar muy alejada de ellas, personas cuya conducta, a la hora de coordinar la herencia histórica con su acción durante el limitado tiempo que tenemos para andar por este mundo, resulta un tanto inconsistente. El mundo se cambia con conductas nuevas y más empáticas con el vecino, no con discursos que no traducen un aprendizaje histórico y se convierten en la reelaboración de meras palabritas (es decir, en una inocente paja mental), y nos llevan a interrogarnos: ¿de qué le sirve a este charlatán definirse políticamente, si ello no ha de modificar sus conductas en la relación con los demás, y a partir de allí hacer mejor la vida de todos? ¿De qué le sirve esa estética a su portador si es apenas una pose y no una conducta congruente con lo que pretende ser?

No hay por qué avalar la autocomplacencia de estos sujetos, que no comprenden que permitir el acceso al bienestar de los excluidos de él implica cambiar de conductas para hacerles posible acceder a mínimos estándares de vida digna. La mayor parte de la especie humana tiende a adoptar los aires del nuevo rico en épocas de vacas gordas, algo que ha sucedido en diferentes lugares y tiempos históricos. Por eso la ética política pasará en nuestro asunto por ser capaz de mantenerse ligeramente al margen de ese aburguesamiento. Entre otras cosas, porque las realidades de las sociedades opulentas son muy distintas de las que viven las sociedades inmersas en la pobreza, y también porque los miembros éstas saben muy bien que es probablemente falsa la hipótesis según la cual el mayor consumo permite como regla general la transferencia generalizada de recursos de una economía (privada o pública) a otra y la presunta y consiguiente mejora de las condiciones materiales de vida de aquellos a quienes se dice se intenta mejorar sus presentes y futuros. La panacea de la austeridad es falsa, la de la revolución, además de falsa es sangrienta, y la de la "soberanía del consumidor" y la de la recaudación fiscal y comercio exterior que todo lo compensan, también lo es. Mientras, el mundo sigue andando y el tiempo no para. Y nadie tiene a la verdad de su parte sin cotejar la teoría con la realidad. Así, el fracaso que se suele observar de todo tipo de decisión colectiva sin autoridad política, sin estructura de poder, tiene que ver con la necesidad humana de buscar delegados-mesías-chivos expiatorios que "representen" un vago interés colectivo y nos libren de la molestia de comprometernos concretamente con determinadas soluciones razonables y justas, aunque por economía decidamos ejecutarlas a través de mandatarios. La justicia y la razón importan concretamente a mucha menos gente de la que se llena la boca con ellas.

En sociedades prósperas se puede ver desde el aburguesamiento al "pensamiento crítico" como una elaboración estética, pero en las sumergidas queda rápidamente claro que la defensa de ciertos valores es una cuestión de acción, aunque carezca de estética alguna: si hay quienes no están dentro de los circuitos formales de la economía y el derecho, y se pretende adquieran cierto bienestar material cuya razonable consecución podría alterar el mantenimiento del "status quo", hay que recordar en todo momento es ese tipo de valores lo que excluye a esos otros del disfrute de los bienes materiales indispensables para una vida digna. Muy difícil será que alguien construya algo mejor que el mundo que conocemos a partir de la imitación y práctica de una axiología que ha llevado a ser tan estupenda a la sociedad actual. La democracia no es sólo un juego de las mayorías: las minorías también juegan, por eso es democracia. Ahí está la diferencia.

Muchos cambios históricos nacieron de la actitud marginal y ascética divorciada de la mera inercia mayoritaria. Las mayorías quieren aburguesarse porque es lo menos rupturista: "el que piensa, pierde", como en la imaginaria (o no) televisión de Les Luthiers. Un "pensamiento crítico" debería ser todo, menos cómodo. Para mantenernos sin cambios de conducta, dentro de los carriles de lo que no implica riesgos, ya tenemos la receta sin necesidad de posar de rebeldes: con gozar los beneficios que nos proporcione la eventual opulencia basta. No hay necesidad de las pequeñas rebeldías, pero sí de cierta desconfianza hacia la estética de la indiferencia. Si renuncio a un bien de lujo pero consumo por cien pudiendo hacerlo por ochenta (y sobrándome en tal caso numerario, porque por ejemplo las necesidades mínimas se satisfacen con veinte) mientras otro igualmente necesitado que yo ni siquiera puede acceder a diez de esos ochenta, entonces la verdad es que bien puedo ahorrar a ese pobre congénere el estéril espectáculo de mi estética rebeldía. Si pienso como digo que pienso, actúo en su favor. Si no, me limito a dejar todo como está.

La sacralidad otorgada a algunos textos, dogmas y formalidades tiene mucho que ver con la ingenuidad del receptor del mensaje, y por eso es tan importante contextualizar y estar en guardia contra uno mismo. Actitud más que suficiente para que el mundo y la relación con los demás resulte óptima o mejore lo presente. Pero aun así deberá estarse atento al riesgo denunciado tantas veces en las novelas de Hesse o Dostóievsky: que la gilada quiera proyectar liderazgos en hombres comunes - mas sinceramente ocupados en el análisis de ciertas realidades - para no tener que cargar con el duro trabajo de pensar y actuar. De esa situación al rol de chivo expiatorio, mesías o mártir, sólo hay un paso. Tal el desconcertante papel que suelen protagonizar - simétricamente - los alevines de líderes políticos, que imaginan a sus interlocutores desconocidos, genéricos, virtuales, en físico y cualidades morales proyectándose a sí mismos, mientras éstos, en un juego peligroso, hacen lo propio con ellos.

Hay quienes quisieran volver a un momento determinado para decir algo a quien no volvieron a ver, conozco a los que quisieran suprimir de la Historia general a algún cierto personaje nefasto, sé de quienes quisieran no haber conocido a alguien que amaron mucho y no estuvo a la altura de lo que imaginaron parecía poder darles... Pero yo, Alfredo, no quiero volver a ninguna parte. No por nada, en cierta ficción literaria el funcionario caído en la rebeldía llamado Montag de lo que se acordaba era del para muchos intolerable Eclesiastés: "para todo propósito hay un tiempo debajo del Sol". Volver atrás el tiempo sería el sueño de más de uno. Al menos, a cierto momento que permita modificar algo que se hizo mal según nuestro parecer y así regresar al presente para ser felices. Olvidan quienes piensan esto último que para la eficacia de semejante proceder deberíamos caer en la amnesia de ese acto modificatorio. Si no, carece de gracia.

IV
Conviene comprender que en la vida no hay tiempo para ocuparse de técnicas para conquistar el poder si lo que queremos es vivir ahora mismo en genuinas libertad y paz con nuestros semejantes. Eso de "el poder" dejémoslo para los charlatanes de feria amantes de las formalidades y los símbolos, pongo por caso esos geniecillos que brillan fácilmente, San Google y prepotencia mediante, en cualquier foro de opinión. En la relativa democracia posible que impera allí donde hay Estado, todo funcionario designado por comicios se ha ganado su lugar, por suerte o por desgracia, con el voto más o menos libre del hombre de la calle. Digo "más o menos libre" sabiendo que ese hombre de la calle no tiene derecho a pedir que se lo "cuide" más allá de ciertos límites de edad y aptitud psicofísica, y que no dejarse engañar es su trabajo, su esfuerzo cultural, del mismo modo que intentar venderle buzones es el rol de los políticos profesionales a quienes nuestro hombre de la calle mantiene con costosísimos impuestos indirectos. Prosigo: y las decisiones de otras personas condicionadas por otras realidades inmediatas distintas de la nuestra serán manifestaciones de opciones o elecciones diferentes de las propias, pero en su contexto también valen y se suman. A saber lo que haríamos nosotros en la piel de otros (pero debemos preguntárnoslo). El cambio social no ha resultado nunca de variar a las personas con poder ni a las leyes, sino de las prácticas concretas de libertad y tolerancia que se lleven a cabo en la vida cotidiana de cada uno de nosotros, y que luego deben ser reconocidas por las instituciones, inclusive la de los comicios. Ya lo dijo el amigo Göethe: "Está afuera todo lo que está adentro".

Volviendo al principio de este texto digo desde mi profunda ignorancia que tal vez haya "algo" que estos formadores de la opinión pública, de acá y de allá, no nos explican bien. Siguen invocando autoritarismos intelectuales en vez de argumentar sobre las consecuencias de la presencia o no de prácticas concretas de libertad, y a los desequilibrios generados por la aparente libertad, limitada en los hechos (que no en las normas, pues el alcance de éstas depende de las prácticas concretas de los sujetos de derecho) a quien tiene demasiados bienes o al que carece de todos ellos, sólo saben oponer un espiritualismo superado por la ciencia o - peor todavía - un mesianismo economicista barato que en casi dos siglos ni siquiera ha podido explicar satisfactoriamente al género humano cómo es que se hacen normas de reparto equitativas o se forma un precio, entre la sonrisa de los autores "burgueses" de manuales realmente científicos de Derecho y Economía. Fingir que es posible someter a infalible cálculo de probabilidad y aun posibilidad cada decisión humana y privilegiar un fin ideológico cuasi religioso por sobre la realidad y la libertad de tomar críticamente la realidad como único punto de referencia válido sería gracioso, sería irónico, si no fuera el previsible fruto de una consecuente hipocresía social. El llamado "quiliasmo", la ilusión de la historia justificada por el fin de los tiempos y la redención colectiva conforme el imaginario propio, es un negocio de los ricos y los chantapufis, no de los excluidos de los beneficios sociales. Nuestro vecino hambriento no puede esperar a otra vida para saciar su apetito.

En la práctica, es imposible determinar si el consumo de nuestros sibaritas será suficiente para que quienes se encuentren excluidos de la posibilidad de acceder a condiciones mínimamente dignas de vida puedan gozar de ellas. Lo que suele suceder con la esperanza progresista en la utopía keynesiana es que los impuestos, cuando se recaudan, se (mal)gastan en una tecnoburocracia supuestamente asistencialista, y el resto del dinero con que se paga el consumo suntuario queda circulando entre empresas que hacen parte del circuito de producción-abastecimiento-servicio al cliente. Pero los excluidos de la sociedad, que debieran interesar al pensamiento político "progresista", están frecuentemente fuera de todo circuito económico formal. Las enormes cantidades de desempleados y mendigos que pululan por tierras americanas indican que si nuestro sibarita o intelectual de buenos ingresos y tren de vida acorde es realmente un tipo tan "de izquierdas", con tanta "conciencia social", debería entonces participar activamente en tareas de asistencia directa a esos desgraciados en vez de ocupar su tiempo en el sibaritismo. Y mientras llega la oportunidad propicia para que ponga manos a la obra, que puede ser por ejemplo ahora mismo, que cierre por favor el pico, si es que pretende usarlo para hablar.

EPÍLOGO Y DEDICATORIA (sí, damas y caballeros: ¡este ladrillo se termina!)

Este largo e inhóspito texto, señoras y señores lectores, si todavía queda alguno por allí, está dedicado a la buena memoria de mis abuelos Alfredo, corrector de estilo, y Vicente, metalúrgico, y en general al ejemplo recibido de la mayoría de mis antepasados, que, en vez de hablar y escribir pavadas con pretensiones de infalibilidad como acaso lo hace quien les habla, se levantaban cada día de sus vidas a las seis de la mañana para ir a trabajar. Luego, durante las noches, mate y cigarrillo en mano, filosofaban acerca del fútbol, el cine, la literatura, la ciencia, la música, las mujeres y demás maravillas del Universo hasta la sagrada hora de irse a dormir. De cada uno de ellos puedo orgullosamente decir: "su muerte fue una secreta victoria" (© JLB, 1982).


Un regalito: letra del yorugua Jaime Roos.

EL HOMBRE DE LA CALLE
El hombre de la calle
atraviesa el temporal
porfiado, de sombrero,
encorvado al caminar...
Se para frente a un quiosco:
lo distrae un titular.
Y sigue, como siempre,
como todo en la ciudad.
No me hablen más de él.
No me hablen más por él.
Que yo lo veo en cada esquina
y lo escucho en el café.

El hombre de la calle
Dice: "¡No te aguanto más!";
en medio del discurso corre
bruscamente el dial.
Él sabe que a ese hombre
nunca lo verá en su hogar;
ni el vino ni la mesa
junto a él compartirá.
No me hablen más de él.
No me hablen más por él.
Que yo lo veo en cada esquina
y lo escucho en el café.
El hombre de la calle
sigue yendo a trabajar,
porfiado, de sombrero,
más allá de un temporal...
A veces compra un diario,
se lo lleva para hojear
las fotos del partido
en la página de atrás.
No me hablen más de él.
No me hablen más por él.
Que yo lo veo en cada esquina
y lo escucho en el café...

Take your broken wings and learn to fly once more: "mitad inconfundiblemente segunda"

Además de no plagiar la segunda parte del título a Macedonio, debería abrir un blog nuevo. Pero ya estoy tan habituado a andar por esta casa cibernáutica como por el inmueble donde resido y me parecería grotesco compartimentar en demasía mis empresas, siendo todas ellas capítulos de la misma vida.

Oficiando de Miguelito de Mafalda, yo, que -para qué los voy a engañar- siempre me he sentido más identificado 'al alimón', que dirían en Gallegolandia Bárbara, con Felipe y con el próspero empresario hispanoargentino D. Manuel Goreiro [h], he caído en la cuenta de que el "backstage" de cierta página web no es tan idílico como nos quieren hacer creer algunos, y se manifiestan allí -vía MSN y teléfonos y viajes y mensajes privados- asuntos que constituyen casi leyendas urbanas: historias de mantenidas locales y cafiolos transatlánticos, de Amos del Universo (bastante giles, dicho sea de paso) que desde el mando de su paraíso artificial y la insuperable altura de la estatua que se han erigido a sí mismos se sienten la reencarnación cibernética de He-Man ;-), personas que efectúan el cómputo de sus etapas vitales ¡según los acontecimientos que acaecen en el foro donde participan y parece serán considerados hitos colectivos por los historiadores del futuro!, hombres lobo mirando al sudeste (que suelen coincidir con los alevines de He-Man), matrimonios que niegan serlo y andan de levante por la misma comunidad haciendo cada uno la suya, gentes exaltadas de diversa índole que se atribuyen unas a otras atroces conductas reales o imaginarias, muchachas en flor canallescamente abandonadas por cobardes holgazanes itinerantes sin oficio ni beneficio, y otras muchas cosas asombrosas más, resueltas en raros y locos enredos de fulanos y menganas que, si uno pone un post diciendo tal o cual cosa a determinado nick, entonces imaginan que te la pasás horas conspirando en su contra como si protagonizáramos un añejo capítulo de "El agente de CIPOL" o del "Súper Agente 86"...

Esto de mezclarme continuamente con insanos y tomarlos por gente cuerda me sucede quizás no sólo por ir desprevenidamente de Miguelito a esta avanzada edad, sino por admirar a Siegfried, el agente estrella de la organización KAOS, aquél que huyó de El Alamein, fue capturado por los aliados y tras fugarse del campo de prisioneros recaló, naturalmente, en nuestra República Meramente Argentina (© Jorge Luis Borges, 1935 ;-)). No quiero tener nada que ver con tan demenciales cuestiones. Ergo: le puse a todo bicho conocido de ese magnífico sitio el "no admitido" en el MSN, cosa de no quedar mezclado ni por casualidad con tan interesantes (para los psicópatas involucrados) cuestiones. Igual, por mail atenderé con la habitual cortesía y deferencia a los que de entre ellos todavía se conservan más o menos sanos.

Vamos a empezar de nuevo. Y con otros propósitos. Estamos en vísperas de elecciones y no sé cómo zafar de ir a votar: en mi tierra el voto es obligatorio, y la Constitución se ríe (reforma mediante) del derecho a votar obligatoriamente pero en blanco, ¿pueden creerlo? Lo que copiaré en breve como siguiente entrada será un laaaaargo texto acerca del análisis de ciertas realidades, originariamente inserto en otro blog y alguna vez enlazado por uno de mis comentaristas en cierta página donde él gusta conspirar más eficazmente que los pirados antedichos y que supe en su día conservadoramente desvanecer en las espumas negras del cibespacio (no me dirán que en materia de imágenes no soy creativo).