lunes, diciembre 19, 2005

El del estribo

Va llegando este 2005 a su fin. Se me ha pasado rápidamente. Aviso a lectores y comentaristas menores de treinta años de edad que esa circunstancia parece inevitable a partir de la treintena y nos va dando real conciencia de nuestra dimensión en el vasto universo. Es importante, ahora más que nunca, aprovechar el tiempo, que no tiene repuesto.

Llegan las Fiestas de Navidad y fin de año que los sincréticos europeos cristianos del Mare Nostrum superpusieron a ciertas festividades paganas. Cuando era pibe, se trataba del lapso en que se reunía el núcleo familiar con los parientes y amigos que no aparecían en todo el año y nos visitaban o llamaban por teléfono. En este último caso, lo hacían a la línea del señor de la Planta Alta (si era en Mar del Plata Atlantic Country, y había que atender desde uno de esos cacharros de bakelita negra de ENTel) o bien a la de las amables vecinas solteronas del departamento del fondo (cuando era en Buenos Aires Portuarian City, y allí la herramienta era un teléfono negro marca General Electric). Los pobres, en aquella otra Argentina de las primeras comunicaciones vía satélite, donde sí había trabajo, esperanzas y hasta ideologías, no solían tener aparatos de telefonía. Hoy mis ingresos seguramente resultan más reducidos, con menor poder adquisitivo en términos reales si se los compara con los que por entonces percibían mis mayores, pero poseo una línea fija y dos móviles de otras tantas compañías diferentes. Sin embargo las Fiestas no se parecen ya a esas comuniones optimistas, acaso ligeramente falsificadas, necesarias para saber quiénes éramos.

Por mi parte, tengo decidido intentar conducirme de modo parecido a como lo hacía en aquellos otros tiempos, a ver si el gesto alegre se me pega para todo el año por venir. Hay que volver a soñar despiertos, o nos comen los caranchos. Hace poco dije a uno de los comentaristas de este blog que conviene tomar medidas apropiadas para dejar el alma debidamente planchada y sanforizada, pues muchas Hiroshimas nos aguardan en el breve curso de esta vida. Los sabios no se arrugan ni dejan encoger por la fisión del átomo. Por el contrario, agradecen el geranio en flor en medio de su balcón en ruinas. Aclaro que todavía no comencé a beber, pero he andado releyendo cosas de Estellés, Sábato, Ryonosuke, Sturgeon y Papini, y fíjense en qué ecléctico estado espiritual me han dejado esos señores.

Y aquí vamos con la serie de los mensajes particulares, a saber...

Principio de incertidumbre: Tenga unas girondianas, burtonianas, frostianas y farmacéuticas fiestas en su Patagones. Saluditos saludosos.

Gaia: Para la delicada dama de la blogosfera patagónica, un parco saludo de saltimbanqui tragafuegos pintado al mejor estilo de Pettorutti o Joan Miró y una sonrisa.

Mnemosine: El cubata de saké produce efectos devastadores. Adopte la posición de loto y tómese un descanso para leer algún texto añejo. Trate de acudir al Ars Magna de Llull o - en su caso - el “Kohiki” y el “Nihongi” y deje para patanes ignorantes del Zen la lectura de las Obras Completas de Vázquez de Mella ;-). Aunque si sobrevivió a Rawls...

No me olvidé de la paisana: Ignis, unha aperta. Nota: al primero que pronuncie "uña" en vez de "unna", como si fuera portugués, que no es otra cosa que gallego escrito con infames errores de ortografía, lo fajo. Bastante tengo con los brasucas que alteran invariablemente – valga la contradicción - la grafía de mi apellido.

El curioso lector: Espero esos informáticos le pongan nuevamente en marcha pronto la bitácora negra de las barricadas históricas virtuales. Póngale una vela a San Anselmo Lorenzo, en todo caso ;-). Salúdeme a cualquier conocido real o virtual que tuviere yo por ahí.

Marcela: Fumigue si pasa el Senador por su cuadra y, como la bella Lauren Bacall le pedía a Boogie, "si me necesita, chifle". Ya sale lo suyo.

Néstor: Estudiar palimpsestos es una noble tarea. Siga, siga, según decía el tan añorado como eficaz soplapitos Pancho Lamolina. Nosotros lo leemos agradecidos a su esfuerzo, aunque lo hayamos descubierto tarde.

Sole y Joaquín: ¡Habemus limoncello de MDQ! (el mejor, por supu). Lo beberemos hacia el otoño o invierno de 2006, si Dios quiere.

Zazie, Dolores, Amparo y Luis (no se queje, que lo dejo con una rubia y dos morochas de sus inmediaciones, y le aseguro que las tres están buenas): Si acaso leyeran esto, no se resfríen con la nieve y no tiren muchas mascletás.

Saludos también para la silenciosa representante entrerriana en los alrededores de Toronto, que me debe las fotos de la parte posterior de Mississauga.

Lucas el inquisidor marechaliano, Alejandro, lobito el barroco y algunos otros comentaristas y lectores ocasionales que sería largo enumerar: Los leo, y no los comento porque no tengo tiempo ni inspiración suficientes como para arruinar todos los blogs ajenos con mi testimonio literario. Pero cuidado: el día menos pensado hago acto de presencia.

Marcelo: Si todavía leyeras esto, un saludo. Ídem para Elena.

Y nada más. Espero no omitir a ninguno. En febrero, si estamos, nos leemos. Y si no, hay cosas mejores que hacer. Sonrían, que por ahora es gratis y son todos ustedes buena gente que vale su peso en oro, gramo más, gramo menos.

martes, diciembre 06, 2005

Olvido

"...dum loquimur, fugerit invida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero." --> (...mientras hablamos, huye el envidioso tiempo: goza el día, y no creas en lo más mínimo en el porvenir.)
Quinto Horacio Flaco, Odas, I, 11, 7-8


Pongo esta famosa cita del poeta latino por dos razones. La segunda es que mi amiga Sweepy, del pago de La Matanza (¿dónde estarás?), decía respecto del uso de su tiempo, con menos pretensiones de universalidad a partir de lo personal que Horacio (que se ve no habría estudiado mucha Lógica), algo más simple, generoso, veraz, exacto y libertario: "haré lo que quiera; igual hablarán mal de mí". La primera razón es de índole más gregaria: la necesidad de mantener la memoria y la curiosidad en perfecto estado de alerta, para saber quiénes somos y para no caer en la tentación de hacernos otros que no nos conviene ser y acaso hayamos sido. Y para proyectar el futuro teniendo en cuenta a los demás, ausentes y presentes, que la escasez de recursos y la esperanza de mejorar de fortuna (aunque a los epicúreos extremos esto no les guste) son lo que más nos diferencia de cucarachas y roedores.

El olvido tiñe a los que están y los que se han ido, los amores y los desamores, los amigos y los enemigos, hasta a nosotros mismos que cada tanto nos perdemos. Cuando el azar nos pone ante determinados matices, se dispara la memoria y todo pasa a ser contemporáneo, vivo, susceptible de asociarse con alguna percepción de nuestro pasado. Lo ajeno se revela familiar. Nos descubrimos matando el olvido, casi sin querer, con el pretexto de otros. A eso le decimos memoria.

Cuando comencé la "mitad inconfundiblemente segunda" de esta bitácora dije la continuaría persiguiendo propósitos muy diferentes de aquellos que habían presidido la elaboración de los textos de la primera parte. Hoy intentaré iniciar una serie de comentarios, críticas o lo que fuere acerca de escritores de nuestra tierra, de esos que sólo conocemos gracias a la casualidad, ese otro motor de la Historia.

Sabía de la existencia de Daniel Moyano por haberlo oído o leído nombrar, pero recién fue hace poco tiempo, leyendo unos posts insertos en cierto foro de opinión, que me nació la verdadera curiosidad por sus escritos. En esos mensajes una forista de La Rioja, Provincia (para los no argentinos, léase: "Estado") de adopción del escritor, intentaba rescatarlo del olvido en que este hombre nacido el 6 de octubre de 1930 en Buenos Aires, cordobés de crianza, a veces músico, a veces plomero, a veces albañil, siempre artesano de las letras, ha caído.

Si me estuvieras leyendo, Marcela, puedo decirte, tras la lectura de los cuentos de la antología "El Monstruo y otros cuentos", que este tipo es nomás uno de los buenos narradores injustamente olvidados de la literatura argentina. Te cito textualmente: "...parecía que toda la magia de este prodigioso narrador -cual durmiente de cuento de hadas- hubiera recibido el maleficio de un sueño injusto, y permaneciera latente a la espera de un acto salvador que la despertara".

El acto salvador, el renacimiento del artífice olvidado, no sólo depende de recientes reediciones ("El trino del Diablo",Córdoba, Rubén Libros, 2004; "El rescate y otros cuentos", Interzona, 2004, y "¿Dónde estás con tus ojos celestes?", Gárgola, 2005). Porque es tarea de los amantes de la lectura el investigar un poco las bibliotecas, las librerías de viejo, divulgar los hallazgos que se hacen, compartir con los seres queridos la alegría de esos descubrimientos. Estaba pensando en que esta conducta viene a ser una especie de complot cultural, y me vino a la mente algún famoso político argentino que insistía a los suyos con eso tan viejo de que "el tiempo mata a los hombres pero la organización vence al tiempo". Que no por perogrullesco deja de ser veraz: conviene ser de la Secta del Fénix, esa vasta conspiración.

Moyano tardó en obtener reconocimiento como el muy buen escritor que, tras leerlo, uno comprende es. Eso sucedió cuando en 1967 un jurado compuesto por los escritores Leopoldo Marechal, Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez le otorgó el premio Primera Plana. La obra galardonada fue la novela "El oscuro".

Había nacido en Buenos Aires. A los cuatro años su familia (padre con orígenes riojanos en Olta y madre brasileña, 'mineira') se trasladó a Córdoba, donde su padre mató a su madre, quedando los hijos a cargo de distintos familiares mientras cumplía una condena en prisión. Moyano hijo, entre tanto cursaba sus estudios, se ganaba la vida con oficios diversos, como plomero o albañil casi siempre.

A principios de 1959 se trasladó a La Rioja. Trabajó para el Diario "El Independiente" e inició su carrera como periodista local, corresponsal de "Clarín" y columnista de la entonces muy leída revista "Primera Plana". También fue ejecutante de instrumentos de la familia del violín en el Cuarteto de Cuerdas y Orquesta de Cámara, y profesor en el Conservatorio Provincial de Música.

A fines de marzo de 1976 fue detenido en su casa de La Rioja por orden del gobierno de facto, y dicen que hasta se lo sometió a un simulacro de fusilamiento (ignoro cuál sería exactamente su militancia política, si la tenía). Luego de quedar en libertad salió del país y se radicó en España, donde nuevamente emprendió tareas como operario para ganarse la vida. En 1985 le otorgaron en Francia el Premio Juan Rulfo por el cuento "Relato del halcón verde y la flauta maravillosa". También fue crítico literario del diario madrileño "El Mundo" (y, a juzgar por su excelencia como prosista, no me cabe duda que lo haría bastante mejor que ese señor Umbral y otras desgracias literarias y periodísticas que padecen en la prensa los hermanos peninsulares). En Madrid falleció Moyano el 1 de Julio de 1992.

Reseñaré, perdonen mi ignorancia, el libro que por esos azares del rebusque (o lo determinado por la Secta del Fénix en materia de Suerte y Destino en las bateas de las librerías de viejo, vaya uno a saber) vino dar en mis manos: "El Monstruo y otros cuentos", antología editada por el Centro Editor de América Latina, Serie del Encuentro, Buenos Aires, 1967, 124 páginas, más índices, pie de imprenta y portadas.

Se abre el florilegio con "El Monstruo": gran cuento con una manera inconfundiblemente nuestra, de narrar, decididamente superior al de algunos autores de importación que están de moda. "El monstruo" revela sensaciones que todos hemos sentido alguna vez ante determinado tipo de expectativas. No pude evitar relacionarlo con algunos cuentos de Rulfo, Cortázar o hasta Borges o Denevi que derivan a lo fantástico-fabulesco desde lo cotidiano, o con algunas cosas de Abelardo Castillo como "Also Sprach el Señor Núñez", aunque éste sea un cuento dotado de una violencia que el de Moyano no tiene.

"La puerta": imagino que, como todos los cuentos de la antología pero de manera más acentuada en este caso, es de fuerte trasfondo autobiográfico. Puerta que representa esa que todos quisiéramos - y tememos - abrir, y que permanece como emblema de lo imaginario hasta que el azar del tiempo nos decide a traspasarla.

Moyano es un refinado estilista: se nota desde las primeras líneas de "La fábrica" un estudio psicológico de las miserias y ocultamientos, pero también ensueños de muchos seres humanos de voluble ambición, una exposición literaria de lo que fue la mentalidad de los miembros menos afortunados de las sociedades industriales desarrolladas a partir de migraciones del agro a la ciudad. El "homo faber" haciendo su historia al transformar la materia, "leit motiv" caro a determinadas ideologías y escuelas historiográficas.

También somos un sueño de los otros. Nos ven como nos necesitan, y a veces no somos esos. De semejante equívoco trata, sobre todo, "Juan", un relato del ocaso de una existencia, un estudio psicológico lindante con la literatura de género fantástico.

Sigue "Artistas de variedades". Citemos unos notables pasajes de nuestro escritor: "A su tristeza natal se sumó otra histórica, indescifrable"..."Le parecía que en la ciudad estaban realmente todas las cosas buenas del mundo, pero que no eran para sus habitantes, condenados a verlas solamente y rozarlas apenas en marcha inacabable que era como un gran círculo doloroso. Las cosas buenas y milagrosas estaban allí para otros, para uno como él por ejemplo, que viniera desde afuera para disfrutarlas interminablemente". ... "Se conformó por lo menos con la idea de que esa gente existía, aunque él no pudiera imitarla".

El olvido tiñe a los que están y los que se han ido, los amores y los desamores, los amigos y los enemigos, hasta a nosotros mismos que cada tanto nos perdemos. Cuando el azar nos pone ante determinados matices, se dispara la memoria y todo pasa a ser contemporáneo, vivo, susceptible de asociarse con alguna percepción de nuestro pasado. Lo ajeno se revela familiar. Nos descubrimos matando el olvido, casi sin querer, con el pretexto de otros. A eso le decimos memoria.

Y Memoria, con mayúsculas, son los demás cuentos del librito. Así, como dulce y áspera memoria de persona de bien de existencia difícil, van sucediéndose los otros relatos. "Una partida de tenis" ("Al final de cada ciclo el derrumbre llegaba y ya no había nada que esperar. Pero he aquí que siempre aparecía el milagro, una persona, un rostro inadvertido, y se iniciaba así un nuevo tiempo de salvación"), género fantástico "rulfiano" otra vez: los fantasmas de la pobreza y las neurosis que nos persiguen. "El joven que fue al cielo", relato acerca de determinado momento psíquico y financiero del joven intelectual pobre: esas situaciones en que puede suceder que se lleve a una persona, sirviéndose de su angustia e incertidumbre, a absolutamente cualquier parte, hasta a sitios donde se comen panchos acompañados por cierta famosa bebida que me disgusta por su sabor a jarabe y temo por su eficacia para aflojar tornillos...

"Los mil días" trata de los sobrevivientes tristes, esos esperanzados melancólicos de los que hablara Kierkegaard, que no desesperan por el dolor que les haya causado el pasado, pues saben que la tristeza está al acecho para cuando la tengamos olvidada. Escritores como este Moyano demuestran que felizmente siempre se puede hablar de lo que se quiere hablar, aunque a veces no resulten suficientes las palabras y debamos hacer un ejercicio empático adicional para entender cabalmente a quien arriesga su discurso: "...esos documentos del tiempo que había en el baúl inevitablemente envejecidos. Era como si la muerte, que él temía, saliera del interior del mismo".

"Nochebuena" es la historia de Ramírez, funcionario huidizo de la realidad, que "evadido de su familia, a la que consideraba indigna, anduvo mucho tiempo de aquí para allá pidiendo ayuda a media humanidad, soportando seres y situaciones absurdas, fabricándose casi voluntariamente esos fantasmas que durante mucho tiempo no le dieron paz a su alma. Es decir, que creyendo huir de su familia, al fin todo resultó igual, puesto que él mismo creó sustitutos idénticos". Con un final nuevamente de corte fantástico que me evocó un cuento muy distinto pero con algún pasaje en que se hace gala de un manejo similar de la psicología del tiempo: "El tiempo y los gatos", del norteamericano Howard Fast.

"El rescate" es una dura historia rural, un tipo de cuento al que nuestros escritores de provincias acuden tantas veces (sí, y los estadounidenses y mexicanos también), casi un esquema de tragedia griega. Los personajes oníricamente unidos en el magma de la desgracia y el destino intercambiable de los hombres: "...quizá un cuchillo en la mano, mientras se mira con odio, pueda ser realmente la muerte..."

"El milagro" es un retrato psicológico de quien ha zafado de la pobreza y es requerido de auxilios financieros pero también afectivos: hasta los milagros penden de un hilo, del mismo modo que a Seguro lo llevaron preso ;-).

Y "La lombriz" es el largo relato de la maldad gratuita ... tal como la creemos ver bajo emoción. Es notable cómo algunas personas extrañamos la agridulce infancia mientras que otras, como el personaje de Daniel Moyano, que acaso fuera Moyano mismo, sólo desean crecer para escaparse de ella. Y en realidad quedan igualmente atados a esa irrepetible niñez formadora (y fortalecedora) de personas para toda la vida: ..."nada podía valer un cielo para pocos elegidos, porque sería un lugar lleno de remordimientos. Cómo gozar del cielo cuando había un infierno. Y bastaba el dolor de un solo hombre para impedir la alegría". No, no es Dostoievksy, sino "apenas" el olvidado narrador argentino Daniel Moyano.

La reflexión final a cargo de este agradecido lector es que Moyano es un grande de verdad de nuestra narrativa. Sospecho su 'olvido' se deberá (como el de Luis Franco o Juan Draghi Lucero o Asencio Abeijón, y siguen los nombres) a una rara combinación entre ideología "inapropiada", origen pobretón y provinciano y escaso marketing. Moyano, aunque tenga otro estilo, no me parece menos que Cortázar, sin ir más lejos, y se asemeja bastante a algunos otros narradores de provincias, pero sobre todo recuerda mucho por momentos a Rulfo, por mantener desde lo cotidiano permanentemente abiertas las puertas de lo fantástico, de otras dimensiones, y a la rara mezcla que resultaría entre dos escritores norteamericanos llamados Erskine Caldwell (una especie de Osvaldo Soriano en versión cowboy) y Thornton Wilder (el de "Theophilus North" y "El puente de San Luis Rey"). Esto por su manejo del tiempo y la deriva de lo cotidiano a lo fantástico, ida y vuelta, desde la psicología de los personajes.

Y eso ha sido todo, Ladies & Gentlemen. Espero sepan disculpar el 'ejercicio ilegal de la licenciatura en Letras': uno compensa su carencia de conocimientos apropiados con una verborrea pseudotécnica de lector entusiasta. Casi toda crítica o comentario habla, en definitiva, del lector a propósito del autor que se ha leído y disfrutado (o no). Ojalá esto sirva para que alguno de cuantos se paseen por este blog decida ponerse a buscar y leer los libros de Daniel Moyano.

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P.D.: Un par de días después de ingresar esta entrada vengo a descubrir gracias a la intercesión de San Google la bitácora "Palimpsestos" que lleva el señor Néstor Tkaczek, y según parece compone en base a una columna que publica semanalmente en los diarios "Río Negro" y "La Mañana de Córdoba". Menciona a muchísimos de estos "olvidados" de nuestras letras, y vale la pena que lo lean.

[Texto revisado en agosto de 2008]