Antes de dejar congelada por un tiempito más o menos largo la bitácora (la realidad inmediata me reclama), subo esto que sigue, mejora de un borrador de post que escribí -y finalmente no me atreví a publicar- para un foro. Quizás sea un disparate. Se está intentando abrir un debate legislativo acerca de estos asuntos, y en mérito a la tendencia argentina a importar modas bobas de las Uropas, como la creencia escohotadiana en el carácter de vegetal decorativo de ciertas plantitas...
"...¡Mentira, mentira! - yo quise decirle -
las horas que pasan ya no vuelven más..."
(estribillo de "Volvió una noche", famoso tango argentino del uruguayo-francés aporteñado don Carlos Gardel y el excelente poeta brasileño aporteñado don Alfredo Le Pera; con acompañamiento de arpa guaraní sería un antecedente musical del bloque regional en estado de coma llamado 'Mercosur':-))
Los efectos producidos por los alucinógenos son imprevisibles porque dependen tanto del contexto y el componente biológico y psicológico del consumidor como de la vía de ingestión y la dosis empleada. La Cannabis Sativa, de la que se extrae la marihuana, contiene el alucinógeno tetrahidrocannabidol, abreviado a THC. Si fuera un fármaco, diríamos que ese es el 'principio activo' del específico. La cantidad varía según el tipo de planta, el clima y la calidad de la tierra, y para colmo la mayoría de la marihuana se vende con aditivos químicos, lo que produce daños anexos en el cerebro. Un comentario marginal: gracias a la mejora de técnicas de cultivo y a los aditivos, la marihuana que le propinan hoy, año 2006, a los consumidores, es de diez a quince veces más potente y llena de porquerías anexas que la que se fumaba, entusiasta, el prócer rastafari Bob Marley, que mientras tecleo estas líneas suena cantando "No woman, no cry" en mis potentes altavoces.
Este THC actúa como depresor y desorganizador ('alucinógeno') del sistema nervioso central y es consumido de tres maneras: a) como 'marihuana', cigarros de pura yerba o mezcla de marihuana con tabaco y vaya uno a saber qué más (aclaro que en los cigarrillos normales tampoco sabemos muy bien 'qué más' le meten las tabacaleras al tabaco, sobre todo al rubio que pasa por ser menos nocivo sólo porque apesta menos con su olor), b) como 'haschisch', que se saca prensando la resina de la planta y trae un veinticinco por ciento más de THC que la marihuana, y c) como 'aceite' obtenido de mezclar la resina con algún solvente (acetona, alcohol o nafta).
Según bibliografía médica coincidente con relatos de consumidores y ex consumidores conocidos míos, se percibirían sensaciones de calma y bienestar, hambre, locuacidad e hilaridad, taquicardia, enrojecimiento de los ojos, dificultades para controlar procesos mentales complejos, seguidos -porque no todo es felicidad en esta vida- por depresión, somnolencia y sensación de descenso o ascenso de la temperatura corporal, esta generalmente en sentido inverso a la temperatura ambiente. En dosis altas provoca confusión permanente, letargo, estados de pánico. Percepción alterada de la realidad como la describe (pero respecto de su experiencia con la mescalina) Aldous Huxley en "Las puertas de la percepción", en suma. Y aquí, en la percepción alterada, me detengo. Porque esta droga dicen algunos que es divertidísima e inofensiva, pero no me parece lo sea tanto. ¿Razones? Los que dicen saber aducen varias.
Primera: El THC no es soluble en agua. Al igual que sucede con el peyote o el LSD, por ejemplo, los efectos podrían llegar -según el grado de consumo y el metabolismo de cada uno- a reaparecer como 'flashback', que dicen los especialistas, manifestándose repentina e inesperadamente años después de haber dejado de consumirlo habitualmente; además causa daños permanentes en la memoria, sobre todo la memoria a corto plazo, la de lo que te está pasando ahora o te ocurrió hace poco. El cerebro afectado sólo procesa del todo lo que ya le ocurrió hace largo rato, porque la marihuana produce cambios en la estructura de las células cerebrales, especialmente la conexión entre las neuronas (te jode los axones, las dendritas, la mielina) del lóbulo frontal del cerebro. Es decir que según la personalidad del consumidor altera la capacidad de razonamiento, atención y aprendizaje, adormece o exalta -según la persona y la porción de masa cerebral donde se haya ido a alojar esta simpática sustancia- los sentidos y la capacidad de reacción. Así que si uno tiene algún ser querido (amig@, pareja, herman@, etcetera) que sea ex consumidor/a, deberá ponerle toda la mejor disposición del mundo y ser sumamente paciente, porque cuando aparecen sin aviso estas recidivas o crisis fisiológicas suelen deprimirse inexplicablemente, discutirnos sandeces sin nombre durante tres cuartos de hora, vomitar cualquier cosa que comen, sentir cambios de temperatura corporal (curiosamente siempre en sentido inverso a la ambiente) o tener angustias incomprensibles.
Segunda: El cerebro es capaz de traer al presente recuerdos de tiempos lejanos gracias a una parte del cerebro llamada cíngulo anterior, relacionada con enfermedades como la depresión y el mal de Alzheimer; consiste en un sistema de enseñanza que toma la información de los circuitos emocionales humanos y luego la envía a todas partes de la corteza cerebral. Los científicos conocen desde hace mucho que una parte del cerebro llamada "hipocampo" es la encargada de almacenar los recuerdos recientes. Sin embargo, esta estructura no guarda la información de manera permanente. De acuerdo con los expertos, una reducción de la actividad del cíngulo anterior puede ocasionar apatía, depresión, pérdida de atención y otros problemas.
Tercera: El cerebro humano tiene, según parece, un equilibrio químico que no se debe cambiar si se quiere mantenerlo bajo control. Aproximadamente el tres por ciento de la población mundial nacería con una predisposición genética a padecer esquizofrenia. Esta enfermedad se produce por un aumento en la cantidad de dopamina, un neurotransmisor que facilita la conexión entre las neuronas. Su aparición siempre obedece a algún disparador, puede ser una crisis vital, un stress alto o el consumo de una droga ilegal. La marihuana (y no sólo la cocaína, el LSD y otras drogas ilegales) activa fuertemente la producción cerebral de dopamina.
Según médicos y psicólogos especializados, y véase sólo como muestra lo que dice al respecto un investigador brasuca, de la Universidad de San Pablo, habría a partir de todo lo expuesto evidencia científica bastante contundente de que la marihuana acaba por alterar con efectos irreversibles la memoria a corto plazo, la fertilidad en ambos sexos y el ciclo menstrual de las mujeres, y arruina el sistema inmunológico de modo tal que quien la haya consumido mucho tiempo luego resultaría mucho más proclive que el que no lo ha hecho a contraer simpáticas enfermedades mentales como la esquizofrenia (aguantate a un esquizofrénico, si tenés huevos), y puramente fisiológicas de diverso tipo; entre estas aumenta el riesgo de padecer reiteradas bronquitis y neumonías, úlceras y cánceres. Puede resultar más cancerígena la marihuana que el tabaco, pese a la leyenda urbana que fomentan los traficantes en el sentido de que la cosa es al revés y resulta más 'sana' la "yerba" que la Nicotiana Tabaca, leyenda que fomentan también algunos abolicionistas de la prohibición, pero eso ya nos introduce en otras discusiones, como por ejemplo la de quién hace publicidad de estas cosas y por qué, y la de qué es peor, si punir el tráfico y/o el consumo o dejarlos ser a uno, al otro o a ambos dos. Hay otra leyenda urbana - ésta, fomentada por las 'fuerzas represivas', e igualmente falsa, y ojo que lo afirman la poli y algunos políticos, atención, y si uno es buen ciudadano entonces 'no se puede' ni intentar discutir esta arbitrariedad - que dice que todo usuario experimentará necesariamente luego con otras sustancias más peligrosas, cuando en realidad la mayoría de los marihuaneros que uno se cruza por el mundo son consumidores ocasionales, o que se engancharon pero no pasaron luego a otras sustancias, así que eso no me lo creo.
Lo irónico (y nada gracioso) es que uno muchas veces ha escuchado la defensa del porro u otras sustancias alucinógenas hecha por algunos ex consumidores que manifiestan síntomas como los que describí arriba y aun así nos quieren vender el cuento de que drogarse les resultó innocuo. Y eso, cuando en pleno 'flashback' otr@ que no es su propia personalidad de cuando están desintoxicados nos ha discutido más de una vez con los argumentos más atrabilarios la correcta interpretación de cualquier amable e inocente frase nuestra de hace cinco minutos. Para justificarse, suelen embestir contra la coca y otras drogas duras, desviando el centro del debate hacia esas 'drogas malas' que ellos no consumieron o consumen porque tienen -dicen- control suficiente (nadie lo duda: si con los alucinógenos lo pasaron bomba, y obtuvieron lo que les satisface), y he aprendido en los hechos que supuestos ex consumidores ocasionales no abandonan nunca del todo a Doña Cannabis Sativa, en especial si son fumadores y les andan revoloteando alrededor suyo relaciones familiares y/o amistades que fabrican o trafican y convidan no genuinos cigarrillos rubios ordinarios sino lisos y llanos porros caseros, cosa harto fácil de que suceda.
Acotaciones de abogado de menor cuantía, pero con un poco de sentido común. La primera: punir el consumo de drogas es una de las cosas más idiotas que se pueden hacer. Es como punir una sífilis, o el engriparse, o el estar neurótico; exactamente igual de absurdo: un retroceso intelectual en la noción de justicia. El tráfico, incluyendo en la definición de "tráfico" a ese simpático vecino o pariente del adicto que cultiva cannabis en su propio balcón y lo regala a sus seres queridos, ya es otra cosa, porque legalizar la comercialización y el suministro gratuito sin control facultativo de las sustancias que denominamos 'drogas' deja siempre en pie el problema del consumidor (la persona enferma) que es una tremenda carga para sí y para terceros. O sea, respecto del consumidor, tampoco se puede salir por la tangente con el fácil recurso tan caro a algunos 'juristas' de la responsabilidad individual (esa utopía, tratándose de enfermos) como solución al haberse hecho adicto. Porque en general, nadie le quita el porro de la mano a su novia, su amigo o su hermano, o a su vecino. Así que si 'los comprendemos' y los 'toleramos', bueno: a jodernos luego; hemos perdido el derecho de dejarlos abandonados a su suerte. La segunda: más que liberar el tráfico de sustancias perjudiciales para la salud habría que dejar a los traficantes sin mercado; a la larga resulta mejor negocio, a menos que se quiera vivir en un capítulo del "1984" o del "Brave New World" y añejas novelitas por el estilo.