jueves, diciembre 13, 2007

La vida continúa

«...When I was a child
I caught a fleeting glimpse
Out of the corner of my eye.
I turned to look but it was gone.
I cannot put my finger on it now.
The child is grown,
The dream is gone.
I have become
Comfortably numb.»
[Roger Waters y David Gilmour: "Comfortably Numb" (versos finales), en "The Wall" de Pink Floyd, 1979... parte de la banda sonora de mi adolescencia.]

No descubro nada si digo que cuantos hemos pasado los cuarenta estamos ciertamente más cerca del arpa que de la guitarra. La ruta del Gran Juego de la Oca tiene muchos casilleros adelantados y cada vez menos trecho por andar. Cada uno de nosotros mira frecuentemente hacia atrás con nostalgia, gratitud o desconcierto, y aprendió a preocuparse no por cuanto de malo haya conseguido que le pase al elegir una alternativa en los cruces de caminos (con una importantísima colaboración de los necios y los jueputas, claro que sí), sino por el tiempo que ha perdido cada vez que resultó haberse dejado inducir a optar, tomando entonces la ruta equivocada. A arrojar los dados y empezar de nuevo estamos largamente acostumbrados, y es lo que haremos en el 2008.

A poco de empezar con esta absurda bitácora recuperé un texto propio ("Crossroads") que era principalmente un post inserto años ha en un foro al que mataron el nihilismo y la masificación del acceso a Internet. Sí: los oficinistas aburridos y los fascistas desconocidos por sí mismos, sobrerrepresentados en la gran muestra sociológica que es esta Red de Redes, son enemigos de la vida en todas sus manifestaciones, y contagiosos para casi todos nosotros. En ese entonces, la máquina del tiempo vino en mi auxilio y, rescatando mis propios engendros de allí, pude iniciar esta aventura. También me ayudé con la memoria de un mensajero que solía usar a altas horas de la noche; curiosos borradores los que empleo, y hay quienes saben que mis comentarios en sus blogs después se hacen entradas aquí. Hoy de aquel foro sólo queda el nombre por un lado, y la página madre por otro: "De mi pueblo" -cito de memoria a Nicanor Parra- "sólo queda un puñado de cenizas". En los años 2003, 2004 y 2005 quien les habla estaba literariamente "on fire", para usar términos basquetbolísticos. Las ideas y palabras me salían de las mangas, como dicen le ocurría a Capablanca con las jugadas de ajedrez. Cuando escribí esos textos creía haber descubierto cómo y con quién juntar las ideas y las cenizas de mi pueblo. Pero era una ilusión más. Lo que regresa a la mente a propósito de la felicidad acaso se esté despidiendo dulcemente de su aparente importancia. El "velo de Maia" del cuarentón es en versión blues: I woke up this morning, feeling round for my shoes...

Puede que sea la costumbre, la familiaridad, pero Internet ha ido perdiendo la magia, si tal cosa existe fuera de la inagotable ingenuidad del ser humano que uno es. Dominado razonablemente el arte básico de internarse a explorar lo desconocido, de encontrar lo universal humano en toda latitud y longitud, la maravilla se vuelve rutinaria y la atención, con la carga de conciencia del tiempo (¿mal?) gastado en la empresa, rumbea para otros horizontes debidamente racionalizados, a veces más banales que los que acostumbrábamos husmear. Adolescente de otros tiempos, joven de los abominables ochenta, hasta hace poco no le pasaba ni bola a mi presencia física: ni al peinado, ni a la ropa, ni a los zapatos. Ahora me acicalo un poco más, pero es sólo una treta para que no me confundan con los que me llevan diez o veinte años. Una triquiñuela más modesta que, pero tan eficaz como, la de la tintura para el pelo que hacía morocha y espléndida la cabellera, de natural castaña habiéndose vuelto canosa, en el cráneo de alguna amiga que estaba más fuerte que tres camiones Scania y así restaurada aparentaba diez años menos que los reales. De ahí que no escriba casi nunca: ¿para qué repetirse una y otra vez? Uno no es Borges ni Hawthorne ni Stevenson, después de todo.

En algunos aspectos, el tiempo presente es de lo mejor. En otros, no. Comoquiera que me sirva hacer memoria sincera, del pasado también vuelven el acné y los profesores dementes de 1976 a 1980, el nihilismo y los laburos de mierda de 1981 a 1994, la espantosa universidad alfonsinista, la destrucción sistemática de la sociedad por Mr. Palíndromo, y otras desgracias varias (esas señoritas de más de 25 que le siguen haciendo caso a su mamá, esos parientes garcas, esos soberbios pelotudos que nos reclaman humildad y no modestia mientras solicitan que nos quedemos a vivir en sus nubes de pedo tóxico, esos supuestos amigos leales, esos accidentes de todas las vidas que son). Me quedo con el presente y lo que esté por venir, aunque - descuento - estaremos frecuentemente mal acompañados en este viaje.

Un día, increíblemente, moriremos. Esto es lamentable porque, aunque nuestra especie pueda ser como conjunto una verdadera porquería, hay personas que merecerían, en rigor de justicia, sucesivas oportunidades con plena conciencia de sus errores, de manera que en cada vida sucesiva les vaya gradualmente mejor. Porque la suerte y el destino previstos por Borges para su Inmortal son demasiado grises, demasiado lineales. Así, las autoridades del Más Allá podrían disponer que un beato recomenzase su uso del tiempo y espacio terrícolas como amnésico "dalit" maltratado en la India anterior al apogeo de los ingleses, reaparecer reducido en calidad de carpintero guaraní en las Misiones jesuíticas del siglo XVIII, y luego de un tiempo devenir cartonero afortunado en el Londres de Dickens y Thackeray (escritor con lindo segundo nombre: Makepeace, mucho mejor que el mío); posteriormente, un salto en el tiempo le concedería descanso hasta que, gracias a su condición de ingeniero normando poseedor de secretos vitales para la industria bélica, le tocaría zafar de la guerra del 14, aprovechando oportunamente parte del stock de máscaras antigas de rezago para el momento de saludar a su suegra (esa vieja desagradable pero millonaria) durante los sucesivos brindis de Navidad de los años veinte del pasado siglo. Renacido el fulano durante los años cuarenta en el arrabal del mundo ((c) Alberto Zum Felde), cual Lautrèamont de signo inverso, descubriría sus milagrosas habilidades futbolísticas en un partido entre Wanderers y Nacional, y lógicamente terminaría abandonando el falso Oriente para cruzar el charco a bordo de un chinchorro con rumbo al Tigre, como Lavalleja pero al revés, y convertirse en goleador de San Lorenzo, único sitio posible para un crack de tamaña dimensión. Y así hasta abarcar una idea de aumento constante e ilimitado mayor que el de cualquier cantidad concebible de perfeccionamiento humano. En síntesis: hay quienes merecen el infinito y no se les otorga como universalidad.

Retomando el hilo de este discurso, iba diciendo que un día, increíblemente, moriremos. La tendencia que se suele observar en ese momento extraño es a esquivar el sufrimiento por empatía. Yo mismo fui sólo una vez a un velorio, y algo aprendí: el muerto, tío de mi entonces novia, era en vida tenido unánimemente por un sinvergüenza, y en mi opinión probablemente lo fuera, pese a lo cual los mismos que lo odiaban comenzaron a elogiarlo a viva voz ni bien llegados al costado del jonca. Y por consiguiente, violando el principio lógico y epistemológico que veda derivar válidamente conclusiones ajustadas a la realidad a partir de un caso único, declaro que, vistos los antecedentes del difunto y considerando cómo su paso al más allá tornó en excesivos elogios y generalizados clamores por su canonización los insultos y rencores que supo largamente cosechar en vida, puede postularse que tanto más rápido pasaremos al olvido cuanto mejores tipos hayamos sido: mi malevolencia intrínseca me permitirá permanecer en la memoria de la turba popular un tiempo más prolongado que Heidi o Súper Hijitus, pero sustancialmente menor que el destinado al recuerdo del protagonista de aquel velorio.

Ignoro qué decidiré con respecto a esta página web que quise matar tres veces, pero, para el caso que finalmente me decida a finiquitarla, supongo correrá el mismo destino de olvido, más temprano que tarde, que cualquiera de quienes nos precedieron en el camino de la vida. Sin embargo, apunto, de algunas páginas ajenas (de algunos momentos de páginas ajenas, más bien, que no tenemos por qué ser profundos o estar inspirados "full time") suelo acordarme cada tanto. Si la memoria es - como la poesía para Celaya - un arma cargada de futuro, según opina el dueño de un blog español que está en el Revuelto Gramajo, de la misma manera que la felicidad, conforme recopilaron Lennon y Mc Cartney, es un arma de fuego caliente, quienes estén vivos, simplemente, disparen. De eso se trata.

Felices fiestas.