domingo, noviembre 23, 2008

Página para recordar a 'El Amigo Invisible'

«...¡Mira! Mira los miles de linternas que brillan esta noche, en lo alto de este sendero de montaña.-» (tomado de Hotaru-Koi, "Oh, ven, luciérnaga ...", canción infantil tradicional japonesa, en traducción de Chiyo, la dueña de la tintorería de la esquina de mi casa).

El Amigo Invisible se ha despedido de mí por correo. Un correo es una carta misiva, una pieza privada y confidencial. Pero esta en particular puede ser puramente imaginaria, y renuncio al deber de confidencialidad para ejercer la justicia de amigo. Así que, prescindiendo del verdadero texto, que guardado quedará con cinco mil candados, transcribiré en propias palabras lo que, según entiendo, me ha querido decir el buen hombre:

«Estimado Alfredo:

Me presento en tu bandeja de entradas emboscado en este pseudónimo, si bien he usado algún otro y disfrutado de las mismas páginas web que tú en viejos tiempos. Éstos, según debatimos años atrás, no siempre fueron tan dorados como los añoran seres hesiodíacos, mas sí estuvieron vírgenes de decepciones y preñados de ensueños, a la manera de los esfuerzos de personas ingenuas mientras pueden mantenerse como tales.

La nostalgia tiene por real sujeto a nuestra misma persona un poco - o mucho - más joven y menos desgastada por el uso y mero transcurso del tiempo. ¿Qué mejor sitio para ejercerla que el ciberespacio, donde, además de perder lamentablemente parte de nuestras escasas horas, hemos sonreído, discutido, aprendido y, algunas veces, llorado?

Ninguno de cuantos participamos en espacios comunitarios podemos hacernos los distraídos: se supone han sido nuestra templanza e ingenio, unidos a la afición a la belleza o a la verdad, los móviles que nos llevaron alguna vez a ellos. Responsables por nuestra cuota de inteligencia, sensibilidad o rigor tanto como por las de chabacanería, irrespetuosidad y desidia, somos todos igualmente capaces de ambos patrones de conducta. Acaso quien quiere ir por la vida como intelectual profundo debiera aprender a sonreír con algunas ocurrencias groseras, y no sería mal negocio que a cambio de esa graciosa concesión el zafio aceptara remitirse algunas veces a instancias superiores.

Llevo un tiempo largo recibiendo avisos de que, en breve, Aerolíneas Olvido anunciará la salida de su vuelo identificado con un número mayor que cualquier cantidad concebible, eso que en términos matemáticos sería un 'infinito'. Partirá, conmigo a bordo, en un viaje desde este, El Mejor de los Mundos, con destino a la Tierra de los Seres Imaginarios, que tales nos volvemos al perder la capacidad de narrarnos. Impedidos de justificar nuestros hechos, actos y miserias mediante el empleo de la propia voz, nos tornamos entonces sujetos de la ajena fantasía; a veces, la tal acierta a aproximarse bastante al que realmente fuimos, haciéndonos justicia mediante la zoología quimérica.

Si nos negamos a hacer la parte a que tenemos derecho en la efervescencia del vino espumante dentro de la botella de la vida, nuestros epitafios dirán, como el de John Keats, "Here lies One whose Name was write in Water". A mí me gustaría que lo del 'cuerpo social' fuera cierto, que la memoria histórica y la elaboración colectiva de la cultura se hicieran presentes, y las futuras generaciones pudieran sonreír fugazmente ante nuestras tumbas como lo hacen quienes leen este otro: "The body of Benjamin Franklin, Printer, Like the Cover of an old Book, Its contents torn out, And Stript of its Lettering & Gidding, Lies here. Food for Worms. But the Work shall not be lost, For it will as he believ'd appear once more In a new and more elegant Edition Corrected and Improved By the Author". Conocido tan espléndido mensaje, no considero haber hecho méritos suficientes para asociarme al Pararrayos Fútbol Club. Pero he intentado, en mis raptos de lucidez y bondad, ser digna parte del fluido Dom Perignon, aunque en otros momentos haya vivido resignado a soportar sobre mi gaseosa y fugaz presencia un estrecho pasadizo de vidrio obturado por un mero trozo de la corteza de un alcornoque cualquiera.

Desconociendo tu rostro, tu voz, y apelando a que sepas ejercer en adelante lo que entiendo es tu capacidad para mejorar alguno que otro de los caminos que circunstancialmente transitas, hagan o no intersección con el mío, me despido anónimamente, sonriendo, acaso, con alegría en los ojos y paz en el corazón.»

Allí lo imagino a mi corresponsal, sosteniéndose en suspensión mientras sujeta su correspondiente lucecita de peregrino, en marcha rumbo a la cumbre del monte que corona nuestro melancólico mundo flotante. ¡No hay más tiempo que perder!: los que venimos detrás también llevamos por linternas tan insuficientes antorchas. Como un puntito luminoso entre tantos que se alejan cuesta arriba, vamos a hacer otro intento, otro más, por conservar la ilusión... Verba volant, scripta manent.

martes, agosto 19, 2008

CERRADO POR REFORMAS

Esta dignísima bitácora variará su configuración, diseño y algunos contenidos. Hasta nuevo aviso, pueden ustedes perderse a voluntad y placer en los laberintos virtuales de provechosos enlaces a páginas de interés reunidos en el margen bajo el gastronómico título "Revuelto Gramajo".

Volveremos, y seremos millones, en cuanto la página quede presentable y nos vengan ganas de publicar algo, tarea la primera que demorará un tiempito más bien largo y evento el segundo cuya fecha aproximada somos (pese a nuestra predicada superioridad moral e intelectual sobre los profetas, curanderos, astrólogos y psicobolches) completamente incapaces de pronosticar certeramente. Hasta tanto una y otra cosa ocurran, iremos haciendo limpieza: la vieja y querida corrección de estilo, secuela literaria de las mutaciones morales y estéticas propias de personas con "vida interior" que se descubren habiendo dicho alguna gansada y proceden a enmendar el estropicio. Y así, permanecerán los textos que lo merezcan, se defenestrarán los que el autor considere impresentables, se corregirán cuantos parezcan susceptibles de mejora, y una vez retomado el oficio bloguero se incorporarán otros que en ejercicio de mi destacado rol de demiurgo de verdulería juzgue se deban añadir.

Reciban, oh víctimas, un cordial saludo, y gracias por haber pasado.

miércoles, julio 30, 2008

Fantasías animadas de ayer y de hoy

Aunque me aparte de la bitácora, no puedo evitar escribir. En papel, sobre pizarras o aprovechando campos de escritura virtual en computadoras. Siempre escribo. Sobre todo, alegatos, recursos, peticiones administrativas y cartas documento. Debo ser el literato más insultado por los receptores de su arte que jamás haya conocido el mundo. Para ahogar hondas penas que tengo, entonces, en vez de rubio champán, uso libros, revistas e Internet: leo. Escribo y leo. A veces la lectura me descubre lugares, personas y situaciones reales y palpables. No bromeo. Tampoco me he vuelto loco (espero).

Lleva razón el autor de "Palimpsestos" en cuanto a que ciertos personajes literarios, sobre todo entre los femeninos, nos impactan tanto como una rotunda persona corpórea, respirante y oliente. También puede suceder que un lector haya desarrollado una sensibilidad que le permita incorporar, pongo por ejemplo, a sus amantes favoritas de carne y hueso en la galería de tipos femeninos que gusta encontrar en las creaciones del imaginario de los vocacionales de la letra impresa, hasta no poder distinguir de las proyecciones emotivas halladas en sucesivas adquisiciones literarias a la amiga de ojos soñadores de la Universidad, la compañera de oficina de buena delantera y espíritu guerrero, la perfecta desconocida que le sonrió en el colectivo, la demasiado conocida que se le entregó en el tálamo nupcial, la chica que se apretó en aquella discoteca de moda o la esforzada trabajadora del desprestigioso lupanar.

Podemos tropezarnos durante nuestras andanzas con descripciones hechas de mano maestra que permiten instalarnos en el estado de ánimo de los personajes y sentirlos tan vivos como si fueran parte de un recuerdo histórico propio. Así sucede con la notable descripción de la fiesta de cumpleaños irlandesa que en "Los muertos" hace James Joyce. Supongo todo esto guarda relación con aquellas series de virtudes y defectos que por razones personalísimas agradecemos descubrir en nuestras experiencias, eso que algunos reconocerán como "mitos o tipos literarios" y contumaces lectores del Dr. Jung (no soy capaz de explicar por qué, este psiquiatra siempre me evoca al jurista Carl Schmitt) aludirán como "figuras arquetípicas" del "inconsciente colectivo". Y marchen los correspondientes saludos para Charly. Esas tipologías funcionarían por aglutinantes culturales. Se repiten, una y otra vez, hasta redondear ciertos rasgos elaborados colectivamente y, ya condicionada la imaginación de uno cualquiera vaciado en ese molde, el entonces lector se anticipa a completarlos con otras percepciones procedentes de su experiencia con la realidad y la ficción. Tiene esa carga, según parece.

En el caso de los arquetipos del psiquiatra suizo, encajan perfectamente dentro de la literatura alemana o inglesa, y la norteamericana romántica. Si el autor de turno resulta escribir desde Jujuy, China, Japón, México o la Europa del Mediterráneo, por citar unos cuantos ejemplos, seguramente nos convendrá cambiar de tipos ideales antes de leer, si es que vamos a emocionarnos. Como bien sabía Borges, sujeto que se la pasó adaptando los góticos y escandinavos para su uso grecolatino, la variedad de arquetipos demuestra que los seres humanos tenemos las mismas emociones y pensamientos, sí, pero cada cultura invoca a unas y otros con distintos rituales. Personajes de narraciones de Baroja o Marsé, Pavese o Pratolini, Azuela o Rulfo, Akutagawa o Liu Shin, no responden demasiado exactamente - ni por joda - a esos tipos literarios germánicos anteriores a Jung y ni que hablar a la "globalización", como sí lo hacen los de Conrad, Stevenson o Hawthorne. Pero les juro que unos cuantos de ellos también están vivos. Entre nos: acabo de venderle unas canillas de bronce viejas al botellero Java, sin ir más lejos. Fue por motivos sentimentales: llevaba años sin ver pesar con una romana. También, tipos y arquetipos al margen, en los poemas de alguno de esos autores hay una vieja conocida del género humano que está indudablemente viva, aunque su función o nicho ecológico resulta ser dejarnos a todos sin aliento. No menos carnales son los amantes y el melancólico dueño de casa de unos poemas de Ferrater y Manuel Castilla, respectivamente, que ya hemos citado años ha por aquí.

El Néstor (tranquilos, que hablamos de otro Néstor ;-)) continúa impresionado con María Iribarne, personaje de la novela "El túnel", del casi centenario escritor Ernesto Sábato. En busca de las emociones primarias que ese personaje femenino le suscitara, desoyó el mandato de los sabios que comprenden la imposibilidad de ser otra vez aquel inocente de la primera emoción, y trató de hallar su ejemplar editado por Seix Barral, el mismo en que descubrió la tenebrosa historia de Juan Pablo Castel. Y el retorno se frustró, porque no lo pudo encontrar. Difícil situación la de nuestro colega bloguero, esa de andar por la vida sumamente preocupado, buscando obsesivamente entrar en relación inmediata y directa con determinado ejemplar de cierta edición de un libro, esperando devuelva, por su hermandad editorial con aquel nuestro ejemplar de la experiencia prístina, el encanto del primer enamoramiento o admiración por un personaje de ficción, que es, arquetípicamente, el del primer encuentro con alguna persona posible en el mundo de los vivos.

Por su parte, un ciudadano tripero en el exilio conocido en estos bytes como "El Flaco" reconoció en comentarios al blog de referencia haber sucumbido, cuando lector platense recién estrenado, al prodigioso misterio, sensualidad e insania de la porteña de Barracas Alejandra Vidal Olmos, creada por el anciano novelista vilmente adicto al León para ejercer de protagonista en su "Sobre héroes y tumbas". Respecto de esta novela debo apuntar que los caracteres de ficción de la historia principal (Alejandra, Fernando, Martín, los camioneros, y algunos otros personajes secundarios) tienen más vida que los decimonónicos presentados en la historia paralela, salvados todos éstos por la verosimilitud de un arquetipo: el sargento Aparicio Sosa. Cuando la edición "Piragua" de 1966 llegó a mis manos, dos décadas más tarde, ya no tenía las tapas, y hube de reconstruirlas con dos cartones recuperados de blocks anotadores, cuerina, papel encerado, cola vinílica e ingenio. La primera persona con quien comenté esta novela fue un todavía hoy amigo escasamente afecto a la persona de Sábato que suele lamentar la admiración dispensada a través de esa narración ya clásica hacia Lavalle, personaje histórico que fue durante su vida de actuación ligeramente lamentable. Pero no viene al caso, porque el general termina siendo un saco de huesos envuelto en un poncho celeste, y de todo el resto nos queda en la mente Aparicio Sosa, símbolo literario de miles de desconocidos a quienes antes, entonces y después mandaron hacer cosas terribles y de dudosa utilidad social: "vaya y derróquelos a esos incivilizados". Apuesto doble contra sencillo que en las tropas de Oribe que perseguían a los fugitivos de la Legión iba un mellizo de este Sosa, con la consigna: "alcáncelos y reprímalos a esos salvajes".

Lo haya querido o no, el oriundo de Rojas celebró no al insensato Lavalle, torpe catalizador de nada menos que veinte o treinta años de guerras civiles, sino al sargento Sosa, a todos los sargentos Sosa. Bien pensado, no sé cuál de los "errores morales" que se pueden atribuir al residente de Santos Lugares resulta ser 'más pior'. O acaso uno de esos vicios conlleve al otro; acaso el aristócrata en armas no pueda ser, en la literatura compuesta por escribas de determinada formación cultural o extracción social, sin la compañía de alguna especie de escudero fiel desposeído de voluntad autónoma. Sosa jamás sería puesto, ni siquiera por broma, por ver qué hará con el poder, pobre hombre inexperto, en el gobierno de Ínsula Barataria alguna. No osaría tal cosa Sábato ni tampoco mi amigo el criticón, que dice es en estas pequeñeces en las que hemos de buscar la explicación a ciertas contradicciones vitales del novelista y ensayista durante los sesenta y setenta, y al final veo que va a salir teniendo razón. Cosas que ocurren, el buen narrador Ambrose Bierce también fue sargento, pero en la vida real, y no guardó buena opinión de sus superiores, aunque combatía para "los buenos", y le tocó - supuestamente - vencer. Marche mi saludo para el civil sureño ahorcado en "Un incidente en el puente sobre el arroyo del Búho". Que también él, gracias al sargento Bierce y su pluma, está vivo.

En la entrada anterior hablábamos de cierto grupo social de los comicios centuriados romanos, el de los proletarii, ciudadanos que combatían de a pie y malamente armados, estamento al que cuando tocaba el turno de votar invariablemente las centurias de æquites habían repartido, con las mayorías rituales, todo el pescado castrense, y en cuya desventura se inspiraron autores políticos del siglo XIX para referirse a unos nuevos europeos desposeídos contemporáneos suyos. Por ahí va la cosa, aunque este Aparicio Sosa de la novela de Sábato gozara ya de la ventaja de al menos hacer la guerra a caballo. Anda todavía "Sobre héroes..." en un estante, cerca de "Boquitas pintadas" de Manuel Puig, otra novela rica en personajes inolvidables, gran parte de los cuales existieron realmente en Villegas y su puesta en circulación nacional e internacional por obra y gracia del autor costó a éste algunos conflictos con paisanos suyos que, heridos en la preservación de su intimidad, no consideraron las ventajas de la impersonalidad que ese juego de recreación otorga ante terceros a quienes son genuinos caracteres históricos. En efecto, todo heredero o amigo de la persona física inspiradora del alter ego literario debería permitirse un magnánimo perdón de la travesura. Porque dama inmoral en una pequeña urbe repleta de correveidiles y preocupados por el "¿qué dirán?" puede ser, con mediocres resultados pero con su verdadero nombre y apellido, una señora o señorita cualquiera, pero que nuestra propia tía abuela pueda devenir bajo nombre supuesto atorranta calificada arquetípica de las letras argentinas y se le reconozca oportunamente ese mérito es cosa de la que podremos estar ciertamente orgullosos: "¡Aaah!" -dijo uno- "Esa Francisca que participa en la orgía con dos PM marines negros y un prisionero japonés que se relata en el capítulo cuarto de 'La ramera de Okinawa', novela histórica del afamado literato inglés Sir Stephen Lighthouse, y celebrada como protagonista arquetípica por los mejores críticos literarios de Oxford, Cambridge, Princeton y la Universidad Popular de la Boca, bueno, esa en la realidad histórica era mi abuela Anita, para que usted sepa, y puede leer la reseña en 'The Guardian', si no se duerme antes de llegar al suplemento literario de ese voluminoso periódico"... Cotéjese esa actitud con la que asumen algunas personas orgullosas por otro motivo cualquiera de su árbol genealógico, desciendan o no de próceres y díganme si no viene a ser lo mismo, a los efectos de la literatura y sus figuras arquetípicas, ser el nieto de la ramera de Okinawa que el chozno de un lord inglés, pongamos por caso Bertrand Arthur William Russell (que descuento se manifestaría cínicamente de acuerdo con mi insignificante opinión).

Los libros viejos suelen llegarnos, o volver a nuestras manos, si es que eran ya del propio dominio, con pequeños testimonios de nuestros congéneres: dedicatorias a personas desconocidas, olores a ignotos tabacos de distinta textura, hollines diversos, notas marginales y subrayados unas veces acertados e iluminadores y otras superfluos y hasta incomprensibles, aun irritantes. Cuando manipulamos un ejemplar a cuyo anterior poseedor o tenedor hemos conocido, no pocas veces nos vuelve un poco de él o ella en el momento de la contemplación y/o de la relectura. Mi ejemplar de "El Túnel" es de otra edición distinta de la añorada por Néstor: la de EUDEBA de 1966, revisada por el propio Sábato. Acaso fuente de la de Seix Barral. Tapas enceradas negras y flexibles, hojas interiores de papel berreta (porteñismo que inmortaliza a un verdulero del siglo XIX famoso por vender bazofia a su clientela en el desaparecido Mercado del Plata, que quedaba en la cortada Carabelas, y equivale no tanto a nuestro más moderno vocablo "trucho" como al españolismo "cutre"). Papel de calidad similar a la del que usaba Minotauro, es decir la típica presentación de las colecciones populares de libros que se vendían en quioscos de diarios.

De esa misma serie conservo las inquietantes "Falsificaciones" de Marco Denevi, que encontró la felicidad dejando de escribir, premio Kraft de 1955 mediante, enojosos alegatos, recursos, peticiones administrativas y cartas documento. Desde que la leí a los doce años, en 1975, me persigue la impresión que me hizo la "Falsificación" del supuesto primer cuento de Kafka atribuido a un número de la revista praguense "Der Wanderer". Relato de ambiente judicial, revela al lector avisado la incidencia del ambiente sobre la psiquis del escritor, los fatigosos recuerdos del Palacio de los Tribunales de Injusticia alojadas en las circunvoluciones cerebrales de don Marco, oriundo de Sáenz Peña, una estación de ferrocarril - o algunas paradas del 105 - antes de Santos Lugares, donde reside Sábato. Yendo desde Baires, claro: Partido de Tres de Febrero, capital Caseros, donde la batalla famosa. "El nombre" (del condenado), dice un narrador que cobra vida desde la hábil pluma de Denevi, "me parece conocido. ¿No será el mío? Pero ahora yo soy el Juez, y firmo las sentencias". Extraordinario. Lo que hace a la mente del letrado, en la Praga de los Habsburgo o en el Buenos Aires de Perón, laburar en compañías aseguradoras. Y, bien mirado, lo que puede hacer un buen cuento sobre la mente de un preadolescente. Mucho más adelante llegué a dar con el Dr. Max Brod, y comprendí que su amigo Franz no fantaseaba mucho más que cualquier otro letrado, y los verdaderos alegoristas y fantasistas son quienes no entienden que sus obras nos hablan del horror cotidiano de las sentencias y las medidas cautelares.

De la colección de Seix Barral a que pertenece la edición de "El túnel" añorada por nuestro ciberamigo ("Literatura contemporánea"), impresa en Sta. Perpetua de Mogoda, Barcelona, sobre un papel elaborado con los detritus más execrables de la península ibérica como vil materia prima que rápidamente se puso ocre, revelándose todavía peor que el que usaba Minotauro en los sesenta y setenta, conservo, además de la obra completa del maestro Juan Rulfo y el recuerdo de Abundio, una "novia" llamada Marie, coprotagonista de las "Opiniones de un payaso" de Heinrich Böll, autor al que hasta 1984 desconocía y a partir de entonces tengo como uno de mis favoritos, al punto de haber intentado leer alguna de sus obras breves en alemán, de lo que fui oportunamente disuadido por una amiga provista de atributos tan convincentes como un buen irse, un conveniente apellido de siderúrgica renana y vasta pericia en el uso de la lengua teutona, que me hizo ver la conveniencia de desistir de ejercer de políglota. No tiene nada que ver, pero ahora que escribí "políglota" he recordado un inmortal letrero en el almacén de cierto amigo de mi abuelo, que anunciaba, en mayúsculas trazadas, o mejor dicho garrapateadas, con fibra negra junto a una lata de mercadería comprada al mayorista para venderse fraccionada al peso: "POLVOS DE ORÑIAR". Ni Quino lo hubiera imaginado mejor. Discúlpese mi apartamento del asunto principal, pero es que, como aquel Hans Schnier, el clown de Böll, que extrañaba a su Marie cuando la sensatez aconsejaba buscarse una mina mejor que esa turra, yo soy un payaso al acecho, y colecciono momentos...

Volvamos a donde creo recordar que íbamos: personajes puramente imaginarios o acaso inspirados en amores carnales o platónicos de nuestros escritores favoritos pueden resultar más "vivos" para el lector que sus amantes, vecinos, amigos, familiares, compañeros, enemigos y acreedores de carne y hueso. Esto llega al punto de que a veces se termina amando obras literarias que están lejos de ser un prodigio técnico simplemente porque se encuentra en ellas un personaje que evoca los climas vitales en que ese lector se siente a gusto. Un profe de Literatura del secundario te haría pelar el lápiz y anotar al margen esta observación: "cenestesia", como si estuviéramos ante las iluminaciones de Blake, Whitman o Li Tai Po. No tiene que ver sólo con la buena técnica del autor, sino con la circunstancia de ser los receptores de su arte quienes finalmente le ponemos sentido y significado a la historia que se nos ofrece. Y a saber si nuestra emotividad tiene o no alguna relación con la que inspiró al escriba.

Me ha ocurrido no sólo con perfectos redactores de gran habilidad, sino también con autores con imaginación de guionista cinematográfico apareada con una poco sugestiva aptitud para la ejecución literaria, tipos con mente de esteticista británico de 1890 y modales de encargado de corralón de materiales porteño de 1920, caso de Roberto Arlt. Lo que me hace recordar que también personajes femeninos de algunas películas me han llevado a emociones similares. Curiosamente, no me ha sucedido nada parecido con personajes de piezas de teatro: yo en el cine juego fútbol y en el teatro ajedrez. Pero ahora sé por qué extraños caminos un devoto de las morochas como un servidor recuerda con agradecimiento ciertas interpretaciones de Ingrid Bergman o Lauren Bacall, que no son del club de las brunettes. Alguna canción que supo entonar Baglietto ("¡Vaya una vida!"), a medio camino entre el virtuoso sonido Knopfler de los Dire Straits y las letras del primer Joaquín Sabina, cuando las canciones del cantautor colchonero eran susceptibles de distinguirse las unas de las otras, decía eso de "...si voy al cine es por consuelo, porque Ingrid Bergman tiene tu pelo: no te exagero, en estos meses, vi Casablanca cuarenta veces..." Creo que Bogie y el autor de la letra debieron tener una seria conversación en el bar de Rick, porrón de ginebra y Smith & Wesson del 38 o Star de cachas nacaradas de por medio.

Trabajando sobre la misma idea que expresó a su manera Néstor y es - nuevamente - otro de los argumentos ocultos, hace bastante tiempo se escribió este texto que sigue, a partir de una historia que me contó alguien muy cercano en los afectos y añadiéndole retazos de otra que leí en el borrador de un cuento ajeno cuya autora decidió, muy al estilo de Sábato o Macedonio, entregarlo a las llamas purificadoras de un artefacto abastecido por Metrogas, ese "noble y gran co-autor", benefactor y auspiciante de la genuina crítica literaria:

Bosquejo para novela

Ella aparentaba ser soñadora, sensual, culta, viajera, con un cierto voluble deje adolescente en la conducta. Él se sabía huraño, estoico, curioso, informal, desaforadamente capaz de imaginar y poner sus ensueños por escrito; apostó al instinto y ganó.

Se conocieron sin verse, y luego se fueron contando sus historias, o las que ellos dijeron ser sus respectivas vidas. La primavera (o el otoño, quién lo sabe) les trajo la flor del romance, que se prolongó, fuego fatuo, otro largo semestre.

Ella tenía enormes ojos negros en los que a él le gustaba perderse. Él la miraba con pupilas de lo que el Dr. Macedonio Fernández del Mazo llamara "un inútil color azul".

La vida transcurría suave, descubriéndoles el significado de la palabra "felicidad".

Pero como todo lo que es tiene su fin, sus trayectorias, reunidas por un improbable azar, nuevamente divergieron. Se sabe que los dos lloraron mucho, uno a continuación de otro, a bordo de un moderno aeroplano ella, frente a un obsoleto artefacto cibernético él.

Ella se reveló también capaz de mostrarse mentirosa, autoritaria, manipuladora y altanera. Se recicló en un infinito relato circular de los despojos de su mejor versión.

Él jamás pudo quitarse la decepción de encima. Siguió siendo el mismo, pero nunca más sus palabras volvieron a tener la misma eficacia que en aquel principio. Y ya no volvió a componer escritos con lápiz y papel.

A cada uno de ellos le hubiera gustado saber si era posible que al otro le ocurriera lo mismo. Se preguntaban si esto que sucedía era lo que se conoce como "haber llegado a viejo". Querían aprovechar su tiempo.

Sólo cinco años transcurrieron entre el principio y el fin. Cada uno de ellos se sentía, sin embargo, quince años mayor que la edad indicada por su partida de nacimiento. "Algo" del otro les quedó para siempre en sus maneras, en sus recuerdos, en su mirada.

Nunca se volvieron a ver.

miércoles, julio 23, 2008

Tiempos excepcionales

"No se ha de aspirar a que las constituciones expresen las necesidades de todos los tiempos. Como los andamios de que se vale el arquitecto para construir los edificios, ellas deben servirnos en la obra interminable de nuestro edificio político, para colocarlas hoy de un modo y mañana de otro, según las necesidades de la construcción. Hay constituciones de transición y creación, y constituciones definitivas y de conservación. Las que hoy pide la América del Sud son de la primera especie, son de tiempos excepcionales."
[El Dr. Juan Bautista Alberdi nos explica, siguiendo a Jeremías Bentham, eso de que "la única verdad es la realidad"; la cita es del capítulo 10 de "Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina", edición del Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1984, página 41.]

Nuestra Constitución (su texto de 1853 inspirado en el modelo de "Las bases" de Alberdi, pero también después que el mitrismo y "Chapita" Sarmiento, la generación del '80 y Roca, el primer peronismo, los sediciosos de 1955, Lanusse y finalmente el Pacto de Olivos le metieran sucesivamente mano) es por lejos mucho más liberal que la norteamericana original. No requirió ninguna enmienda para abolir la esclavitud, y a los inmigrantes legales se extendieron las mismas declaraciones, derechos y garantías que a cualquier ciudadano sin deber incorporarse para su ejercicio a servir en la Guardia Nacional (antes de la Constitución, la Argentina solía intimar a los extranjeros residentes a empuñar las armas, salvo convenio internacional expreso con su Estado de origen). Tiene desventajas. Por ejemplo, que la práctica patria no haya sido publicar el texto primitivo seguido de "enmiendas", como hacen los malvados norteameriyanquis. Según estilan los iberoamericanos bravíos que jamás se equivocan y entierran a sus enemigos en sitios donde no se los pueda encontrar ni por error, las autoridades nacionales se limitan a una tarea editorial propia de un censor: sustituyen eso que al enmendante no le agradaba e injertan en su lugar la norma nueva sin dejar rastro alguno de la anterior. Las ediciones no reflejan cabalmente la evolución histórica, y si usted no estudió para abogado está verdaderamente jodido: no podrá aprender de una primera lectura de la Constitución algunos rudimentos de nuestra historia. Un maldito (norte) americano alfabetizado y lego en Derecho sí que puede hacer lo propio, sea para alabar a sus instituciones o hacer apostasía de ellas. En cambio, una mayoría de argentinos ignora que a su Constitución una vez la reformaron unos señores que ganaron una parodia de guerra civil, otra vez la derogó por decreto una dictadura a fin de anular lo dispuesto por la última Convención Constituyente, y ya más cerca de nosotros fue enmendada por ley del Congreso, pues los numerosos salames reunidos a costa del contribuyente en Convención Nacional Constituyente se olvidaron de sancionar un nuevo artículo, que además cambió de número.

El Artículo 1º continúa diciendo desde 1860: "La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal, según la establece la presente constitución". Pero los textos originales del anteproyecto del tío Alberdi eran técnicamente mucho mejores, porque proponían: "Artículo 1º: La República Argentina se constituye en un Estado federativo, dividido en provincias, que conservan la soberanía no delegada expresamente, por esta Constitución, al Gobierno Central. - Artículo 2º: El Gobierno de la República es democrático, representativo, federal... (etc.)". Es decir, "representativa republicana" es la forma de GOBIERNO, mientras que lo "federal" es la forma del ESTADO nacional, que se adopta para mejor controlar "representativa y republicanamente" el territorio y repartir democráticamente deberes y garantizar derechos a las personas. Nótese que los señores convencionales constituyentes se cargaron oportunamente el "democrático" que había puesto el tío Alberdi, que se los veía venir, aduciendo los tales patricios argentinos que "democracia" era sinónimo de "representativo republicano", cuando ya entonces, 1853, se sabía que no, al menos por estos pagos. Los sucesores de estos legisladores de la "unidad nacional" (o casi todos ellos, porque alguno habrá sido honrosa excepción) pondrían el acento en ese sesgo antidemocrático al vaciar, una vez sí y la otra también, a las instituciones patrias de contenido y reducirlas a las formas que justifiquen el uso de la fuerza pública o la coacción sutil contra el pueblo, para que, asustado, acepte por legal lo que no lo es.

Cuanto discutieron respecto de ciertas normas tributarias, durante cuatro meses, por una parte entidades agrarias representantes de distintos estratos de la "burguesía nacional", y por la otra el Ejecutivo Nacional y aves migratorias adjuntas, no es ni por asomo una mera cuestión fiscal. Lo tributario fue apenas un indicador del conflicto existente entre la realidad, la técnica económica y jurídica y el maltratado sentido común, por una parte, y los usos obsoletos y antidemocráticos de la clase política argentina, por la otra. Además, el largo despelote permitió apreciar una vez más el ridículo antieleático de ciertas corrientes del pensamiento político criollo que han jurado siempre querer favorecer el desarrollo de una "burguesía nacional" a fin de mejorar el futuro económico de nuestra sociedad en su conjunto, blablabla, a la vez que continuamente denigran a un maléfico ente social difuso calificado genéricamente como "clase media", "medio pelo" o "pequeña burguesía", cultivando así la paradoja de que una cosa pueda ser y no ser buena o mala a un tiempo y acerca de un mismo respecto, cual Abraxas, ya que no Jano Bifronte. El populismo patrio se nutre con frecuencia de opiniones hermafroditas y escasamente calificadas en el plano técnico, que no sólo nos alejan de la realidad sino también conducen al colectivo social a paradojas de catástrofe ferroviaria: si uno se para en medio de la vía del tren cuando está llegando el expreso y no se corre, luego no puede pretender que el maquinista es el tarado, ¿verdad? Bueno: el tren llegó, y poco me extrañaría que la formación ferroviaria transversal los pise también en el recorrido de vuelta. Deberían hacerse amigos de la realidad como en el 45, y dejar los mitos para los poetas. No se puede caminar por la vía y manejar la locomotora a la vez.

El "gobierno republicano federal" se ejerce territorialmente, en nuestro sistema, a partir del manejo federal de las rentas generales de la Nación, los dineros públicos, que permiten a los gobernantes locales completar los costos de las actividades estaduales. Lo que Papá Estado federal reparte a las Provincias son valores excedentes de fondos que recauda en nombre de todos los Estados argentinos por facultades que la Constitución Nacional o los "representantes del pueblo" han puesto en cabeza de aquél.

La repartija de ese superávit, por muy reglada que se encuentre para cubrir las apariencias, se realiza desde tiempos remotos conforme el Sistema Argentino de Simpatías y Antipatías Políticas (SASAP). Según el buen criterio de los circunstanciales ocupantes del Ministerio del Interior y el de Economía, Papá Estado federal, personificado por el Poder Ejecutivo, aplicará el SASAP y así repartirá o prorrateará, que no siempre será lo mismo, entre sus autonomías una cosa llamada "A.T.N.", que - esta vez no se trata de un chiste - no es la sigla de ningún sindicato ni de un modelo de tanque berreta "made in May Field" ni de un nuevo piretroide distribuido por una pérfida multinacional de los pesticidas, sino la abreviatura de los "Aportes del Tesoro Nacional". No ahondaremos en detalles acerca de la enrevesada metodología que pone en práctica el SASAP para ejercer este deber social de Papá Estado respecto de sus veinticuatro sucursales, pero sépase que los "A.T.N." son de uso discrecional porque fueron creados para ayudar a las Provincias a cubrir desequilibrios financieros, económicos y sociales que en realidad, si hubiera federalismo, no deberían tener. El procedimiento instituido por costumbre política viene a ser, en síntesis, y como pasa casi siempre que se otorga a un político una facultad discrecional, similar a la "doma" a que los pirados adictos a sadomasoquismo someten a otros pirados a quienes gusta les peguen para que tengan y guarden. Imaginen algo a medio camino entre la ficción del pueblo de frontera norteamericano donde ejercía su sagrado ministerio televisivo el Sheriff Lobo y la genuina e histórica Rusia zarista, o entre los ridículos textos del estúpido del Marqués de Sade y las fantasías eróticas de Mademoiselle de O. Si usted es argentino o uruguayo, ya lo sabe: en el mejor de los casos, entre el Pinchinatti de Espalter y el Dictador de Costa Pobre que representaba Olmedo.

El unitarismo de facto ha perdurado gracias a la notable incapacidad de los argentinos para dotar a sus muy autónomos Estados Provinciales de constituciones en que los municipios dejen de ser descentralizaciones de derecho administrativo local para transformarse en verdaderas entidades autónomas, circunscripciones cuya sumatoria coordinada por ley haga realidad la personalidad política de la Provincia gracias a una mayor participación de los sectores sociales más dinámicos, disminuyendo el desconocimiento entre unos agentes y otros, eliminando tensiones, y reduciendo al mínimo los fatigosos deberes del funcionario público a partir de las relaciones de coordinación libre así establecidas. Lejos de eso, los Gobernadores se toman tan en serio el cómodo precepto constitucional según el cual son "agentes naturales del Gobierno federal" (actual artículo 128, antiguo 110) que puertas adentro de sus territorios terminan por ejercer un despotismo fiscal análogo al que sobre ellos ejerce cualquier ocupante, idóneo o incapaz, de la Rosada. Ni siquiera en la Capital Federal, o lo que queda de ella, ha sido posible descentralizar en comunas que funcionen como tales. La intervención "federal" de facto a través de los aparatos políticos es mayor en la urbe porteña que en cualquier otro sitio de la República. Si yo fuera cierto ex presidente de determinado club de fútbol, envidiaría al día de hoy las libertades de que el Gobernador de Jujuy o el de Tierra del Fuego gozan gracias a residir donde Judas perdió el poncho.

Por eso, una desobediencia civil al mejor estilo del ínclito compañero Mr. Henry David Thoreau, célebre ácrata norteamericano contemporáneo del Dr. Alberdi o el Gral. Peñaloza, y también muy consciente de que el patriotismo no es el último refugio de los sinvergüenzas, como creía ingenuamente el Dr. Samuel Johnson, sino que por el contrario suele ser el primero de ellos, una rebeldía así, decía, ejercida oportunamente por quien pueda hacerlo, ante una medida antipopular (por ende, antinacional) como el aumento confiscatorio de otro tributo dictado por una autoridad no facultada por la ley para ello, no es sino un reclamo por el verdadero federalismo, el que todos invocan pero siempre ha sido soslayado, y que comienza por el aspecto fiscal. ¿Cómo sostener a Papá Estado si sus exacciones se nos hacen incontrolables, y con nuestro propio dinero nos corren a cada rato con la sábana para que hagamos lo que no tenemos por qué hacer, según se supone nos garantiza el texto del artículo 19 de la Constitución inspirada en el tío Alberdi, y según ratifica su interpretación judicial "a contrario sensu", de la que se deduce que Papá Estado no debe hacer nada que no le esté expresamente permitido?

Algunos individuos revoltosos, durante el llamado medioevo europeo, claro está que no los pobres muy pobres, que nunca cortan ni pinchan ni tienen con qué pagar y por eso, desde el tiempo de los 'proletarii' romanos, los llevan de las pestañas como carne de cañón a todas las guerras y batallitas políticas, sino otros señores que pudieron apretar en debida forma al rey, lo solucionaron con la famosa norma fundante de la futura democracia liberal, recogida en el viejo artículo 44 argentino que ahora es el 52, y remite a Diputados como instancia exclusiva para iniciar debates sobre impuestos (para que no desvalijen a la 'burguesía nacional' sin contraprestación) y movilizaciones de tropas (para contentar a los 'proletarii'). Los revolucionarios norteamericanos fueron bastante claros en cuanto a los alcances de este concepto jurídico elemental de la democracia: "Taxation without representation is tyranny", dijo uno de ellos.

Perjudicar intencionalmente al mandante genérico es mala praxis y hasta delito. Salvo que uno tome la precaución de hacerse elegir diputado nacional con el voto de ese mandante, y, previo clamor de su partido contra la pérfida democracia formal burguesa, puede entonces levantar la mano obediente y votar afirmativamente por una norma tributaria que según todos los manuales conocidos y por conocerse enriquecerá más a los amigos de quienes la proyectaron y seguramente impedirá que otros se enriquezcan, además de disuadirlos definitivamente de trabajar, invertir y gastar en el país. Aprobar un proyecto que hará que un empresario se lleve su ganancia a Suiza en vez de invertirla en Sunchales, Arrecifes o General Deheza, o al menos gastarla en el Casino de Mar del Plata o algún prostíbulo, y que simultáneamente dejará en la lona a quienes vivan "al día" y no puedan eludir el cumplimiento del tributo ilegal ni pirarse con la familia a otro país tras arruinarse por haber invertido en trabajar es, según estos personajes que embolsan mensualmente el equivalente mínimo a dos sueldos de un gerente de Banco, patriótico. El refugio de los sinvergüenzas, again. Pobre Patria. Ahora, además, nuestras ínclitas autoridades, armadas con los fondos del Tesoro Nacional, corren patrióticamente en auxilio de empresarios españoles torpes cuando sus negocios amenazan ruina.

Pasemos a lo de "gobierno representativo". Según el artículo 22 de la Constitución Nacional, transcripción casi textual de los artículos 25 y 26 del anteproyecto del tío Alberdi, "El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición".

La teleología del artículo 22 nos parece una esmerada joya de la Filosofía del Derecho liberal y demócrata. Pero, sin contar que cuando alguna fuerza armada con cierto respaldo popular por activa o pasiva se irroga el derecho de matarte a corchazos no hay quien la pare, ocurre que los representantes del pueblo o diputados y los representantes de los Estados provinciales o senadores no son imagen, símbolo o brazo ejecutor ni de sus votantes ni del bien común de sus respectivos distritos. Integran -salvo excepciones - una clase política que se ha cerrado en OLIGARQUÍA (en el sentido técnico que a esta expresión se da en sociología desde Pareto, Michels, Joaquín Costa y otros sujetos por el estilo, y única acepción conocida fuera de la Argentina). No es un fenómeno exclusivo de la Patria, pero no es casual que en nuestras Universidades uno pueda detectar una cantidad impresionante de pintorescos expertos en "Ciencia Política", más conservadores retrógrados o más declaradamente progres, según los casos, cuya prédica evangélica se destaca por parecer intencionadamente dirigida a aprovechar el análisis de cualquier prestigioso estudio académico de algún maestro del ramo para desalentar en el infeliz educando cualquier idea que conduzca a formar en éste la convicción de que un político pueda y deba representar lealmente a sus electores y circunscripción por encima del que sea su color partidario. Limitar la democracia a su versión decimonónica representativa y oligárquica, o a su versión intervencionista "social" propia del período transcurrido entre la Revolución Mexicana de Madero, Zapata y compañía y la crisis petrolera de 1973, proyectar en el otro nuestras propias cualidades, negar el pluralismo, suponer que el bolsillo es para todos sin excepción algo más importante que la libertad, es parte de una psiquis acaso patológica. Dejaré esta última consideración para los queridos psicobolches, que siempre tienen algo que decir, hasta acaso algo verdadero también. "No creas que estoy loco: es sólo una manera de actuar..."

Finalmente, queda como tarea para el hogar a nuestra ínclita "clase política" emplear su indudable inteligencia en leer y razonar, a fin de luego aplicarlas a relaciones interiores entre clases sociales y grupos de interés, tan similares en su comportamiento como entidades políticas dentro de los Estados a los sujetos del Derecho Internacional Público, las enseñanzas del malvado libretista del imperialismo Dr. Hans Morgenthau, expositor de la llamada "doctrina realista de las relaciones internacionales". Tanto abogado y politólogo suelto ahí en el Congreso y su periferia, y ninguno se entera de ciertas nociones elementales que no sólo son parte de la psicología de café que puede aprender cualquier experto asambleísta de club atlético, sociedad comercial o consorcio de propietarios, sino que están incluidas en los programas de nuestras carreras de grado en cualquier mísera Universidad de las que Papá Estado suministra a sus súbditos más pobres para que se arreglen como puedan. Hay mucho, demasiado, boludo importante en la política argentina. Algunos, en los sangrientos setenta, estaban escondidos en la segunda o tercera retaguardia de los violentos y ahora, a la vejez viruelas, se nos hacen los machos recios creyendo que los mansos sin militancia política somos fáciles. Parece que no.

Son tiempos excepcionales, sí. Tiempos de asamblea popular y ruptura de presupuestos ideológicos, de quiebre de todos los manuales de instrucciones razonados en tiempos idos para actuar en una sociedad que ha cambiado rápidamente. No hay caos sin noción de cosmos: hasta para ser anarquista fanático hay que tener primero una serie de ideas y ejercer unas prácticas consecuentes acerca del orden, que empiezan por respetarse uno mismo. Claro que todo es según el color del cristal con que se mire, con y sin los ojos de aquel Campoamor tan pedorro pero que sirvió para que la poesía española se librara definitivamente del anacrónico lastre del léxico y formas oratorias fenecidas y llegara a su estado moderno. Es el feo trabajo del intelecto sin dotes excepcionales cuando se atraviesan tiempos de transición: pensarlo y repensarlo todo, y no dar nada por cierto sino hasta que el espejo del prójimo muestre que estamos de acuerdo en ciertas cuestiones esenciales, como el respeto. La constitución no es una vaca sagrada: su versión formal se ha vuelto obsoleta. Le queda chica a las necesidades reales de la sociedad. Así que, parafraseando a cierto asesor de un famoso político norteamericano, digámoslo sin miedo: ¡es el federalismo, estúpidos! Hay que proponer otra. Nuestros tiempos excepcionales son diferentes de los del tío Alberdi... O quizás no tanto:

"Don Quijote dio a su estancia por de pronto el nombre y rango de "colonia"; a sus animales el de "colonos", a su gallego el de "secretario general de Quijotanía", como llamó a su colonia el imitador de Guillermo Penn, y él mismo se dio el título de "Gobernador" de su Pensilvania patagónica. Los peones recibieron el título de "intendentes", y los colonos fueron clasificados en tres departamentos, a saber: "homo-ovejas", "homo-vacas", "homo-caballos". El gobierno de la colonia fue democrático-representativo, con un parlamento mudo (por de pronto) en el que cada departamento debía tener un número de votos proporcional al de su población. Los "homo-ovejas" formaban mayoría absoluta, y teniendo más de la mitad de los votos, ellos hacían la ley. Provisionalmente y mientras no sabían hablar, ni escribir, ni leer, debían hacerlo por ellos el gobernador y el secretario general constituidos en consejo y parlamento colonial. Las leyes y decretos debían ser dados y promulgados en nombre del pueblo de "Quijotanía", proclamado soberano y libre por su fundador y libertador. La soberanía debía ser ejercida por el pueblo, en forma de "plebiscitos", expresados por un "sí" o un "no", en contestación a los proyectos interrogatorios propuestos por el gobernador libertador. Al cabo de dos años, la colonia asumiría el rango de estado soberano y libre y se daría una Constitución de tal, definitivamente. Sólo entonces entraría en relaciones con el gobierno nacional de la República, o en caso necesario con los poderes extranjeros."
[Juan Bautista Alberdi ejerciendo de novelista allá por 1871: en "Peregrinación de Luz del Día"; Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1983; pág. 115.]

miércoles, julio 16, 2008

A mediados de año, el invierno.

"...El arte es todo lo opuesto a las ideas generales: sólo describe lo individual y no desea más que lo único. No clasifica: desclasifica. Por mucho que ello nos preocupe, nuestras ideas generales pueden ser similares a las vigentes en el planeta Marte, y tres líneas que se cortan forman un triángulo en todos los puntos del universo. Pero observad una hoja de árbol, con sus caprichosas nervaduras, sus tonalidades que la sombra y el sol varían, la tumefacción levantada por una gran gota de lluvia, la picadura que ha dejado un insecto, la huella argentada del pequeño caracol, el primer tinte de oro mortal que marca el otoño, y buscad una hoja exactamente igual en los bosques más grandes de la Tierra toda: os desafío a que lo hagáis..."
[Marcel Schwob; "Vidas imaginarias"; traducción de Hugo Acevedo, Editorial Brújula, Buenos Aires, 1967; Prólogo, pág. 9-10.]


Yo podría volver de entre los muertos, y no para vivir la misma vida. Podría, por ejemplo, contemplar la luz del mediodía con la mirada del niño que fui hace más de treinta años: los ojos perdidos en detalles como el de esa nube mansa que lleva a lomos algún sueño. Aspiraría con narices vírgenes unos aromas tranquilizadoramente conocidos y me serían revelados otros, inquietantemente novedosos. Saldría a caminar en las tardes, sí, aprovechando la hora de la siesta y desafiando el sol alto, pero sobre todo preferiría hacerlo durante las noches, para detenerme a aprovechar el fresco en cada una de nuestras plazas. En ambos casos, con luz diurna o a ciegas, presentiría con placer los misterios del alta mar desde la medialuna que describe la carcomida costa. Sería capaz de imaginar la novelesca carrera de algún sinvergüenza huyendo de la ira de las personas de bien: ¡allí lo veo, deshaciéndose de sus perseguidores al lanzarse al Océano, quitando por última vez el pie de las arenas, cerca de la Usina, e iniciando, en este año olímpico, un enérgico e incesante pataleo rumbo al Mar de los Sargazos! Sonreiría, divertido con la ridícula escena. Descubriría, al ir recorriendo los lugares de siempre, que mis amigos y compañeros (tripulación inscripta en libros de rol caducos) pueden ya no ser los mismos que los tuyos. Y sin embargo, otra vez, como era entonces, hacia el fin de la deshabitada avenida en sombras se vería parpadear, a lo lejos, un paisaje que tenía olvidado. Tal vez mi suerte sea la de quien puede andar soñando que atraviesa indemne muchedumbres de incomprensibles espectros, y hacerlo como pasajero a bordo de una nube que un desconocido Dios pilotea. Quizás mi destino poco o nada se distinga del que habrá tocado a los otros, y ni siquiera mis palabras, que intentan pretenciosamente combinarse de un modo inconfundible, propio de su usuario, tengan en realidad ese 'toque' particular.

"To Laughter"
by Percy Bysshe Shelley (1792-1822)

Thy friends were never mine thou heartless friend:
Silence and solitude and calm and storm,
Hope, before whose veiled shrine all spirits bend
In worship, and the rainbow vested form
Of conscience, that within thy hollow heart
Can find no throne - the love of such great powers
Which has requited mine in many hours
Of loneliness, thou ne'er hast felt; depart!
Thou canst not bear the moon's great eye, thou fearest
A fair child clothed in smiles - aught that is high
Or good or beautiful. - Thy voice is dearest
To those who mock at Truth and Innocency;
I, now alone, weep without shame to see
How many broken hearts lie bare to thee.

["The Poems of Shelley", edición de G. M. Matthews y Kelvin Everest; London, Longman, 1989; página 520.]


[Traición al marido de la "Chica Frankenstein" (disculpen los expertos lingüistas, pero lo mío es el inglés de la costa atlántica bonaerense):
«Tus amigos nunca fueron los míos, amigo sin corazón:
El silencio y la soledad y la calma y la tormenta,
la esperanza, a cuyo velado santuario todos los espíritus se recogen
reverentes, y el arco iris debidamente configurado
de conciencia, que dentro de tu corazón hueco
no puede encontrar trono - el amor con sus grandes poderes
que ha compensado al mío en tantas horas
de soledad, tú nunca lo has sentido; ¡vete!
No soportas el ojo poderoso de la Luna, le temes
a un bello niño vestido de sonrisas - ninguna cosa grande
o buena o hermosa. - Tu voz es querida
por quienes hacen mofa de la verdad y la inocencia;
y, en soledad ahora, lloro sin vergüenza al ver
cuántos corazones rotos yacen desnudos ante ti.»]