¡A escribir, se ha dicho! Necesito purgar el ánimo de tristezas y malas influencias, reactivando las sinapsis largamente dormidas.
Anduve unos meses en proceso de depuración de enlaces. Algunos los eliminé porque no existen más los blogs o páginas a que dirigían, lo que en general ha sido una pena. No había tocado este blog desde principios del 2010 y hasta abril de 2015. Un lustro al cuete en el ciberespacio, Intrépidos Navegadores. ¡Record!
Futuro significa porvenir. No debemos quedarnos anclados en el tiempo ya gastado. Pero, habida cuenta de nuestra finitud, tampoco será bueno olvidar el pasado. ‘Para mentir y para hervir leche - decía mi abuela materna- hay que tener memoria’. Parece de Groucho Marx la frase, pero no, es de mi abuela. Mucho me temo que el background cultural de nosotros los pretenciosos pasados por la Universidad sea apenas la infancia sumada a experiencias ingenuas con el arte, la ciencia y la técnica, o con maestros, doctos o legos, que nos abrieron los ojos a tiempo.
O sea, Unamuno y Umberto Eco, cada cual en lo suyo, parecen tener razón. Un periodista argentino fallecido en 1978, Dante Panzeri, supo citar a modo de epígrafes para uno de sus libros, atribuyendo la autoría a la Universidad de la Calle: "Nadie enseña, nadie aprende, todos nos contagiamos, todos nos ambientamos, para enfermarnos o para curarnos”, y reconociéndosela a un tal Juan Balkenende, a quien consideraba su maestro: ”El hombre no puede subdividir jamás su personalidad: es un único e indivisible individuo con cualquier ropa que lleve puesta” (1). Mi anterior incursión constante en Internet (1998-2008) me contagió muchos conocimientos, me enriqueció con relaciones humanas, y me permitió descubrir en el cibernauta las virtudes y defectos del humano que se esconde detrás de esta personalidad virtual, la máscara que me protege.
Quizás estos tiempos estén regidos por el desconcierto ante tantos años de locura vociferante desde los medios públicos y masificantes de comunicación. O el de haber dejado de tener el tranquilizante relato autista, en su caso. Un tercer grupo de humanos, el de los seres acomodaticios, ya se hará, como siempre, oficialista 'por default'. Esos no son partidarios, ni amigos, de nadie: sólo del poderoso caballero Don Dinero y del ascenso social, crematístico y/o 'de bragueta'.
Es posible, entonces, que bastantes personas anden tratando de retomar en sus vidas cotidianas lo que entienden cívicamente por 'normalidad'. Todos demasiado ocupados con cuestiones grandes y pequeñas que no les permiten atender sino circunstancialmente a estas cosas de la amistad y la distancia en tiempo y espacio. Uno resurge por bandejas de entrada o bitácoras y ‘todavía será demasiado fantasma’, como me dijera, azorado por el fenómeno de su propia insignificancia, uno de los pocos ciberamigos que me contestó, extranjero de vacaciones en la República Meramente Argentina (© Jorge Luis Borges, ‘en algún lugar de su vasta obra’).
La tradicional vorágine del fin de año en combinación con algunos rencores y desconciertos hace, entonces, que si uno llega como alegre y despreocupado turista se encuentre en medio de unos tipos nerviosos o tristes que tienen la cabeza puesta en otra cosa, y ni ellos saben bien por qué contestan o dejan de hacerlo al fantasma. Así, a personas de mi aprecio que no trataba desde hace mucho tiempo, ni les he querido preguntar "¿de qué lado estuviste?", por las dudas. Poco a poco, irán respondiendo y contactando a los retratos de fantasmas, ajenos a los propios espectros. O quizás no consideren necesario hacerlo.
Súmese a todo lo precedente que así como los ánimos sociales provocan cambios de conductas políticas, también modifican prácticas de ligazón social. Otro de mis corresponsales, uno de los primigenios comentaristas de esta digna bitácora, me decía hace unos días que la gente ya no quiere escribir, sino subir fotos de su último viaje al sitio exótico de moda, al que, instado por ‘el mercado’, viaja sólo para poder contarlo por WhatsApp. Eso vendría a ser una especie de autismo, que nos retrotraería a épocas anteriores a la primigenia de la red, cuando no existía la menor posibilidad de entablar amistad a distancia con fluidez (aunque siempre existieron los intelectuales que se carteaban, así como los que jugaban ajedrez a distancia con tarjetas postales).
Ya les pasará y darán señales de vida, más temprano que tarde. Esperemos que así sea, porque a esta edad…
(1) “Burguesía y gangsterismo en el deporte”, Ed. Libera, 1974. No puedo determinar la página, contra mi costumbre, porque cito de memoria: hace como ocho años lo doné a una lejana biblioteca pública. Si yerro, si no son citas textuales, mis disculpas.