lunes, enero 30, 2006

Desafío "Ignis Fatuus" de la Blancura

En la República meramente Argentina (© Jorge Luis Borges, circa 1933) un conocido jabón para la ropa es publicitado como el que lava más blanco que ninguno por un popular actor que, así como también hace la promoción de un juego de azar caracterizado de absolutamente cualquier cosa ridícula que uno pueda imaginar (por ejemplo: angelito, cavernícola, mono, etcetera), recorre, sin disfraz alguno pero micrófono en mano y con asistencia de un camarógrafo, a lo largo y a lo ancho los millones de kilómetros cuadrados de nuestro querido país 'desafiando´ a las amas de casa de las diversas regiones argentinas a que comprueben las bondades del producto cuyos fabricantes le abonan un dinero para que ponga la caripela en dichos cortos televisivos. Así, las chicas nos exhiben, puestos a nuevo gracias a los efectos benéficos del artículo de limpieza publicitado, sostenes, bombachas, zoquetes, calzoncillos del marido, remeras de sus hijos, pulóveres del 'pata 'e lana', sábanas en que se ha orinado la incontinente de la desgraciada abuela que ya no controla esfínteres, la mantita del perro y otras prendas diversas que han sido víctimas del deterioro ocasionado -como acostumbran rezar los contratos de locación- por el buen uso y el mero transcurso del tiempo, circunstancias que suelen entonar de grises, amarillos y ocres las ropas que en su origen fueran inmaculadamente blancas.

Totalmente gratis, a riesgo de hacer el ridículo, a instancias de doña Ignis Fatuus, de Santiago de Compostela, ciudad que -según una vieja leyenda respetada y puesta en práctica por D. Ramón Valle de la Peña, conocido en el mundo de las letras por Valle-Inclán- permite a los gallegos que fallecen en ella asegurar la inmortalidad de su alma, regresando post mortem en forma de espectro para velar la seguridad de los caminantes por los caminos de la sagrada tierra celta (lo tendré en cuenta para su oportunidad: lasciate ogni speranza, tú, comentarista o lector de esta bitácora que infortunadamente para tu Eternidad te apellidas circunstancialmente Spizzicucci o Miroshnishenko, Hammerstein o Ñanculeo ;-)), me embarcaré en una aventura similar: la de probar que también yo puedo observar conductas extravagantes. Según creo recordar, Caetano Veloso dijo por ahí que nadie resulta normal si es mirado lo suficientemente de cerca. Aquí, algunas de mis conductas más extravagantes de ayer y de hoy; al menos las más destacadas sombras y manchas que se han cernido sobre mi augusta persona.

1. Cuando era chico, me gustaba detenerme en medio del patio de casa o de la escuela, en la playa, las plazas y hasta en medio de la calle a mirar cómo corrían las nubes y las bandadas de pájaros en los días frescos y con viento. El tiempo suspendía su marcha de tal suerte que la reanudación de los términos cronológicos solía manifestarse mediante empellones acompañados de originales epítetos dirigidos a mi sorprendida y sacudida persona. Nunca entendí la prisa de la gente por morirse, ni el escaso tiempo que le suele dedicar a cosas verdaderamente importantes como las nubes, el viento, los pájaros y las estrellas. Y a los sueños y recuerdos en general. Muchos años después supe de quien hacía lo propio mirando los cielos de una ciudad inglesa y luego andaba buscando analogías con los de otros lugares. Sospecho que en una vida anterior he sido pirata ;-)... También sospecho que hay personas que no consiguen ser fieles a sí mismas ni siquiera en la inconstancia.

2. Cuando San Lorenzo se fue al descenso, llevé durante toda la campaña de Primera B de 1982 los mismos calzoncillos azulgranas (reservados para ese mágico empleo y lavados cada semana, por supuesto). Sólo perdimos en las escasas oportunidades en que olvidé ponérmelos para asistir al estadio o escuchar los partidos por radio.

3. En tiempos de la Universidad, iba caminando desde mi casa hasta la Facultad los días que tenía que dar exámenes finales. Y no siempre por falta de dinero para el colectivo. Estaba convencido de que a medida que iba atravesando de sur a norte unos cuantos de los cien barrios porteños mi sabiduría se acrecentaba hasta alcanzar su cima en el preciso momento en que el catedrático de turno intentara masacrarme sin éxito. Extraño fenómeno. Uno nunca es tan raro como cuando atraviesa su etapa de estudiante universitario.

4. Suelo recibir correspondencia, llamados telefónicos, correos electrónicos, comentarios en el blog o simplemente tener noticias a través de terceros, de personas a quienes recuerdo inesperadamente. Se diría que los invoco y responden. También suelo presentir los golpes de suerte, pero asimismo las traiciones y los fallecimientos de seres queridos. Hay un requisito para que funcione: que no comente con nadie lo que estoy presintiendo; entonces, sucede.

5. Cuando alguien me pasa una cadena, invariablemente la corto. Este hábito me llevó a incluir, desde hace tiempo, tras descubrir que no soy el único que lo hace, a la página "Rompecadenas" en "Mis Favoritos" del Internet Explorer (sí: uso programas de Microsoft, ¿y qué?: todavía no he podido comprobar fehacientemente que Linux, Mozilla y cierto correo electrónico cuyas invitaciones te regalaban en los dos años anteriores tengan realmente las ventajas que se atribuyen a sus prestaciones).

Me sigo riendo de los meigos, pero como que los hay, los hay. Por si acaso, Conxuro para repeler las posibles represalias de las fuerzas oscuras que según es tradición acechan a quienes corten una cadena: «Mouchos, coruxas, sapos e bruxas. Demos, trasgos e diaños, espritos das nevoadas veigas. Corvos, pintigas e meigas, feitizos das menciñeiras. Podres cañotas furadas, fogar dos vermes e alimañas. Lume das santas Compañas. Mal de ollo, negros meigallos, cheiro dos mortos, tronos e raios. Ouveo do can, pregón da morte; fuciño do sátiro e pé do coello. Pecadora lingua da muller casada cun home vello. Averno de Satán e Belcebú, lume dos cadavres ardentes, corpos mutilados dos indecentes, peidos dos infernales cus, muxido da mar embravescida. Barriga inútil da muller solteira, falar dos gatos que andan á xaneira, guedella porca da cabra mal parida. Con este fol, levantarei as chamas deste lume que asemella ó do inferno e fuxirán as meigas a cabalo das súas escobas, índose bañar na praia das areas gordas. ¡Oíde, oíde! os ruxidos que dan as que non poden deixar de queimarse no augoardente quedando así purificadas. E cando esta brebaxe baixe polas nosas gorxas, quedaremos libres dos males da nosa alma e de todo embruxamento. Forzas do Ar, Terra, Mar e Lume, a vós fago esta chamada: Si é verdade que tedes máis poder que a humana xente, eiquí e agora, facede que os espritos dos amigos que estean fóra participen con nós desta queimada. E desta bitácora...» (*)

Y nada más. Acudiré raudo cual saeta a dejar el aviso pertinente en la bitácora "Will'-O-The-Wisp". De las brumas del Plata a las brumas del Mar del Norte, excentricidades mediante. La sugerencia formulada por la amable dama tuvo su origen, supongo, aquí. Nos leemos pronto.

(*)Quizá el sentido del 'Conxuro' escape al grueso de los lectores, en especial a Lucas ;-), así que traslado la terrible contramaldición céltica desde la lengua de las fragas y ex del Fraga: «Búhos, lechuzas, sapos y brujas. Demonios, maléficos y diablos, espíritus de las vegas nevadas. Cuervos, salamandras y meigas, hechizos de las curanderas. Podridas cañas agujereadas, hogar de los gusanos y alimañas. Fuego de las almas en pena. Mal de ojo, negros hechizos, olor de muertos, truenos y rayos. Ladrido del perro, pregón de la muerte; hocico del sátiro y pie del conejo. Pecadora lengua de mujer casada con hombre viejo. Infierno de Satán y Belcebú, lumbre de los cadáveres ardientes, cuerpos mutilados de los indecentes, pedos de los infernales culos, mugido de la mar embravecida.Vientre inútil de mujer soltera, maullar de los gatos que están en celo, guedeja sucia de cabra mal parida.Con esta vasija levantaré las llamas de esta lumbre semejante a la del infierno, y...huirán las brujas a caballo de sus escobas, yéndose a bañar a la playa de las arenas gordas. ¡Oíd, oíd! los rugidos que dan las que no pueden dejar de quemarse en el aguardiente, quedando así purificadas.Y cuando este brebaje descienda por nuestras gargantas, quedaremos libres de los males de nuestra alma y de todo embrujamiento.Fuerzas de aire, tierra, mar y fuego, a vosotros hago esta llamada: si es verdad que tenéis más poder que la humana gente, aquí y ahora, haced que los espíritus de los amigos que están fuera participen con nosotros de esta queimada. Y de esta bitácora...»