domingo, noviembre 23, 2008

Página para recordar a 'El Amigo Invisible'

«...¡Mira! Mira los miles de linternas que brillan esta noche, en lo alto de este sendero de montaña.-» (tomado de Hotaru-Koi, "Oh, ven, luciérnaga ...", canción infantil tradicional japonesa, en traducción de Chiyo, la dueña de la tintorería de la esquina de mi casa).

El Amigo Invisible se ha despedido de mí por correo. Un correo es una carta misiva, una pieza privada y confidencial. Pero esta en particular puede ser puramente imaginaria, y renuncio al deber de confidencialidad para ejercer la justicia de amigo. Así que, prescindiendo del verdadero texto, que guardado quedará con cinco mil candados, transcribiré en propias palabras lo que, según entiendo, me ha querido decir el buen hombre:

«Estimado Alfredo:

Me presento en tu bandeja de entradas emboscado en este pseudónimo, si bien he usado algún otro y disfrutado de las mismas páginas web que tú en viejos tiempos. Éstos, según debatimos años atrás, no siempre fueron tan dorados como los añoran seres hesiodíacos, mas sí estuvieron vírgenes de decepciones y preñados de ensueños, a la manera de los esfuerzos de personas ingenuas mientras pueden mantenerse como tales.

La nostalgia tiene por real sujeto a nuestra misma persona un poco - o mucho - más joven y menos desgastada por el uso y mero transcurso del tiempo. ¿Qué mejor sitio para ejercerla que el ciberespacio, donde, además de perder lamentablemente parte de nuestras escasas horas, hemos sonreído, discutido, aprendido y, algunas veces, llorado?

Ninguno de cuantos participamos en espacios comunitarios podemos hacernos los distraídos: se supone han sido nuestra templanza e ingenio, unidos a la afición a la belleza o a la verdad, los móviles que nos llevaron alguna vez a ellos. Responsables por nuestra cuota de inteligencia, sensibilidad o rigor tanto como por las de chabacanería, irrespetuosidad y desidia, somos todos igualmente capaces de ambos patrones de conducta. Acaso quien quiere ir por la vida como intelectual profundo debiera aprender a sonreír con algunas ocurrencias groseras, y no sería mal negocio que a cambio de esa graciosa concesión el zafio aceptara remitirse algunas veces a instancias superiores.

Llevo un tiempo largo recibiendo avisos de que, en breve, Aerolíneas Olvido anunciará la salida de su vuelo identificado con un número mayor que cualquier cantidad concebible, eso que en términos matemáticos sería un 'infinito'. Partirá, conmigo a bordo, en un viaje desde este, El Mejor de los Mundos, con destino a la Tierra de los Seres Imaginarios, que tales nos volvemos al perder la capacidad de narrarnos. Impedidos de justificar nuestros hechos, actos y miserias mediante el empleo de la propia voz, nos tornamos entonces sujetos de la ajena fantasía; a veces, la tal acierta a aproximarse bastante al que realmente fuimos, haciéndonos justicia mediante la zoología quimérica.

Si nos negamos a hacer la parte a que tenemos derecho en la efervescencia del vino espumante dentro de la botella de la vida, nuestros epitafios dirán, como el de John Keats, "Here lies One whose Name was write in Water". A mí me gustaría que lo del 'cuerpo social' fuera cierto, que la memoria histórica y la elaboración colectiva de la cultura se hicieran presentes, y las futuras generaciones pudieran sonreír fugazmente ante nuestras tumbas como lo hacen quienes leen este otro: "The body of Benjamin Franklin, Printer, Like the Cover of an old Book, Its contents torn out, And Stript of its Lettering & Gidding, Lies here. Food for Worms. But the Work shall not be lost, For it will as he believ'd appear once more In a new and more elegant Edition Corrected and Improved By the Author". Conocido tan espléndido mensaje, no considero haber hecho méritos suficientes para asociarme al Pararrayos Fútbol Club. Pero he intentado, en mis raptos de lucidez y bondad, ser digna parte del fluido Dom Perignon, aunque en otros momentos haya vivido resignado a soportar sobre mi gaseosa y fugaz presencia un estrecho pasadizo de vidrio obturado por un mero trozo de la corteza de un alcornoque cualquiera.

Desconociendo tu rostro, tu voz, y apelando a que sepas ejercer en adelante lo que entiendo es tu capacidad para mejorar alguno que otro de los caminos que circunstancialmente transitas, hagan o no intersección con el mío, me despido anónimamente, sonriendo, acaso, con alegría en los ojos y paz en el corazón.»

Allí lo imagino a mi corresponsal, sosteniéndose en suspensión mientras sujeta su correspondiente lucecita de peregrino, en marcha rumbo a la cumbre del monte que corona nuestro melancólico mundo flotante. ¡No hay más tiempo que perder!: los que venimos detrás también llevamos por linternas tan insuficientes antorchas. Como un puntito luminoso entre tantos que se alejan cuesta arriba, vamos a hacer otro intento, otro más, por conservar la ilusión... Verba volant, scripta manent.