miércoles, abril 06, 2005

Apuntes del lector de las tinieblas

Si, otra vez Bradbury. "A medicine for melancholy", en traducción de Francisco Abelenda, en este caso con Matilde Horne, para Minotauro:
"Atravesando el territorio de los Estados Unidos, de noche, de día, en tren, se pasa como un relámpago por pueblos desiertos donde no baja nadie. Es decir, nadie que no sea de allí, nadie que no tenga raíces en esos cementerios rurales se toma jamás la molestia de visitar las estaciones solitarias, o de prestar atención a los paisajes solitarios." ("El pueblo donde no baja nadie")

Yo no vivo en esos Estados Unidos, pero sí en las Provincias Unidas del Río de la Plata (artículo 35 de la Constitución Nacional), cuyo territorio puede dar al intrépido viajero espectáculos semejantes. Largos espacios sin más compañía que los árboles y el ganado, y de pronto la revelación de un pueblito moribundo o escondido que nadie entiende cómo surgió del horizonte. Criterios aplicados por la Administración Pública en materia de comunicaciones (ferrocarriles y aeronaves) han multiplicado estos espectáculos de "poblaciones fantasmas" y tristeza nacida de la desaparición del trabajo. Es que en los posmodernos noventas, eso de trabajar era para los antiguos. La onda, con los resultados por todos conocidos, era la degradación sistemática de la cultura del esfuerzo entusiasta, esa huérfana tan hija de los ratos de ocio creativo como de la transpiración de los agricultores. Estudien latín si quieren salir de dudas: colere ha dado cultura, culto y cultivo. Estados de veneración colectiva del misterio de estar vivos.

Son malos momentos para el individuo y el colectivo. Tiempos desconcertantes, de sinuosas personas y silencios, por lejanía o indiferencia o desconcierto, vaya uno a saber, de quienes más se aprecia (y sin embargo reencontramos sus voces, sus palabras, sus ideas, sus modos, en otros que no son ellos pero podrían ser de la familia también). Atravesamos uno de esos oscuros períodos de la Historia en que si uno fuera paranoico ajustaría su conducta a la idea de que los sucesos adversos están perfectamente encadenados, como obedeciendo a un hipotético plan urdido ignoramos por quién.

Este que escribe solía tener en épocas no tan lejanas cierta capacidad para hacer reír a la gente, que no es tanto un don como un cultivo. Y una aptitud para soñar despierto sin perder contacto con la realidad, fruto de años de lectura y conversación. Pero cada vez leo menos, cada vez repaso menos esa colección hecha en recorridas por librerías de viejo de distintas ciudades, con dedicatorias de diferentes manos (no todas dirigidas a mi augusta persona, como suele suceder en estos casos), con olores de humedades y tabacos lejanos en el tiempo y el espacio. Me agradan los olores y los colores y el tacto de las cubiertas, lo mismo se correspondan con la encuadernación original que si resultan ser los improvisados en mis acaso desprolijas restauraciones caseras.

Todo eso acabará. Las luces las percibo cada vez más difusas. Las letras, más borrosas. Las distancias, cada día más desalentadoras. Cada anochecer manifiesta, en un proceso que los años aceleran, el íntimo monólogo del desgaste de la azarosa combinación de sustancias que forma mi ser. Uno nota similares matices de desánimo, tristeza y decepción vitales en gente que sabe capaz de disfrutar los matices de la vida y lo mejor que tiene, o sea los reencuentros con los instantes de felicidad después de soportar algún temporal. Nuestro tiempo de vida nos ofrece la felicidad como instantes que uno nunca sabe cuándo se darán, y que son los momentos en que más naturalmente sonreímos. Acaso suceda que muchos han querido imaginarse instantes de felicidad no separados entre sí por otra clase de porciones de tiempo más oscuras. Cuando la realidad le empieza a ganar la partida a esa fantasía empiezan los conflictos íntimos y se borran muchas sonrisas. En lo personal, me ha sucedido tener broncas estúpidas con gente afín por esta cuestión, y eso es una de las cosas que más contribuyeron a erradicar también de mi ánimo la disposición al gesto alegre, el hábito de compartir felicidad. El instinto de buscarla queda, pero ante cada golpe se torna más desgastado, más voluntarioso y menos espontáneo. Lo que tiene también su costado positivo: a partir de esas frustraciones, si uno se descubre sonriendo con ganas, será porque verdaderamente está alegre, no porque socialice fingiendo. Eso me gusta.

Nada es mejor a cierta temprana edad que armarse un mundo propio donde uno pueda refugiarse de a ratos para que la vida pase por el costado, sin rozarnos. Nada mejor, ya más adelante en el tiempo, que ponerse a un costado del camino cuando nos resulta imposible andar al ritmo de la multitud. Es que hay demasiado loco suelto, demasiado miserable con patente de corso también. Lo dramático, como le comenté a alguien recientemente, es ver a tantos de nuestros mayores convertirse en una suerte de protocolo médico ambulante que mendiga la atención de los seres queridos y espera no ser arrollado por quienes todavía tienen ánimos para apurar el camino mientras construyen sus paraísos provisionales sin pensar que hay un prójimo. Como es igualmente dramático (pero no trágico) verse uno mismo reflejado en ese futuro: el arpa para algunos de nosotros está todavía muy lejos, pero ciertamente más cerca que la guitarra de los años mozos. Nos sonreímos igual, cuando alguna circunstancia dispara el regreso del atorrante dispuesto al disfrute que hemos sido, mientras otros fingen ser personas maduras y estables y no darse cuenta de nada.

Un alter ego mío, al respecto, ha matizado aún más esa idea: se nace solo, se muere solo, y nadie se sentiría atropellado por la corriente de la vida si no fuera porque a partir de cierta altura del camino, por gastados y molestos, nos desamparan. Momentos de felicidad se los puede tener de la cuna a la sepultura. Ocurre que se toma conciencia de que va terminando este Maratón y no hay ningún atributo que salve a estos atletas envejecidos de esa soledad final. ¿Cómo la afrontará cada uno de nosotros? De eso se trata cuando se habla de dignidad y sabiduría, me temo.

Ruego nadie se entristezca con mis palabras. Ocurre que esta humilde bitácora se lleva singladura a singladura en recuerdo -entre otras- de la similar aventura de Robert Burton, que no encontraba la cura ni la descripción eficaz al mal de la melancolía; sólo podía sentirla. De alegrías y tristezas está hecha la vida. Cuando alguno de nosotros se siente desanimado durante períodos más o menos largos es porque existe algún desajuste entre nuestras más queridas aspiraciones, nuestros sueños, nuestros pequeños mundos personales, y la cruda realidad circundante. No permitamos que nuestros sueños se escapen sin intentar vivirlos en la medida de lo posible. Para eso hay que empezar por algo a que aludiera Dante: dominar a los más eficaces de nuestros enemigos, esos que nacen de nuestra imaginación de felicidades esperadas y no vividas. Parece ser que en esta extraña vida se encuentra felicidad hallando lo que nos gusta pero no se busca, y que cuando se lo busca no siempre se encuentra exactamente como se quería, o no se lo consigue en el tiempo apropiado.

Llegaremos al final de esta aventura, al conocido remate de la carretera. Dejemos algo que compartir, algún gesto siquiera, que haga que la ausencia definitiva sea considerada por algunos que sepan de nuestra huella como una terrible injusticia.

"El drama ha terminado. Entonces, ¿por qué se adelanta alguien? Porque uno sobrevivió al naufragio."
(Hermann Melville, "'Moby Dick' o 'La ballena blanca'", Epílogo; traducción de José María Valverde).

13 comentarios:

Anónimo dijo...

... o no se lo consigue en el tiempo apropiado.

Uishhh eso me quedó haciendo eco eco eco. Comparto el sentimiento (o sensación?) de lo que decís en este texto. No puedo decir mucho hoy. Pero te leo.



" Esta es la simple verdad : vivir es sentirse perdido. Quien la acepte habrá comenzado a encontrarse, a pisar terreno firme. Instintivamente, como los náufragos, buscará a qué aferrarse, y esa mirada trágica, inhumana y absolutamente sincera (porque el tema es salvarse) hará que ponga orden en el caos de su vida. Las ideas de los náufragos son las únicas genuinas. El resto es retórica, impostura, farsa "

Sören Kierkegaard

Alfredo dijo...

Si el bueno de Sören, en vez de danés (me alegra la vista Dinamarca, he conocido alguna danesa, lamentablemente ajena, que estaba muy bien) hubiese sido argentino, lo hubiera despachado más fácil. Así, por ejemplo: "se rema de atrás para adelante, y tenemos que estar dispuestos a ser eternamente remeros, timoneles, vigías, y náufragos". Náufragos exitosos que cuentan la Historia, como aquél del miserable doble agente Defoe, que nunca se terminaba de encontrar, y que tan bien tradujera nuestro Cortázar, que se encontró tarde.
El texto que leíste lo produjo la circunstancial combinación entre la tristeza de un día en sintonía con la melancolía relativa ambiente y el egoísmo de personas que fingen tristeza para no hacerse cargo de la tristeza y sufrimiento que a su vez le ocasionan a los demás.
El compañero Mellville, aduanero como Henri Rousseau pero menos naif, por su parte, supo contar eternamente el mismo cuento. Y narrar, hasta con humor, cómo existen quienes sobreviven al desconcierto. A propósito: Call me Ismael ;-). Así, creo, empezaba la mejor novela que leí en mi vida (tres veces, cosa rara en mí: Mr. Mellville mismo, y luego sus exquisitos ventrílocuos hispanos Sres. Valverde - a quien conservo secuestrado en mis estanterías, edición de la legendaria Bruguera - y Cortázar).
Saludos

principio de incertidumbre dijo...

Aldreditus intrepidus: pues, no había leído esto (joder). Perdón. Pensé que era otra de sus disertaciones en esto de ser viajero del tiempo y cargar con un alma curiosa (e intertextual). Me da miedo que no escriba. Ya van varios días y mis ojitos no ven nada suyo (en-ningún-lado). Me temo que estamos en simultaneidad de emociones, ¿debería decir frustaciones? Tengo unos días, qué mamita querida.
En todo caso, nada. Ojalá que mejore, yo soy partidaria de la saudade, pero hay equilibrios y matices necesarios. Cualquier cosa chifle que los que lo leemos le haremos chistes malos intentándolo hacer sonreír y hacer ver que a veces no nos queda otra, y que las certidumbres son tan pocas como tremendas.
Me queda una duda, cuando dice que su autor favorito es Mellville, ¿se refiere a Hawthorne? Si me mando un pifie horrible, avise.
Bueno, le dejo un beso.
Lore.

Alfredo dijo...

El compañero Melville, y no 'Mellville' como he dado dos veces en cambiarle el apellido, es él mismo, y Nathaniel Hawthorne, el de "La letra escarlata" y "La casa de los siete tejados" es otro escritor contemporáneo suyo, al que por cierto Melville (que no Mellville) le dedicó alguno de sus cuentos, nunca recuerdo si era "El mercader de pararayos" o "Bartleby" u otro de "The Piazza Tales". Quizás la novela "Benito Cereno". Ya me fijaré y le cuento.
Melville, que fue marino en buques mercantes y también hombre de la "Navy", en su madurez/vejez fue aduanero, como el posterior en el tiempo pintor franchute Henri Rousseau. De ahí mi alusión.

En otro orden de cosas, ando tratando de reunir gruesas sumas de dinero para efectuar inversiones en un fondo buitre y controlar la deuda externa boliviana ;-). No escribo porque no ando inspirado, pero no tema, señorita: ya volveré a perpetrar alguno de mis habituales testamentos ológrafos. Simplemente ocurre que estoy entrando poco a Internet.
Saluditos sssss

principio de incertidumbre dijo...

Sí, sí, sé quién es Melville, pero un breve lapsus momentáneo (seguido por un libro que no hacía mucho vi9, siguió y completó mi serie de hechos fatídicos. En fin... perdón (siento que debo autoflagelarme por confundir al autor de Moby Dick) con don Nathaniel, que dicho sea de paso, fue un libro de él el que me confundió.
Saludinhos.
;-)

Alfredo dijo...

No se flagele, señorita, que se le va a arruinar el cutis. "Moby Dick" comienza, si no me equivoco, con las palabras inglesas: "Call me Ismael" ("Llamadme Ismael", en la trraducción de Valverde, frase que Cortázar vierte un poco distinto, a la criolla) en boca del marino relator de la historia del "Pequod" (creo ese era el nombre del ballenero de Nantucket). Lo del narrador en primera persona de la aventura marina es muy propio de Melville, que acaso se encontrara cómodo en ese rol por su pasado aventurero.
"Moby Dick" sigue siendo, junto con la breve "Seda" de Alessandro Baricco, "Le Grand Meulnes" de Henri-Alban Fourier, "Tristram Shandy" de Sterne y "Retrato de grupo con señora" de Heinrich Böll, la novela extranjera en lengua no española que más me ha gustado, que más recuerdo.
Pero es muy probable confundir a Melville con Hawthorne,no se preocupe: son dos autores que tienen mucho en común, y de hecho son los papás de la gran narrativa norteamericana posterior, anticipan muchos de sus temas y técnicas.
Saludetes

principio de incertidumbre dijo...

¿Para cuándo intrépidosnavegadoresdeltiempo tiene un nuevo post?
Saludos...

Alfredo dijo...

¡Oh, Ud. por aquí!. Saludito 4 U. ¡Y yo por aquí, también!. No venía desde hace unos días, para ser sincero.

Con respecto a su amable y puntual pregunta: en unos pocos días, a principios de mayo, ocurrirá el un-birthday de todos ustedes ;-), y entonces supongo dejaré un breve saludito especial. Y la bitácora cantará las hurras, a menos que encuentre un buen motivo para seguirla. Nunca me gustó la gente que habla (o escribe) al pedo, y no quiero dar malos ejemplos...

Anónimo dijo...

????

:(

Anónimo dijo...

Don Alfredo: ¿quiere usted decir que abandona el blog? Hombre, los lectores-comentaristas que andamos por aquí, son más de los que algún escritor de Iberia (Goytisolo, por ejemplo) han debido tener en vida.
Por cierto, le debo un post sobre el tema que nos traemos entre manos en otro lado: por fin alguien argumenta sobre ese tema, en lugar de dar consignas (que ya sabemos, son la base de toda buena demagogia). Se estará o no de acuerdo con usted, pero nadie le negará que argumenta. Reconozco que yo también he caído un poco en esto en ese tema, pero hay cosas que parecen el eterno retorno, que decía Don Federico.
Oh, y le tengo que comentar en privado otra cuestión.

(Personal Computer... jejejeje, muy, muy bueno).

Alfredo dijo...

Veamos: entre Marcelo y el curioso lector van a terminar por hacerme escribir alguna entrada sólo para satisfacer el requerimiento del respetable público ;-)
La idea estuvo presente (la de dejar el blog), pero tras responder a principiodeincertidumbre anduve reflexionando sobre el particular, y comprendí que lo que en realidad sucede es que -dificultades cotidianas al margen- es una bitácora signada por la tristeza genuina, y al estar sereno y sonriente y en plena posesión de mis facultades intelectuales por primera vez en muchos meses (no es el miedo sino la tristeza lo que paraliza y desvía a la gente de su camino), no anda uno con muchas ganas de falsear el espíritu del blog con escritos que finjan una tristeza postiza.
Pero tengo un par de textos en curso de elaboración. El del "no cumpleaños" de todos ustedes, con crítica furibunda a un traductor de Carroll para Ediciones Cátedra incluida, está esperando el momento de ver la luz. y los demás, en cuanto los encuentre potables para el lector, los subo. No desesperéis: cambiaremos el tono del blog hacia la sonrisa, y seguiremos navegando.
Los Goytisolo escribían bastante bien, y hasta decían cosas sensatas de vez en cuando (soy uno de los que los leyó ;-) )
En cuanto a los comentarios en privado se esperan con agrado, y se contestarán con gusto.
Nos leemos por ahí, damas y caballeros. En unos días, acaso también por aquí...

Anónimo dijo...

Supongo que indefectiblemente debía caer por aquí algún día. Al hilo del escrito me hizo recordar un libro titulado "¡Menuda América!" donde el autor viajaba por pueblos inhóspitos (no se me ocurrió mejor frase). Con tiempo (divino tesoro) leeré el resto.
Un afectuoso saludo.

Alfredo dijo...

¡Cáspita! Esas iniciales, "JV", además de ser una vieja marca argentina de grifería para baño y cocina (espero se disculpe a este anfitrión por el chiste de pésimo gusto), sumadas a cierta alusión a la azarosa disponibilidad de su tiempo de usted acaso sean indicio de la visita de un célebre personaje de Víctor Hugo huido al sur de los Pirineos.
Retribúyole el saludo, y lo acompaño en el sentimiento: mis textos suelen ser largos e inhóspitos como los pueblos olvidados ;-) (vea usted qué bonita imagen literaria hemos acabado por crear entre los dos).