domingo, octubre 22, 2006

Crítica de críticas

"Y por eso, por ser esta una obra amena, debo resistir la tentación de hablar eternamente de Chesterton, y debo poner fin a este prólogo. No sea que, entre mis análisis, tenga que soltar aquí y allá algunos secretos del enigma, que pongan sobre aviso al lector, y me pase así -sin desearlo- lo que a esos hombres mal educados que andan a todas horas diciendo verdades inoportunas y ahuyentando todas las sorpresas gustosas de la vida." [Alfonso Reyes: Prólogo (1919) a su propia traducción de "El hombre que fue Jueves" de G. K. Chesterton; Losada, Buenos Aires, 1938; página 16]

Hace unos pocos días escuchaba opinar sobre crítica literaria a alguien que sabe más que el suscripto y me explicaba que la tal crítica es lo que hace una buena obra de arte, refiriéndose con "crítica" no sólo a la mera opinión de periodistas especializados o eructitos, digo eruditos. Según el parecer de esta persona, acaso los diferentes grados de aptitud para revisar, corregir, juzgar la perfección de la propia obra y pulirla constituyen un hecho de crítica, y conjugar felizmente tantos puntos de vista diversos sobre un mismo trabajo artístico, el propio y los ajenos, puede ser lo que haga la diferencia entre la categoría de "los grandes artistas" (arbitraria como toda forma del entendimiento) y el resto de los mortales escribientes y leyentes.

Hasta aquí la opinión ajena. Ahora, mis dudas: ¿la crítica consiste en objetivar, o bien en revestir con palabras que reflejan la mirada de otro sujeto, distinto del que escribió y del que lee, la obra que se analiza, recreándola, como parecía ser que me estaban sugiriendo, en cuyo caso estaríamos ante otro hecho artístico?

Acaso para el lector (esa pobre víctima), si leyere primero la obra y luego tomare conocimiento de una cierta crítica de la misma, bien pudiera suceder que otra perspectiva le permitiera terminar de entender aspectos que "se le habían escapado". Pero también pudiera ocurrir que un prólogo o un estudio anexo lo indujeran a leer con los ojos del autor o de un tercero y no con los suyos propios. Es lo que pasa casi siempre con el "narrador omnisciente y omnipresente" de algunas novelas, que pretende señalarnos cómo hemos de apreciar virtudes y defectos de sus criaturas, cuando no nos aplasta, aunque no haya prologado, con un descomunal rodillo de palabras concatenadas en oscuros silogismos.

Por eso será que a mí no me atrae cierta manera de componer y prologar novelas: sencillamente no soy capaz de leer a autores cuya permanente imposición acerca de cómo debemos interpretarlos interfiere con mi propia lectura. Después de todo, mi punto de vista es tan respetable como el de ellos, como mínimo, y constituye también una crítica: la del lector ingenuo, nada menos, que invierte un valioso tiempo de su amable u hostil atención. Acaso, la atención del preciso lector que ese autor merece, que no tiene por qué ser un lector compasivo, sino un lector crítico, un lector re-creador (ya que estamos: la palabra "ingenuo" que acabo de usar indica que se ha nacido y continúa siendo un ciudadano y hombre libre).

Un crítico literario nos hace sentir y ver una obra literaria con otros ojos, opino, sólo si es capaz de ser él mismo un poco artista y abandona en el punto justo la disección técnica o "científica". Se da, muchas veces, el caso de que un crítico eficiente (o el mismo autor-prologuista) nos estropee el disfrute de la re-creación literaria en que consiste la lectura inteligente, la lectura crítica. Es lo mismo que nos sucede con ese amigo que nos cuenta el final de cada película que acaba de recomendar, situación que yo resuelvo, por supuesto, empuñando decididamente mi Mágnum 9 mm. y mi motosierra importada de Taiwán, abrigando la esperanza de que alguno de mis amigos aficionados al cine sobreviva en base a no contarme jamás un desenlace. Otras veces, ciertos críticos, sobre todo los actuantes en medios de prensa, intentan hacernos creer que un evidente torpe es un gran escritor. O que un gran escritor moralmente insolvente debe ser también un gran tipo, porque escribe bien. O que una persona a quien se atribuyen conductas sinuosas es ciertamente un agente del mal, aunque su escritura sea maravillosa y estemos habilitados para apropiarnos de su mundo intelectual al leerlo, conocerlo y recrearlo según nuestro libre entendimiento.

Me permito observar, entonces, que existe algo que un crítico ha de ser capaz de hacer comprender a través de su óptica de "tercer observador": que la aptitud literaria y artística en general no parecen susceptibles de enseñanza canónica ni de explicación. Unos la tienen y otros, no. Cómo se llega a tenerla, será asunto de la Genética y la Neurolingüística, no de la crítica literaria. Y entre quienes poseen esa bendita capacidad creativa, hay quienes la aman y desarrollan profesionalmente sin que ello les represente incomodidad alguna, y hay también quienes la sufren como una maldición o un accidente: simplemente quisieran verse reducidos a goleador de su equipo de fútbol favorito, empleado de comercio o camionero, y poder dejar de lado el ejercicio de la propia idoneidad para la creación literaria. O hacer normalmente su vida y ponerse a escribir cuando les venga en gana, y no cuando reciben un imperativo de origen desconocido que les impone actuar. Lo que no les impide ser creativos y comunicar eficientemente; creo recordar Julio Cortázar describió en distintos momentos, en charlas con periodistas y también en textos de ficción como por ejemplo "Diario para un cuento", su propia vocación, explicando que nunca pudo encarar su oficio de escritor como tal, sino como quien repentinamente se sorprendía a sí mismo, perplejo, ante una hoja de papel, empezando un nuevo escrito.

No pocas veces quienes nos entregan análisis críticos o recensiones proceden menos a debatir modos de expresión que a revestir de exposición de tono intelectual sus propias opiniones sobre la persona que las ha emitido o realizado. Cuando las referencias a éstas exceden largamente la proporción que se dedica realmente al texto comentado, se termina por incurrir en una larga perífrasis del "argumento ad hominem", conducta que en la materia que nos ocupa es grave por dos motivos: puede orillar la falta de respeto, y además puede alejar a otros potenciales lectores del pleno disfrute de una obra que les puede parecer valiosa.

Un apunte breve, que tiene que ver -entiendo- con nuestro asunto: he podido comprobar a través de lecturas, conversaciones y discusiones que determinados escritos no se pueden imitar ni describir completamente en su totalidad porque consisten en la habilidad para crear sin sujetarse necesariamente a la ortodoxia de los teóricos. Claro está que también hay escritos incomprensibles porque adolecen de nihilismo: no se han hecho para compartir la literatura, sino para terminar definitivamente con ella; el lector no ha sido tenido en cuenta al escribirlas, circunstancia que a uno lo mueve a pensar si debieran haber sido publicados. Suele ocurrir que no se pueda gozar de lo escrito por quien no busca comunicar sino limitarse a la mera ingeniosidad. También, que sujetos plenamente conscientes de que nunca podrán escribir en toda su vida más que dos o tres párrafos bien construidos, sabiéndose incapaces de sostener la brillantez de un texto más allá de esos accidentales aciertos, devenidos en críticos ocasionales intenten desacreditar a los que sí tienen las dotes creativas y el optimismo necesario para intentar superarse, acudiendo en sus análisis a planteos de corte más o menos irracional, a inventarse opiniones que los autores criticados nunca han sostenido, a adjudicarse el rol de árbitros indiscutibles del buen gusto y a denigrar a quienes parezcan disfrutar de esa feliz aptitud literaria.

Por eso es que debe uno andarse, en cuanto persona con hábito de lectura, en guardia tanto respecto de los prologuistas y críticos como de sus propias decepciones e incomprensiones. La obra literaria permite compartir el lenguaje de la fantasía ajena y completarlo con la propia experiencia perceptiva. Bueno es desentrañar ciertos mecanismos creativos y comprender mejor el mundo de los otros, sí, pero a nadie en su sano juicio se le ocurriría la ingenuidad de que se puede alcanzar la plenitud de las dotes de Borges, Quevedo, Bécquer o Rulfo por el mero hecho de asistir puntualmente a un taller literario y ser un aplicado aprendiz de las supuestas reglas de estilo. Pareciera que hay en algunas personas tocadas por la buena estrella literaria una aptitud desarrollada tempranamente, un entrenamiento solitario e intransferible, vocacional, que desemboca en un poder de comunicación descomunal.

Llegado a este punto, acudo al conocido consejo de Borges: si uno no resulta ser el lector de un cierto escritor, si alguien nos produce sueño o decepción o nos impresiona como un subproducto de técnicas de mercadeo o modas ideológicas sin sustento artístico, mejor dejemos ese libro; no sigamos leyéndolo porque es famoso, no continuemos porque se lo reputa obligatorio. Acaso sea mejor también no meterse a criticarlo, cosa que también habré hecho alguna vez, porque nuestra alabanza pudiera ser un fraude y nuestra objeción un sacrilegio.

Y ahora, cobardemente, por la derecha del escenario, como hacía aquel León Melquíades de los dibujitos animados, a toda velocidad, huyo del inminente peligro, siguiendo mi estrella, en desesperada busca de mis dos o tres párrafos de ocasional brillantez XD.

9 comentarios:

Ignis fatuus dijo...

Bastante de acuerdo en todo. El tema en sí mismo es bastante subjetivo y todo tipo de "canalización", normas o sentencias me parece tan arbitrario como, el menos hipócrita, libre albedrío a la hora de entender, de sentir o de gustar o aborrecer.
A mí lo que me jode enormemente (por no andarme con rodeos) es, además de muchas ramificaciones del mismo "mundillo", el endiosamiento de los clásicos, de los supuestamente grandes. Ciertamente, si Kafka me aburre más que el vuelo de una mosca, "para mí" Kafka no es bueno. Cogemos por ejemplo a Cortázar y la cosa cambia diametralmente. Pero todo eso puede desembocar en un cierto tipo de individualismo que defenderé a ultranza y que me hace estar en desacuerdo con esto:

"Claro está que también hay escritos incomprensibles porque adolecen de nihilismo: no se han hecho para compartir la literatura, sino para terminar definitivamente con ella; el lector no ha sido tenido en cuenta al escribirlas, circunstancia que a uno lo mueve a pensar si debieran haber sido publicados."


Por supuesto hay extremos, pero en determinados actos de escribir, uno, por Dios, debería olvidarse muy mucho de quién lo leerá y si le gustará enormemente. Lo mismo pasa a la hora de explicarse, de darle vueltas a las cosas y de reescribir algo por el hecho de que se_entienda_mejor limitándonos a subjetividades ajenas. A veces de un ser en particular y a veces, tristemente, al mundo en general. Es imposible gustarle a todo el mundo, así como no todos nos entenderán. Extrapolando... mejor hacer, decir y escribir lo que uno quiere y si gusta, además de ser más de corazón, más "desde las vísceras" en su más pura esencia, bienvenido - de veras- sea.

Un saludo, un gusto verte por aquí otra vez

Anónimo dijo...

Querido roshi:

En otro manto mantuvimos posiciones contrapuestas sobre la utilidad/visión/actuación de la crítica, diálogo inconcluso (como siempre) por ausencia manifiesta del que esto suscribe, añadiéndole una falta total de sensibilidad por mi parte a la relectura de ciertos textos.
Por otra parte, y una vez que ha vuelto a lanzar el guante, acabaré realizando (¡como me crece la nariz!) un post (entendible a ser posible) sobre el amigo Leonevich, y su entrañable "¿Qué es el arte?".

Hoy, como ve, no vengo con espíritu crítico :XD!!

Un abrazo

Alfredo dijo...

Ignis: Yo alterno, según el grado de mi furor que me posea contra el libro de que se trate, entre dejar que todo autor haga lo que yo, o sea, escribir lo que se siente necesario sin pensar mucho en el lector, y refelxionar como lector si es justo para el lector que el autor le haga leer sus divertimentos privados y/o detritus mentales. En realidad, este post se compuso sobre la base de ideas y párrafos viejos, para compensar mi bufido contra cierta novela que, recomendada por una persona que quiero mucho y editada atractivamente por la editorial de turno, me resultó ilegible. A mí, que seguramente habrá quienes sintonicen la misma onda literaria del autor, encontrando en él cosas que yo no soy capaz de descubrir.

Mnemosine: Recuerdo el diálogo inconcluso, en el que participó un forista español con nick de traidor borgiano (que ha desaparecido de circulación). También recuerdo el memorable "¡Que se mueran las lenguas!", iniciado por el traidor borgiano, y que terminó siendo un tratado colectivo sobre cosas como neurolingüística, filología, fisiología, psicología, Chomsky, unos rusos, la tonaaadita cordooobesa, etcetera. Un día que me acuerde, me meteré en los archivos de ese foro, si es que todavía existe, y recuperaré el hilo entero, que salió buenísimo, pese a que en su momento pedí auxilio a una persona entendida en la materia (la misma que me recomendó cierta novela de sobrecubiertas gris oscuro y gris claro que he fustigado días atrás) y me salió con que 'tenía que ir a buscar sus viejos apuntes'. Menos mal que en el foro había gente que sabía más que yo del asunto, así que me enteré de unas cuantas cosas que no sabía. Incluso, de cosas que yo sabía pero no sabía que sabía (esto sólo pasa con personalidades anómalas como la de un servidor).

Salúdoles, etc.. Continúo mi tarea de Hacer el Mal (estamos a fines de mes, y debo recaudar)

Anónimo dijo...

Soy una lectora de las que siempre lee con gusto, es decir agradándole la lectura; si no me va, dejo de leer. Y critico siempre, ciertamente, siempre, desde la posición de que la lectura me ha interesado y ha sido usada por mí. A veces cuando leo la lectura me lleva a pensamientos que de forma paralela forman parte de mi existir, de mi viaje en esta vida... A veces analizo estructuras y otras me dejo seducir por los ritmos. No hay nada escrito para el goce de la lectura y menos aún de las críticas oblicuas... Ejem! Nada que entender.
De los críticos, comentaristas, etc. qué decir? Lo mismo, si lo que dicen me va... adelante! y si no jamás impiden que me acerque al autor que deseaba leer, ya que para mi este tema va de deseo.
Buenas noches!

Alfredo dijo...

Claro que va de deseo. Y de recuerdos de fragmentos de otros autores que uno haya disfrutado o padecido antes o de episodios de nuestra propia vida. Lo que jamás entendí es a los lectores que dicen "trabajar" los libros, como si hubiera diferencia para un buen lector entre sacarle el jugo al mundo de otro señor que ha escrito y al que está leyendo en el cuarto de baño o el medio de transporte, y hacer lo propio rodeado de material escrito en una majestuosa biblioteca de un Instituto universitario. Acaso los mejores momentos de algunos textos famosos se hayan urdido durante un viaje en taxi o una visita al mingitorio, vaya uno a saber. Lo que importa es meter eso que se está leyendo en nuestro mundo, estemos a favor o en contra. A veces uno desea tomar venganza del autor, y para eso reservo mi arsenal... Si resulta que conozco la dirección del causante de mi irritación, le envío imaginariamente los padrinos, como me ha amenazado un afamado comentarista de esta pérfida bitácora al pie de otro de mis ladrillos: soy un Lector Vengativo, pero casi siempre la cosa termina en una serie de anotaciones ácidas e insultantes para el pérfido autor puestas a lápiz al margen de su obra.

Ahora, el ritmo puede que me atraiga, pero las estructuras, si las descubro, generalmente me hacen dejar el libro, sobre todo si es en prosa. No le termino de creer sus ficciones a autores que permiten que se les vea fácilmente el esqueleto. Hay que ser un buen mentiroso, si el libro es de ficción, claro, o si el lector es radiólogo o experto en tomografía computada ;-). Lo que interesa es qué tiene ese autor para contar.

Buenas noches propiamente dichas tenga usted (en la zona este de la República meramente Argentina son tanto como las 21.22 hs., o cosa por el estilo).

Anónimo dijo...

Uff! justo después yo misma ironicé con aquel "buenas noches"...
A ver, dije estructura, y tal vez no sea la palabra pero si algo parecido. No sé si sabré contar, lo intentaré pues estoy convencida que algo parecido habréis experimentado y lo haré con una "ocurrencia". Ocurre que en este apasionamiento que conlleva algunas lecturas de pronto dejas de ser lector y no sé como parece que eres el mismísimo autor... Ocurre cuando en este tren de corto recorrido -cercanías- llegas a tu parada y cierras el libro...y echas andar hacia el destino "final", tu pensamiento avanza retrocediendo y de devuelve esa condición de lector cuando tomas consciencia de la estrategia conceptual-estructural que has poseído.
Estuve atrapada por una seducción que no tiene forma-contenido en el sentido más estructural de la palabra, esa telaraña de gozo que durante la lectura es tantas veces de una sola dirección, impaciente y revoltosa, y que se vuelve radial en el "después de".
Ciertamente, no ocurre muy a menudo... pero las estructuras, fondos, estrategias,juegos, recursos etc. etc. existen y cuando también puedes marcarla mucho mejor para con nuestra capacidad critica.
Otra cosa es que se vean los huesos, las prótesis o las tripas... exs! Totalmente de acuerdo contigo.

Alfredo dijo...

¡Defienda sus derechos! Exija a ese plagiario del autor que está leyendo que le dé su parte en las regalías. ¡Aguante el copyleft! Avíseme de paso de qué libro se trata, así lo leo y me prendo a reclamar mi parte del cadáver exquisito. A esta altura del mes, unos mangos nunca están de más.

Ahora, fuera de broma: entiendo lo que querés decir, sí, es una sensación o impulso que nos nace en ocasiones al leer ciertos textos (al mirar algunas películas, también, o al escuchar determinados fragmentos musicales).

Las estructuras ocultas, sabiamente ocultas, que fingen hábilmente no existir, hasta causan cierto placer intelectual. Pero no todos los autores escriben así. Hay un tipo de escritor que se hace un plan y lo desarrolla. Si logra que nosotros, lectores, no lo advirtamos del todo sino hasta que sea demasiado tarde como para dejar la lectura, han ganado. Hay otros escritores que andan sin plan aparente, se largan a escribir y lo que sale, sale. Esos me gustan más, porque yo mismo escribo de esa manera, y si permito que proliferen los grandes artistas del otro rubro referido, me quedo sin poder iniciar acciones legales para participar de los derechos de autor del tipo ese que estás leyendo, cuando lo descubra. (Esto ya parece un discurso de Groucho Marx ;-)).

Bueno, mejor sigo trabajando.

Anónimo dijo...

¡Vaya, vaya, buena he liado :P!

Sobre metafísicas de la juventud y otros elixires en mi furor multi-lector pasado quedan nociones vagas (¡vaya novedad!) y un recuerdo de intensos dolores de cabeza...

Anónimo dijo...

Evidentemente me he confudido en la entrada (tal los vapores de etilo aún nublen mi mendaz entendimiento).

Espero sepa disculpar (y reenviar lo arriba dicho donde correspona). También este claro.