El brioso caballo "Cólera" a veces desafía a "Tiempo" a una que otra cuadrera, y hace la milla en microsegundos. No siempre triunfa, pero sus jinetes, que no son por lo general jockeys experimentados sino toscos hombres de antigua fe, suelen desconcertar a la gente criada entre algodones y crecida en la autocomplacencia, que imagina el silencio o la tolerancia de su estupidez enfática es síntoma de la propia estupidez o de que ellos se han impuesto.
Allá por los años 1969/1970 yo iba a una escuela municipal de barrio donde era algo así como el 'traga' de la división. Siempre anduve jodido de las vías respiratorias, y familiares y docentes complotaban en mi contra, hacían lo imposible para que no corriera y transpirara exponiéndome a los perjuicios de bruscas variaciones climáticas. Entre tanto, yo quería jugar al fútbol como la gente normal, por ejemplo, el Lobo Fischer. Ahí era menos hábil que con los libros, o sea que podía ser uno más del grupo. Otros se hacían ver por las chicas del cole haciendo dominio del balón al mejor estilo luego inmortalizado por Diego; yo sabía que lo mío era aprovechar cualidades de distinta índole, impresionantes para otro tipo de miradas femeninas. Pero no me molestaba ser torpe sino quedarme afuera. Encima, las maestras me tenían de punto con agarrarme para todos los actos escolares: recitados, disfraces y esas huevadas, que ya entonces el infrascripto detestaba de todo corazón. Creo que ahí, de esa combinación, aprendí a ponerme en la piel de otros, y nacieron acaso el futuro abogado y mi teoría (nada original: años después comprobé es común a otros, como Dolina y el insufrible Ortega y Gasset) según la cual el aparente otario que saca adelante las "situaciones límite" es el que no quiere sobresalir, el que acepta hasta ir a menos con tal que se destaque el colectivo, que no busca recompensas ni culpables sino soluciones y futuros. Es una cualidad minoritaria pero bastante más frecuente de lo que se cree entre seres humanos, y algunos, más toscos los unos, más refinados los otros, han nacido con ella. Los agraciados con este sentido de la responsabilidad colectiva son personas que de alguna manera han tomado conciencia de que la suerte de tener "una marcha más" que sus semejantes en algún aspecto de la vida (inteligencia, formación cultural, sentido del humor, riqueza, tiempo, destreza física) no es sino una carga personal que los pone eventualmente al servicio de otros y no un motivo para brillar a expensas de los menos afortunados en el reparto de aptitudes.
En este post ya di mi opinión acerca de las posibilidades y función de la ironía sin mayúsculas en el mundo de hoy. Ahí comenté que en una acepción alejada de la filosófica esa palabra indica corrientemente a la burla supuestamente fina, la risita socarrona de quien se imagina superior a sus semejantes y en razón de ello busca (y frecuentemente obtiene) la complicidad de otros miembros del supuesto grupo de sus pares "mejores que los demás" para hacer notar con hiriente mala fe a ingenuos interlocutores ocasionales que su mera presencia molesta o que resultan indiferentes la validez de las razones o sentimientos que éstos puedan tener respecto de un determinado asunto. Claro: actuando todos contra uno solo acaso carente de habilidades, estos patanes se sienten seguros de mantener el orden establecido dentro de su Ínsula Barataria. Bonito autoengaño. La ironía, dije entonces y sigo diciendo ahora, en tiempos modernos ya no corresponde a aquella tradición clásica de digna actitud de defensa social de la verdad sino a una conducta hipócrita que subvierte la realidad en público para por contraste poner de manifiesto los que se dice son errores y falsedades, o lisos y llanos embustes ideológicos, que siempre son los de otras personas ajenas al círculo de quien ejerce esta falsa ironía, nunca los propios o los de "los suyos", por supuesto. De ahí que los cínicos y el cinismo a la manera de Diógenes me parezcan tan meritorios y eficaces en estos tiempos que corren, no porque yo sea un cínico "full time" sino porque al menos adoptar esa actitud perruna nos hace capaces de volver la ironía contra nosotros mismos y hacernos cargo de las consecuencias.
No pocas veces la gilada designa idóneos líderes de circunstancias que se niegan sin embargo a comportarse como los primeros y prefieren ser uno más bajo el Sol. Podemos observar hasta en una reunión de Consorcio o de Directorio de sociedad comercial cómo sucede que cuando alguno de estos eventuales mandatarios se niega a obrar sin que se forme por los canales apropiados la voluntad colectiva, entonces sus pares, que quisieran - por la comodidad de ser irresponsables - quedarse en subordinados y no iguales, se enojan primero, los dejan a un lado después por ineficaces, y luego acaban adorando becerros de oro, o sea aplaudiendo a individuos que, designados en reemplazo de aquéllos, brillan y hacen mucho ruido, pero desempeñan mal tareas sencillas que los admiradores desilusionados con la falta de ego del desplazado harían mil veces mejor entre iguales y sin subordinación. De esto y otras cuestiones conexas iba a tratar la entrada siguiente del blog. Ya vendrá. Es muy larga y compleja, me he metido en camisa de once varas y el texto requiere un trabajo de corrección que no hago muy bien solo y sin embargo no puedo poner en manos de la persona indicada, digamos que por razones de distancia.
Nunca sabemos cuándo podemos aparecer circunstancialmente como referencia de otros, como "líderes de opinión". En mi caso, no comprendo a los egomaníacos y hambrientos de poder y protagonismo porque cuando me quieren poner como ejemplo de algo o hacerme creer que soy más que otros, escapo a toda prisa. Empecé en un acto escolar un 25 de mayo de 1970, y desde entonces nunca he terminado de huir. Quizás por eso muchas veces se notará que aparezco y desaparezco de los sitios que suelo frecuentar. Y si me toca destacarme, para bien o para mal, sin poder huir, ahí es probable que me oculte tras alguna máscara, inclusive la del silencio, antes que el prójimo me pinte de payaso. Las máscaras me gusta elegirlas yo. También lo he dicho en otra entrada, pero no pondré el enlace. Este blog ya se está haciendo demasiado reiterativo, cosa que me temía iba a suceder, y las historias de argumentos "circulares" me fastidian. Y de esto último también debía tratar la entrada en curso de elaboración.
Últimamente me he cabreado al haber reencontrado en ciertos espacios virtuales no sólo el vulgar ejercicio sino también la pública alabanza de conductas "irónicas" del tipo canalla, y no me refiero a ironías ejercidas por hinchas de Rosario Central ;-). Es por eso que este texto de circunstancias reemplaza a esa larga entrada aludida en los párrafos anteriores, que en algún momento dejaré por aquí y trata de filosofía política y gente incoherente, asunto que a nadie más que a mí debe interesar. Luego, el blog hará largo silencio hasta que se me ocurra algo digno de ser compartido con los demás sin tomarlos por estúpidos ni aburrirlos.
Irónicamente ;-), en la primera hoja de un magnífico libro de Baricco, "Seda", editado por Anagrama, de Barcelona, guardo una dedicatoria especial que seguramente permanecerá incumplida y en la que prometen volverme a ver frente a otro mar, cualquier mar. Pero la gente cambia, en especial porque a veces los momentos de felicidad reales nacen de haber querido suspender un tiempo la verdadera personalidad, tolerarse los defectos, y ser otra persona por un cierto lapso, como los ingenuos que saben ir a menos para beneficio colectivo quieren que se haga en determinadas circunstancias. Y cuando se ha tomado conciencia de la raíz de los cambios o del reencuentro consigo mismo, se descubre que ni uno es tan bueno a solas con su memoria, ni hay segundas partes para las felicidades: se han transformado en recuerdos que acaso ya no se compartan. Lo que hay que hacer es salir a dar pelea para tropezar con felicidades nuevas. Aquella empezó a partir de un prolongado debate sobre el mingitorio de ese artista amigo de Ezra Pound que ya ni me acuerdo de cómo se llama. Sólo quedan algunas sonrisas que dibujo cuando los recuerdos vienen. No sé si quien escribió la dedicatoria alguna vez me entendió, ni si yo fui capaz de darme a entender. Es que el dominio del lenguaje oral y escrito, damas y caballeros, de nada sirve si el interlocutor quiere vernos brillar.
La vida continúa. No deberían ustedes andar perdiendo el tiempo por aquí en mi compañía. El mundo vale la pena vivirlo con todos sus matices y riesgos, aunque llueva y el rostro de la gente al salir uno a la calle muestre la hostilidad de un cerco, como se temía en los años noventa algún letrista del rock argentino.
[Vano amontonamiento de palabras en el polvo cósmico del infinito]
viernes, mayo 13, 2005
Entrada de "blogger" que casi se despide
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10 comentarios:
No sé si quien escribió la dedicatoria alguna vez me entendió, ni si yo fui capaz de darme a entender. Es que el dominio del lenguaje oral y escrito, damas y caballeros, de nada sirve si el interlocutor quiere vernos brillar.
Entro sin llamar, y pido disculpas por ello. Llevo unos días leyéndolo, Alfredo, acaso porque es un placer para mi entendimiento ese dominio suyo del lenguaje -del que es usted bien consciente-, y a pesar de que en muchas ocasiones no pueda dejar de rebelarme contra algunos de sus puntos de vista, que -entiendo yo- caen en contradicciones. Pues ese denodado afán suyo de pelear contra aquel colectivo maldito -los Pretenciosos y sus Pretensiones- lo sitúa a usted -según mi leal saber y entender- en un terreno peligrosamente cercano al objeto de sus críticas.
Pero no venía yo para enjuiciar sus palabras: está usted en su casa y dice lo que se le antoje. Venía, antes bien, a dejarle un comentario, una reflexión anónima sobre esas lineas que he copiado más arriba. Me han dejado pensando, ¿sabe usted? Más allá de la historia entrevista o imaginada (que es suya y que a nadie más interesa), la palabra "brillo" se queda dando vueltas. Y ese empeño, ese empeño maldito; y esa impotencia y ese pánico y esa necesidad de opacar la lucidez para evitar el deslumbramiento de un fata morgana.
Su dominio del lenguaje ha conseguido transmitir aquello que motiva ahora estas lineas inconexas: No sé si quien escribió la dedicatoria alguna vez me entendió.
Es triste, Alfredo. No se me ocurre otra palabra. Yo lo siento triste ahora mismo.
La expresión nació de la tristeza del momento en que relacioné esa dedicatoria, vaya uno a saber por qué, con alguna serie de tonterías que he leído o visto u oído últimamente por ahí.
El amigo Bertrand Russell tenía un método, para él infalible, enderezado a superar la tristeza cuando ésta sucedía. Dejaba por un tiempo su trabajo, releía a Robert Burton, esbozaba borradores de cuentos policiales (a sus ochenta largos llegó a publicar algunos, y si bien no son nada extraordinario, he leído cosas peores de gente muchísimo más Pretenciosa que el Lord-matemático ;-)), y sin saber cómo era que la tristeza finalmente cedía su lugar preeminente a otras sensaciones, ni adónde se había metido la tal, luego continuaba don Bertrand ocupado del mundo que tenía delante de las narices.
Pero también un Russell tuvo que soportar a su barroco - y no menos veraz a su modo - Wittgenstein. A veces la gente que habla muy claro para todos los demás no se comprende ni simpatiza entre sí. Por eso yo desconfío de las palabras y "descreo" borgianamente de la eficacia de su dominio por los usuarios de idiomas. Lo que comunica realmente, según parece, son los conceptos e intuiciones, a tal punto que a veces las palabras oscurecen su recto significado hasta para quienes las emiten.
Mi desafección por el "brillo" es culpa de una temprana y luego abandonada formación en ciencias naturales. Mi profe de Literatura sólo tenía dos horas cátedra por semana y sabía que nadie iba para hombre de letras, pero trataba de que los futuros informes científicos fueran legibles y elegantes. El tipo (alguna vez, por ahí abajo andará el comentario, se lo conté a otra comentarista de este blog) tenía especial confianza en la aptitud creativa de la gente con formación en ciencias, por el hábito de preferir la veracidad por sobre el quedar bien, la comunicación sobre la demagogia del lenguaje. Eso, inculcado a los dieciséis o diecisiete años, marca. Y se agradece, porque evita sobreestimar a fulanos brillantes que no aportan mucho más que palabras y quedan al acecho de que el significado siempre se lo pongamos nosotros, lectores. Pero el tanto por ciento de los derechos de autor no nos lo pagan... ;-)))
Su desafección por el brillo se debe a que no quiere comprar pomada para lustrarse los zapatos. Déjeme de joder :P
saluditos saludosos
Sole: usted sabe muy bien que lo de arriba suyo ;-) es un ejercicio de estilo. Además, deje ya de difamarme: también sabe que he reemplazado esa antigüedad de la pomada o crema para calzados por el afamado "Brillo Mágico Wassington" o marcas alternativas. No así ciertas vecinitas que andan en bici con impúdicas calzas de color fucsia y calzado deportivo negro lleno de barrito.
:P (yo también lo uso, a veces, a este emoticón)
Saludos saluditos para toda usted
Solamente saludarlo y desear que vuelva a escribir pronto, porque más allá del tono, casi tanguero y una saudade repetiva creo (sin ser altisonante) que tiene muchas cosas por decir y a mí me interesa leerlas, así me cultivo un poco.
En otro orden de cosas, el sábado releía "La moneda de hierro" y me tropezé de nuevo con el poema que adjunto debajo. Mi cara al reeverlo fue (Cómo diría el filósofo Homero): ¡matanga dijo la changa! Así que se lo dejo, aunque seguro lo conocerá. Pero viene muy al caso.
Hasta prontito.
;-)
No eres los otros
No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora;
no eres los otros y te ves ahora
centro del laberinto que tramaron
tus pasos. No te salva la agonía
de Jesús o de Sócrates ni el fuerte
Siddhartha de oro que aceptó la muerte
en un jardín, al declinar el día.
Polvo también es la palabra escrita
por tu mano o el verbo pronunciado
por tu boca. No hay lástima en el Hado
y la noche de Dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.
J.L.B.
Así es: somos, todos y cada uno, cada solitario instante.
También hay quienes prefieren fingir que el tiempo no pasa y siempre pueden vivir ajustados a conductas que ya no se corresponden con las propias de su edad. Entonces es cuando uno encuentra personas adultas protestando por el decaimiento intelectual de un espacio de diversión pero escribiendo textos intitulados "No sé cómo voy a usar este preservativo" o "Me voy a enjabonar el occipucio" ;-). Los tontos, con la edad, no mejoran: se vuelven inaguantables hasta para ellos mismos. Cuando yo iba por los veinte, en algún sitio (algún texto de Biología, seguramente) leí, y no alcanzaba a comprender, que es mentira la experiencia mejore a todos, que mejora sólo a quienes nacieron o se hicieron medianamente aptos para aprovecharla. En consecuencia, ejemplificaba aquel autor, el viejito pícaro es un señor que desde la infancia ha sido un vivo bárbaro, mientras que ese compañerito con cara y actitudes de nabo que uno no podía soportar en el colegio primario será en las últimas etapas de su existencia ese anciano pelotudo que nunca sabe qué colectivo tiene que tomar para ir a la casa de su nuera. Suena cruel, pero así es la vida. Sólo puede apreciar cada instante quien busca las respuestas universales dentro suyo y en la relación con los demás. Aparecen solas: estamos programados de fábrica, y lo que creemos aprender es apenas la toma de conciencia de lo que podíamos aprender.
Así que si aprende algo por aquí es porque lo encuentra en usted, y yo soy apenas un catalizador de su mente. Decía el maestro Wolfgang Göethe, el del apellido que los alemanes nunca deciden cómo está bien pronunciado, que "está fuera todo lo que está adentro". Y, sí: parece que si no tenemos aptitud para entender ciertas cosas no las veremos por evidentes que resulten a otros ojos más diestros.
Escribir, escribo siempre. Nunca lo hice demasiado seguido, salvo en los últimos tres años, y acaso por ese motivo sea que continúo dando vueltas por Internet. El blog me sirve de archivo y borrador. Pero estos universos paralelos se devoran a la persona tras el nick. En el ciberespacio, por buena voluntad que exista, todas las relaciones están hechas de nomenclatura binaria. Como habrá podido comprobar días pasados en el foro, hay muchos tras cuyo nick de ocasión no hay nada, o es de sospechar que lo hubo, y más interesante que el burdo personaje con que se nos presentan, pero el ciberespacio atrae y atrapa. Esto es más bien triste: sólo ser capaz de estériles hazañas foreras. Ya no hay más Sandokanes ni Zorros en este mundo de mierda, pero en otros tiempos felices los hubo ¿Sabe en realidad por qué sigo el blog? Para ver si un buen día me decido a oprimir la fatal tecla "delete blog"... y se acabó este mundo paralelo del que conocí sólo a una persona. Creo que no lo haré, porque no soy de los que se suicidan ni de los que dejan nada a medio hacer: ni los amores, ni las venganzas.
No me haga demasiado caso. A veces me asusto yo mismo de lo que soy capaz de escribir improvisando. De lo que encuentro adentro, para ser congruente con don Wolfgang...
¡Paaaá! Como dirían en el barrio: tomesélo con soda, don. Que el horno no anda para bollo. Personalmente hace rato que decidí no contestar a esas trifulcas virtuales, que nada redituan ni merecen el esfuerzo -ni siquiera mental-; ni que uno fuera el orador de la antigüa Grecia o Roma para andarse con ínfulas de filósofo griego y andar batiendo verdades irrepochables -evidentes para un reducido y sectario sector- de histérica de barrio, pero culta. No, me cansaron, lo peor de todo es que la siguen mencionando a una, pero qué le vamos a hacer. Yo no tengo tanto tiempo, ni ganas para perder en un par de freaks (porque eso pienso de ellos) que seguramente en la vida real son tan tercos y estúpidos como denotan sus extensos y vanos textos. De hecho me he replanteado, como usted, la necesidad de andar vagando por el mundo cibernético, pero me he encontrado con gente copada e interesante (ejem, usted uno de ellos), como para calentarme al divino botón. De hecho a mi pobre bítacora la tengo tan abandonada que temo que cualquier día de estos no esté como un cuento de don Bioy.
O sea, no gaste pólvora en chimangos. Habrá un sector, bien grande, que esté reprensentado por la estupidez crónica y desaliente del mismo modo que en la vida cotidiana (real sería un término demasiado falaz). Pero existirá una mínima parte de seres, con los que el diálogo surga fluido y cada uno sea una entidad independiente y sin necesidad de caer en el sectarismo y proselitismo barato.
He dicho. Cuéntenos de los chinos y sus transacciones por acá o de esos poetas ignotos que usted aduce conocer, seguramente tiene millones de cosas por escupir y nosotros agradeceremos y usted podrá decir que hasta catalizamos y que todo estaba dentro nuestro (a veces la fuerza si está contigo, ;-)).
Bueno, con eso de que no le moleste internet por la imposibilidad de conocer gente, siempre estará invitado (con acompañante y todo) a Bahía Blanca Gotic city, a tomarse a unos tés, o mejor aún, a Patagones, a comer parrillado o una pizzita a lo de mis papuchos.
Saludos, miles.
Yo.
;-)
Personalmente hace rato que decidí no contestar a esas trifulcas virtuales, que nada redituan ni merecen el esfuerzo -ni siquiera mental-; ni que uno fuera el orador de la antigüa Grecia o Roma para andarse con ínfulas de filósofo griego y andar batiendo verdades irrepochables -evidentes para un reducido y sectario sector- de histérica de barrio, pero culta. No, me cansaron, lo peor de todo es que la siguen mencionando a una, pero qué le vamos a hacer. Yo no tengo tanto tiempo, ni ganas para perder en un par de freaks (porque eso pienso de ellos) que seguramente en la vida real son tan tercos y estúpidos como denotan sus extensos y vanos textos.
¿Sabe qué le digo? Que me alegro a esta temprana edad haya llegado a la misma conclusión a que yo arribé tras varios años de navegar estos páramos virtuales. Eso quiere decir que cuando sea más jovata habrá encontrado dentro de sí muchas más cosas que yo. Lo real es que, como en aquel cuento de Georgie sobre los dos reyes y los dos laberintos, nos podemos perder en la nada lo mismo que en lo mucho. Lo malo con estos friquis es que pretenden ser los dueños del único rumbo válido para cruzar el desierto. Con los años entenderá, imagino, por qué algunos del sector "under 50" nos cabreamos tanto con esta gente. A mí también, cuando tenía 20, me decían que no había visto nada y por lo tanto debía callarme la boca, y con el paso del tiempo descubrí que esa gente lo que tenía era MIEDO. Un miedo a lo que no había sido capaz de SER que le salía por todos los poros.
Nos leemos pronto, here, there or everywhere.
Con los años entenderá, imagino, por qué algunos del sector "under 50" nos cabreamos tanto con esta gente. A mí también, cuando tenía 20, me decían que no había visto nada y por lo tanto debía callarme la boca, y con el paso del tiempo descubrí que esa gente lo que tenía era MIEDO. Un miedo a lo que no había sido capaz de SER que le salía por todos los poros.
Pues yo llegué a la misma conclusión. Ojalá no repitamos la historia.
Marcelo: estabas escribiendo mientras yo redactaba una anterior entrada que he borrado, lo mismo que el comentario que respondía.
A lo que estás diciendo: en efecto es irritante, al menos para mí, escuchar o leer a personas seguramente bien intencionadas cerrar filas con salames "over 30" usando el argumento de "cierre el pico que usted es muy pichón". Es un argumento muy pobre. La verdad es algo que debemos buscar entre todos, pero nunca supe por qué hay quienes se consideran parte de una élite (¿?) sin admitir prueba en contrario, y pobre de uno si la llega a proporcionar siquiera como indicio.
C'est la vie. Así en 2005 como en 1982.
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Ahora, pongamos orden en esta bitácora:
Agradeceré infinitamente a quien ha demostrado no ser capaz de respetar mínimamente ciertas elementales pautas de estilo (léase: hablar de lo que se trata, en vez de tomar de los comentarios y mis respuestas frasecitas sueltas descontextualizadas para "fabricarse" un cierto clima de debate polémico y estéril que aquí no me interesa permitir), se sirva no dejarme absolutamente ningún tipo de comentario más.
Gracias mil.
Esto, me temo, no sigue.
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