jueves, noviembre 24, 2005

Rawls, la imaginación y los Monos Sabios

Escrito a mediados de 2004 y corregido en agosto de 2008, con especial dedicatoria a Carlos José Márquez.

No deposito mi confianza en el género literario denominado "Filosofía del Derecho". Con imputar normas, me alcanza. Una cosa es la realidad, y otra la vida académica. Pero a veces es bueno saber cómo se determinan los valores que subyacen en esas normas.

John Borden Rawls (1921-2002) era un jurista estadounidense que intentaba encontrar alguna fuente de normatividad (algún criterio de justicia compartido) en sociedades de las llamadas "plurales", divididas en cuestiones religiosas, ideológicas y culturales en general. El tipo escribió tres (pesados) libros: "Justice as fairness" (1958), "A theory of justice" (1971) y "Political Liberalism" (1993). Pocos los leyeron. Menos aún son los que los han entendido.

El 'utilitarismo' fue una corriente jusfilosófica muy influyente del siglo XIX que sostenía que si una decisión favorecía el bienestar del mayor número posible de individuos era moralmente correcta y debía ser preferida a cualquier otra en que esa tasa de bienestar fuera a resultar ciertamente menor. El intuicionismo, por su parte, postuló que nuestras ideas acerca de qué es correcto son indefinibles pero los seres humanos saben reconocer una acción como correcta o incorrecta.

En su tediosa "Teoría de la Justicia" Rawls busca superar estas posturas: dice que el utilitarismo sacrifica a los individuos, porque si una decisión favorece el bienestar del mayor número, entonces parece correcto sacrificar a las minorías; por ejemplo, en una comunidad de dos mil tipos, debiera aceptarse la esclavitud de cincuenta si hace que los otros mil novecientos cincuenta vivan mejor. Parece suponer que es posible sumar el bienestar y las libertades individuales. El intuicionismo, directamente, deja la solución en manos de cada sujeto. Arréglese usted como mejor pueda, jefe...

Entonces don Rawls supone que no hay un orden moral independiente de nuestro discernimiento, ni nuestro bienestar personal es comparable, y sugirió retomar la vieja idea del contrato social, porque le gustaban, además de Thomas Jefferson, el archifamoso fundador del Partido Demócrata yanqui, otros dos pensadores: Kant y Rousseau.

Define 'contrato' como un acuerdo que exige unanimidad de los partícipes, y concluye que se puede acordar así el diseño de las instituciones sociales básicas si quienes participan lo hacen en condiciones de imparcialidad. Denominó a esa condición "velo de ignorancia": si debo participar de un negocio jurídico que establezca las bases mínimas de convivencia, favoreceré los proyectos de reglas que potencien mis capacidades y objetaré aquellos que obstruyan su desarrollo, pero si no conozco esas capacidades, por las dudas, para sacar ventajas, buscando mi mejor resultado me pondré democráticamente en el lugar de todos.

La así llamada 'teoría de la elección racional' mostraría -siempre según John- que, en tales condiciones de incertidumbre, las partes convendrían en un catálogo igual de libertades para todos. Aceptarían una distribución igual de bienes primarios y hasta tolerarían las diferencias sociales y económicas si y sólo ceden en beneficio de los ciudadanos menos aventajados. A este momento (inventado) en que se constituye la norma hipotética fundamental lo bautizó "posición original", y pretende ser un procedimiento imaginario de representación de la justicia como imparcialidad. Rawls distingue lo racional (egoísmo individual, nuestra conveniencia y lo que deseamos maximizar en beneficio propio) de lo razonable (tener en cuenta siquiera por conveniencia el interés ajeno y buscar la cooperación aun a expensas de los intereses individuales). Sin el concurso de ambos principios no concibe una cooperación social estable, y por ende no hay libertad para nadie.

Se da de patadas con la sociología y con cualquier estudio de las sociedades de base biológica, ya lo sé. Pero es su hipótesis de trabajo. Hay que leer la de huevadas que algunos autores (principalmente españoles) han dicho a partir de estas ficciones teóricas del jusfilósofo, que apenas si intenta efectuar un necesario ejercicio ucrónico y utópico que todos debemos hacer a fin de imaginar una mínima noción de justicia. Claro: muchos se hacen cargo de lo que presumen saber ciertos Charlatanes Omniscientes (sobre todo los genios que a pesar de serlo se resignan a pasar por este mundo, por ejemplo, como joyeros o periodistas o licenciados en publicidad) que imaginan que los abogados somos unos boludos incapaces de trabajar con hipótesis científicas. Lamento llamarlos a la realidad: los juristas de nota trabajan ayudándose con modelos imaginarios igual que, por ejemplo, los físicos o los genetistas. Sólo que no pueden experimentar con aparatos ni en anima vilis. Tienen que "ajustar" sus ideas con la observación de la realidad social. Y ahí empieza el sainete.

Opina Rawls que las diferencias entre los seres humanos son debidas al azar natural y a la historia y deben someterse a la deliberación imparcial de todos, porque "la arbitrariedad del mundo tiene que ser corregida" si queremos una sociedad democrática. La historia seguro que es arbitraria, digo yo, como que la hace el hombre y esta "posición original" con libres partes contratantes en estado de amnesia e igualdad (ya me gustaría ver dónde vio John que algún Estado se sacara su norma hipotética fundamental de un contrato entre libres e iguales) es un generoso invento de Rawls. El caso es que opina que las ventajas no merecidas deben corregirse mediante la deliberación por parte de quienes se reconocen mutuamente iguales y libres. Una sociedad democrática aspira a que la comunidad política sea hasta cierto punto una comunidad de iguales y no una que tolera que sus miembros sean castigados por la naturaleza o por la cuna. Esta es, recuerda Rawls, el principio básico de toda acción política en una sociedad democrática. Distingue entre las libertades como tales y el diverso valor que grupos de personas les pueden otorgar derivándolo de las desiguales condiciones económicas. Y justifica la desigualdad social y económica en la distribución de la renta y de las riquezas siempre que contribuya a mejorar la suerte de los miembros más desfavorecidos de la sociedad, y todos tengan igualdad de oportunidades.

Rawls era lo que podríamos llamar un "liberal radical" a quien - con ese lenguaje pasado de moda en filosofía política y que obedece a la post revolución francesa - se diría "a la izquierda" del espectro político estadounidense. Sí, esto en USA es realmente la "izquierda". En otros países (la República meramente Argentina de los años setenta, sin ir más lejos) se lo visualizaría como de derecha, pero la realidad era esa. Un tipo cargado de la tradición utópica del gran Jefferson, o sea tanto buenas intenciones como realismo. Los anglosajones tienen ese extraño rasgo. Rawls no nos ofrece un caso de sanata, de camelo de cátedra, sino de academicismo extremo: su exposición será en muchos aspectos errada, pero es un trabajo intelectual honesto; en vez de imaginar a los seres humanos provistos de derechos que anteceden a su sociabilidad política, Rawls, inspirado en la idea de autonomía kantiana, sugiere que la comunidad de sujetos libres e iguales es la fuente de toda normatividad. El problema es que cuando una comunidad se genera, hay Estados en funciones, hay una "mecánica" o talante histórico ya creado... No obstante, sus ideas sí sirven para una comunidad autogestionaria, o para un municipio, o una asamblea, por ejemplo. Una situación en que se pueda negociar desde el vamos la normativa.

Lo que es relevante actualmente es su noción de que cualquier persona tiene el mismo derecho a un esquema de derechos y libertades básicas e iguales lo más completo posible, compatible con el mismo esquema para todos. Es la noción, divulgada por el propio Rawls y el italiano Norberto Bobbio (en eso y en tantas otras cosas imitado por un tal Isaiah Berlin), de "bienes primarios", que comprenden las libertades básicas como la satisfacción de los valores de supervivencia (alimentación, abrigo, seguridad) y de convivencia (pertenencia a grupos colectivos). Esa idea apunta a fundar las necesidades básicas de todo ser humano como la base mínima de satisfacción de las personas que integran la comunidad jurídica, e inclusive comprenden el derecho de reivindicar la pertenencia a un colectivo cultural.

Lo interesante es cómo imagina este hombre que se debe poner en práctica este principio. Rawls sostiene que el Estado debe elegir la política que se considere justa tal y como la evaluaría un observador ecuánime e imparcial oculto tras el referido "velo de ignorancia". Cuando se determinan políticas se debe aspirar a mejorar el bienestar de la persona que se encuentra en la peor situación dentro de la sociedad. Es decir, en lugar de maximizar la suma de la utilidad total de la sociedad, como haría un utilitarista, Rawls exige que se maximice la utilidad mínima. A esto lo han hecho famoso como el "maximin de Rawls".

Pero cuidado, que esto puede tener trampita, si el Estado está (y suele estarlo) en manos de gente demasiado poco interesada en la libertad: el criterio del 'maximin' no conduce a una sociedad totalmente igualitaria. Él mismo lo dice: "igualar totalmente las rentas quitaría a los individuos incentivo para trabajar mucho" y la renta total de la sociedad disminuiría considerablemente y el bienestar de las personas menos afortunadas empeoraría. El principio de diferencia lo justifica según el "principio de lo óptimo de Pareto", que jamás entendí: "una configuración distributiva es eficiente siempre que sea imposible cambiarla, de modo que beneficie a algunas personas (al menos una) sin que al mismo tiempo dañe a otras personas (al menos una)". ¿¿¿???. De este juego de palabras (¿o de conceptos?) aparentemente se concluye según John que en los hechos sería peor para los pobres la igualdad absoluta de derecho que una cierta desigualdad que los favorece. No sé si es muy prudente decir eso en un libro de Filosofía del Derecho liberal. En fin...

A pesar de estos claroscuros, a raíz de su sincera preocupación por la redistribución del ingreso como condición de la justicia social, no es raro encontrarse hoy con artículos que tratan de explicar por qué Rawls le interesa actualmente y mucho al pensamiento jurídico y político de izquierda que antes lo rechazaba de plano. Véase aquí, por ejemplo, si sus autores no lo han borrado de la web (lo encontré hace como dos años, anoté el enlace, y no lo he comprobado). Lo que no quita que, puestos a leer el diario en la sección de política internacional, encontraremos autoridades que invocan para justificar sus decisiones a la susodicha meta de la "redistribución del ingreso", e inclusive al propio Rawls, mientras aplican, en vez de una versión liberal de la socialdemocracia, una variante del estalinismo o el fascismo. Pero eso no será culpa de Rawls ni de sus genuinos epígonos. No es lo mismo diseñar políticas económicas para "maximizar" la cantidad de participantes de una torta que eliminar a alguno de los agentes sociales para favorecer a otros. Lo primero es una regulación orientada a garantir un mínimo de justicia que asegure cierta paz social; lo segundo es una grosera operación de ingeniería sociológica al estilo totalitario (y todo parecido con alguna distopía que hayamos leído no será coincidencia). Las ventajas comparativas se crean a través de la acción de Papá Estado, y las desventajas también. Y los pobres debemos cuidarnos de que nos creen desventajas artifíciales, que bastante tenemos ya con las naturales.

En mi época de estudiante (según creo haber aclarado en varias oportunidades, en Köenigsberg, hacia 1492), Rawls me parecía un plomo. "Un liberal choto", dije entonces más de una vez. En ese entonces, yo creía que ser un liberal era algo tan antiguo como actualmente pudiera serlo un estalinista o un partidario de la monarquía absoluta de Felipe II: una genuina momia faraónica. Hoy también me parece un plomo, pero - consecuencias de la madurez, que me hizo aprender lo que mis profesores no me supieron enseñar - noto que efectivamente, pese a ser un poco traída de los pelos como explicación del origen de las normas fundantes de los derechos, su teoría académica puede tener algunas aplicaciones prácticas válidas, a condición de que uno no se crea que este juego académico de hipótesis que plantea describe la realidad histórica ni es la única valoración posible.

La verdad es que el proceso de argumentación abstracta que un autor usa importa mucho menos que sus consecuencias prácticas, que la posibilidad de aplicar algunas nociones de la teoría que formula este hombre, con prescindencia de que su punto de vista tenga una adecuada conexión con el proceso histórico real. Así, podemos recuperar parcelas del pensamiento de quienes se han hallado en nuestras antípodas ideológicas. El transcurso del tiempo, nuestros propios cambios de estados de conciencia, hacen asimilables las ideas o propuestas de sujetos cuya persona nos resulta antipática u odiosa.

Un autor jurídico no tiene por qué demostrar que sus valores son correctos. Son sus valores. Lo que pretende es plantear procedimientos qu
e puedan acaso ser universalmente utilizados. Hace Derecho, trata de encontrar la manera de aplicar una normativa de modo tal que se justifique por su uso. Lo que en realidad le falta a este tipo es exponer la noción de evolución desde un estado de tipo autoritario a uno de base consensual. Eso es todo. Pero parte de sus ideas pueden ser acaso una herramienta para eso.

El contractualismo de Rawls es uno de los muchos aspectos de su trabajo con los que no estoy de acuerdo, pero al menos expone claramente toda una doctrina, en la que él cree. Puede no tener razón a la luz de la realidad histórica (en el caso no parece tenerla, y creo que John no lo pretende: es una hipótesis de trabajo para hallar soluciones: Rawls no hace metafísica, por eso es funcionalista su enfoque, como el de casi todos los autores anglosajones), puede no estar de acuerdo con mis opiniones (que de hecho también discrepo con él), y sin embargo bastantes de sus propuestas ser algo válido a la hora de pasar a la acción por cuanto lo que propone sea una alternativa perfectamente viable de negociación. Si no, no se recuperaría su concepción acerca de los bienes primarios por gente de otras corrientes de pensamiento diferentes de la suya.

En una discusión pública, un tipo como Rawls nos ganaría cualquier debate político por su practicidad: no procura tanto construir un edificio filosófico riguroso, cuanto uno que la subjetividad de los miembros de la sociedad pueda libremente aceptar como útil. Lo que importa, pues, es ver si a la hora de los bifes podemos ampararnos en sus doctrinas para sostener nuestros intereses. Aunque no sea "uno de los nuestros".

Rawls era visto como conservador en Latinoamérica por ciertas opiniones. Como se metía a hablar en sus escritos teóricos, sus modelos imaginarios de convenciones para la democracia, de cierta inconveniencia de una igualdad absoluta en el plano económico, y la justificaba por la misma necesidad de favorecer a los que tenían derechos básicos insatisfechos, al interpretarlo o citarlo le deformaban el pensamiento, haciendo pasar su propuesta instrumental para imaginar soluciones de negociación y fijación colectiva de valores, en su caso, como si fuera una defensa del orden establecido. No hay que olvidar que es un norteamericano y escribe en los difíciles años setenta del pasado siglo. Añadiré que debemos a Rawls, el Somnífero Norteamericano, la puesta en su sitio del pretencioso profesor Habermas, un señor que decía haber descubierto que "el consenso es una relación de fuerzas", y por lo tanto no existía como acuerdo de voluntades: John tuvo que hacerle notar en público a Jürgen que los abogados sabemos desde tiempos de Cicerón, sino desde antes, que el hecho de que las partes tengan diferente poder de condicionamiento socioeconómico de una relación jurídica no obsta a la existencia de libertad para manifestar la propia o ajena voluntad. Una cosa es la diferente situación social y otra la compulsión. Habermas, de teoría del negocio jurídico, ni media idea, pese a ser alemán y catedrático universitario.

Hace años, sacrifiqué mi ejemplar de la tediosa "Teoría de la Justicia" en una librería de segunda mano que cotizaría las obras por kilogramo al peso, imagino, porque alcanzó para pagar las facturas de la luz eléctrica y de la tasa municipal de alumbrado, barrido y limpieza. Inmediatamente después, John va y se nos pone otra vez de moda. Quería saber qué corno le encontraban a este tipo tan ilegible, me hice el propósito de releerlo y descubrí que, aburrido y todo, y traducido al cagaste llano europeo por un latoso filósofo español, no es tan bobo como me parecía a los 25.

Estos filósofos plomos se entienden cabalmente una vez que se ha soportado a otros no sólo igual de aburridos sino además incoherentes. Al menos Rawls no dijo cosas como que tal o cual ingeniería social fracasada del pasado estuvo muy bien y fue útil y necesaria para la evolución de la filosofía política. Porque hay autores que después de plantear tal cosa te salen proponiendo como solución a la decadencia de la democracia representativa una especie de 'copy & paste ad usum delphini' del "Contrato Social" de J.J. Rousseau, pero en serio, no como ejercicio académico, postulando irse a vivir en pequeñas comunidades al campo pero sin renunciar a ninguna de las comodidades del confort burgués mientras llega el momento de hacerlo, algo a la medida de cierta gente pudiente, y diciéndose liberales o anarquistas, lo que no deja de tener su gracia después de todo. Siempre me ha dejado perplejo esa semejanza de los mensajes salvacionistas de ciertas religiones con las prácticas de algunas doctrinas que las combaten; postulan que cuanto vendrá será mejor, pero nunca llega, sea porque hay que morirse (caso del cristianismo en sus versiones postapocalípticas, para ricos), o porque no es todavía el momento histórico previsto (caso de las distintas versiones de una fracasadísima versión pseudomaterialista del socialismo), etcetera. Las revoluciones graduales son tan "oximorónicas" respecto del tiempo histórico como pudiera serlo el reaccionarismo progresista. Parece preferible preservar el sentido común, ir a los bifes y vivir ahora, pensando cómo actuar, tratando de ejercer mejor de humanos. Para eso y para el insomnio, y para pagar la luz y las tasas municipales, el libraco de JR les aseguro que sirve.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

"En su tediosa "Teoría de la Justicia""

Totalmente de acuerdo. En mi época de estudios filosóficos, y para más oprobio en la especialidad de ÉTICA, sufrí la lectura de tamaño libro (usted comprenderá). Por fortuna olvide casí todo y consiguió que Freud y su "Totem y tabú" me pareciese interesante.

Anónimo dijo...

Lo que será leerse los libros del Rawls este. Si es la mitad de aburrido que Popper, présteme uno para combatir el insomnio :P

Dígame chupamedias y lo que más quiera. Yo seguiré haciendo méritos para un nuevo lemoncello.
Le cuento que tengo el vinilo de Al Stewart todavía. Y en su sobre interior... surprise!!!

The Year of the Cat

On a morning from a Bogart movie
In a country where they turn back time
You go strolling through the crowd like Peter Lorre
Contemplating a crime
She comes out of the sun in a silk dress running
Like a watercolor in the rain
Don't bother asking for explanations
She'll just tell you that she came
In the year of the cat

She doesn't give you time for questions
As she locks up your arm in hers
And you follow 'till your sense of which direction
Completely disappears
By the blue tiled walls near the market stalls
There's a hidden door she leads you to
These days, she says, I feel my life
Just like a river running through
The year of the cat

She looks at you so coolly
And her eyes shine like the moon in the sea
She comes in incense and patchouli
So you take her, to find what's waiting inside
The year of the cat

Well morning comes and you're still with her
And the bus and the tourists are gone
And you've thrown away your choice and lost your ticket
So you have to stay on
But the drumbeat strains of the night remain
In the rhythm of the new-born day
You know sometime you're bound to leave her
But for now you're going to stay
In the year of the cat

Alfredo dijo...

Sole: Su mensaje era para la entrada anterior, pero sigue ganándose lemoncellos. Uno que yo sé, si nos lee, se va a creer lo que no es y un día se apersonará en mi domicilio para propinarme una golpiza.
¿En serio tiene el glorioso "The Year of the Cat" de 1976? Hay una disquería de Flores que pasa vinilos a CD...
PD: Sí, es como Popper, útil para somnífero.

Mnemosine: Hace años, sacrifiqué la "Teoría de la Justicia" en una librería de segunda mano que cotizaría las obras por kilogramo al peso, imagino, porque alcanzó para la luz y alumbrado, barrido y limpieza. Inmediatamente después, John va y se nos pone otra vez de moda. Quería saber qué corno le encontraban a este tipo tan ilegible, me hice el propósito de releerlo y descubrí que, aburrido y todo, no es tan bobo como me parecía a los 25.
Estos plomos se entienden mejor una vez que se ha soportado a otros no sólo igual de aburridos sino además incoherentes. Al menos Rawls no dijo cosas como que el marxismo (otro plomo) estuvo muy bien y fue útil y necesario para la evolución de la filosofía política. Porque hay autores que después de plantear tal cosa te salen proponiendo como solución a la decadencia de la democracia representativa una especie de 'copy & paste ad usum delphini' del "Contrato Social" de J.J. Rousseau, pero en serio, no como ejercicio académico: irse a vivir en pequeñas comunidades al campo pero sin renunciar a ninguna de las comodidades del confort burgués mientras llega el momento de hacerlo, algo a la medida de cierta gente pudiente, y diciéndose liberales o anarquistas, lo que no deja de tener su gracia después de todo. Siempre me ha hecho gracia esa semejanza de los mensajes salvacionistas de ciertas religiones con las prácticas de algunas doctrinas que las combaten; siempre lo que vendrá es mejor, pero nunca llega ;-). O hay que morirse, o no es el momento, etcetera. Mejor, creo yo, ir a los bifes y vivir ahora. Pero pensando cómo y tratando de ejercer mejor de humanos, supongo. Para eso y para el insomnio, y para pagar la luz, el libraco de JR sirve.
Saludos

principio de incertidumbre dijo...

Para que usted regalo alcohol a sus lectores, ¿tenemos que hablar mal de Popper?

:P

Anóteme uno.


Yo vi la antigua bitácora.

Eso,
Besos.

Alfredo dijo...

Usted es una científica en riesgo de renegar. Y yo quiero que sea farmacéutica. Imagínese haciendo una rogativa en nombre de su pueblo ancestral en guardapolvo y con un vademécum en la mano. Capaz que sale en algún noticiero internacional y se hace famosa. Los gringos le titularían: "Mujer chamán aplica el Principio de Incertidumbre en el Ngillatún"... ;-)

Pero si insiste, hable mal de Popper, y le pago algo.

¡Esa bitácora verde! No estaba mal ese fondo, no sé si no debería cambiar la plantilla de esta otra por esa. ¿Usted qué opina?

Un beso. Saludos a quien corresponda.

principio de incertidumbre dijo...

Es que a veces me siento como Gabriel Byrne en Stigmata (mala, mala película). En contraposición con cierta lógica (no tanta, no crea) y cierto misticismo heredado. Por eso, tomo lo que puedo de ambos lado, pero me armo un quilombo peor que el agujero que nos generó.
Igual hay cada chanta citando en vano el santo nombre de Heise, especualando con la dualidad de la partícula y la onda... que... en fin...

Y me quedo con esta bitácora. Casi se siente familiar.

;-)

Besos.