domingo, noviembre 06, 2005

The Song Remains the Same

Me dieron ganas de hablar de música popular y del por qué todo o casi todo lo que se escucha por la radio comercial suena más o menos idéntico. "La canción es la misma" fue el título con que se conocieron aquí una canción ('I had a dream. Crazy dream...' cantaba Robert Plant) y una película de Led Zeppelin cuyo título original inglés era el de esta entrada y que durante años se proyectó en la trasnoche de un cine porteño, con clima de festival de rock en la platea. El título sirve para ilustrar por qué me parece bueno ir recordando de dónde viene lo que hoy se escucha.

Músicos, presentadores de programas musicales y simples nostálgicos de otros tiempos alegan que la música negra norteamericana de los sesenta era tan abierta a todo tipo de influencias, a la reelaboración de cuanto sonido anduviera dando vueltas por ahí, que la mayor parte de lo que nos hacen escuchar hoy en día procede en línea directa de ella. Creo que es verdad. Esto viene de mucho más lejos, al punto que el maestro William Cristopher Handy, famoso compositor de jazz y blues admirado por Borges, en su autobiografía "Father of The Blues" (1957), dice esta cosa no tan sorprendente para quien tenga buen oído: "Cuando el 'St. Louis Blues' fue escrito, el tango argentino estaba de moda. Yo engañé a los bailarines arreglándole una introducción de tango, y quebrándolo luego abruptamente en un blues lento" ;-). Algunos músicos de jazz como por ejemplo Dizzy Gillespie experimentaron en los treinta, cuarenta y cincuenta con la percusión y ritmos afrocubanos y dominicanos...

La expresión "sonido negro de Detroit" o "sonido Motown" se refiere a un determinado estilo dentro del "soul", género que combina rhythm and blues, gospel y pop: secciones de bronces, percusión de todo pelaje, armonías y contrapuntos vocales al estilo de los coros religiosos... todo eso al servicio de letras románticas, a veces casi de bolero.

Las armonías vocales tomadas del gospel le daban su gancho musical (y comercial) para el público en general y sobre todo el blanco: generaron "ventajas comparativas", para decirlo en lenguaje mercachifle, que hicieron del "sonido Motown" (el que la productora de Detroit que desarrolló esa fórmula inconfundible y vendedora utilizaba en sus desarrollos y mezclas) el más exitoso de la música yanqui.

Ray Charles fue el primero en grabar, hacia 1955, algo con los rasgos característicos del soul: "I got a woman". Si lo buscan en la red, lo encontrarán fácilmente como MP3; allí Ray fusiona gospel, pop anglosajón y rhythm & blues.

Otros pioneros fueron Jackie Wilson (desde el rhytm and blues), Sam Cooke (un estupendo cantante de gospel de cinematográfica muerte), Curtis Mayfeld (que usaba el soul para dejar testimonio de su militancia por los derechos civiles de los negros), y el alocado James Brown, que desde los arreglos y las letras ("I feel good" o "The hardest working man in showbiz") dio forma definitiva al género. Entonces, una serie de sellos independientes como Stax y Motown empezaron a desarrollarse.

Motown era el de Smokey Robinson, The Temptations, Martha & The Vandellas, Marvin Gaye, Stevie Wonder, The Supremes, The Four Tops y The Jackson Five. Privilegiaba lo melódico y los arreglos de voces expresivas y con registros personalísimos. Al final, sin embargo, los arreglos estudiados para producir buenos efectos que indujeran al público a consumir los productos de la Motown hacían que todos estos artistas resultaran sonar de un modo muy parecido: sin contar con que a veces compartían los sesionistas de instrumentos y coros, cantaban sobre fondo mixto de blues estilo Detroit (minimalista y eléctrico al modo de John Lee Hooker), más algo de jazz, todo fusionado con la música electrónica de los blancos. Habían encontrado la receta comercial que se sigue usando hasta hoy.

Como en muchas otras cosas en esta vida, yo soy un "contrera" profesional: prefiero a la competencia de Motown, que era Stax/Volt, de la ciudad de Memphis, los pagos de tantos 'bluesman' y músicos de jazz y también de Elvis, cuyas producciones tenían un sonido más "funky" ('ralentado' y seco al estilo del blues, 'abagualado'), menos relacionado con lo académico y con preponderancia de riffs rockeros. En este sello grababan mi preferido, Otis Redding, y Wilson Pickett. A finales de los sesenta, pasó a ser un departamento del sello Atlantic, que ya tenía contratados a otros pesos pesados: Solomon Burke, Percy Sledge y sobre todo Aretha Franklin.

Finalizado el esplendor de los sesenta, Sly Stewart & The Family Stone fue el más conocido de los grupos que comenzaron a potenciar el funk y algunos músicos de la banda de Brown - como por ejemplo Maceo Parker - desarrollaron exitosas carreras solistas. Y como si todo eso fuera poco, aparecieron dos músicos muy influidos por todo este sonido y muy influyentes sobre el futuro: el extraño y muy politizado Gil-Scott Heron (pistas de sus discos "Pieces of a man" (1971) y "Winter in America" (1973) cada tanto suenan en las radios, seguramente por error de los DJ o por su semejanza al ulterior 'rap') y Shuggie Otis, guitarrista cuyos trabajos "Freedom Flight" (1971) e "Inspiration Information" (1974) son buenas muestras de estas fusiones que, sin perjuicio de su buena calidad cuando las hacían buenos músicos, derivaron poco a poco hacia lo que la industria gramofónica norteamericana y europea usa hoy en día como ritmos bailables o de canción ligera para damnificar nuestros oídos: en los setenta empiezan a desarrollarse primero el 'funk' y luego el 'disco', con los que hemos bailado cuando niñ@s much@s que acabamos de pasar los cuarenta, y finalmente (¡Dios nos libre y guarde!) el rap, el hip-hop, el trip-hop y el dance-funk y múltiples géneros musicales que pasaron de hacernos mover alegremente las patitas al compás a directamente tener que aguantarnos el repertorio de unos señores soprendentemente capaces de abrumarnos con temas monótonamente iguales entre sí de ocho o diez minutos consistentes en mezclas atroces, máquinas de ritmo y letras 'percusivas' cuando no onomatopéyicas, y colecciones de ruidos diversos, producción que nos es vendida como "lo último" con que deben las muchedumbres atormentar su espíritu y por supuesto "no nos podemos perder" si es que hemos de estar al día con la música popular. Hasta con el tango se han metido estos electrónicos, pero no podrán con nosotros, mientras haya en la Patria quienes prefieran aprenderse samplers con un bandoneón o un violín o una guitarra en vez de almacenarlos en un chip. Tal la diferencia, según mi conservadorazo criterio, entre componer música propia y resignarse a adaptar sin demasiada calidad la de los demás: la misma distancia que va de la vida a la muerte.

Me faltaba agregar que en Brasil hubo un genuino exponente del soul, que cantándolo en portugués lo hacía tan bien como por ejemplo el finado Barry White (que, si mal no recuerdo, no era artista de ninguno de los dos sellos "grandes"): me refiero a Tim Maia.

8 comentarios:

Víctor Manuel dijo...

O sea que para que surja algo diferente tendría que venir de alguien que irrumpa en el mundo de la música, casi desconociéndola y reinventándola de nuevo...

Alfredo dijo...

Quizás en este tipo de música destinada principalmente a que la bailemos y compremos discos. Pero uno nota con preocupación que hasta los que quieren hacer música clásica moderna exageran tanto desde los años sesenta en el experimentalismo, la atonalidad y el sampleado electrónico que finalmente no consiguen sonar diferentes entre sí. Acaso por eso lo mejorcito que se puede escuchar por ahí hoy día viene por el lado de cierto jazz "retro" (no pocas veces remitiéndose al anterior al 'free jazz') o de algunas músicas de inspiración folklórica, o de fusiones. Nos han saturado los oídos, acaso, desde las radios, las discotecas y los discos. A lo mejor no es tanto cuestión de inventarse un sistema musical nuevo como de redescubrir las delicias de aprender cómo era que sonaban esós géneros en su origen, para luego poder tocarlos con personalidad. Un poco de Historia de la Música para refrescar el oído. Digo yo, que no sé nada.

Anónimo dijo...

Todos hacen lo mismo desde hace mil años.
Te acordás de esta de los Ratones, no tus paisanos sino los Paranoicos?:

la moda nos engaña, parece congelada
un siglo con la misma canción no dice nada


A veces sí parece más moderno algo de Django Reinhardt o Antonio Tormo que estos clones de Operación Triunfo, ese invento gallego, y otros especímenes.

Saludos cañeros :P hic! Aguante Troilo!

Alfredo dijo...

No me acordaba. Los Ratones Paranoicos curten esa onda Stone que a mí no me gusta, ¡vio?. Pero es cierto, de eso se trata.
Lo malo es que no son sólo los tipos que salen de esos concursos y otras yerbas. Quienes la van de enemigos acérrimos de la música hecha sólo para vender están tan inmersos en los clisés que ya aburren también. Todos son caricaturas del soul de los sesenta, de los rockeros post beatles, del jazz eléctrico, de la música electrónica experimental... Reyes del sampler y de la voz colocada de manera efectista. Y yo quiero escuchar tipos que expresen algo particular, que compongan, que usen la fantasía, no que me hagan un collage. Es como si un pintor, en vez de dibujar y dar colores, se remitiera a recortar y pegar pedacitos de cuadros famosos. A un pintor no se lo perdonarían. ¿Por qué se lo dejamos pasar a los músicos? ¿Eh, eh? Si reventamos las reglas, sería para componer unas nuevas, salvo que no nos importe comunicarnos con nadie.

A la música la matan los clisés y el autismo, procedan de los convencionalismos híbridos de los años cincuenta o de la electrónica como único recurso. No imagino a Saborido o Maglio o Vicente Greco repitiéndose. No imagino a Robert Johnson o Leadbelly pidiendo acordes prestados a otro guitarrista, pudiendo tocarlos ellos y recrearlos cada día con un matiz diferente. Etcetera...
Estoy volviéndome un señor muy malo. Salúdola, vecina.

Alfredo dijo...

Hola. Parece que cada vez que entro a responder un mail, encuentro avisos de comentarios al blog ;-).

El subtítulo del blog (entiendo que te referís al "take your broken wings and learn to fly once more") se me ocurrió mucho después de haberlo empezado, releyendo una vez más "A minor bird", hermoso poema de Robert Frost, y lo puse en reemplazo del subtítulo original, que era horrible. Este otro suele gustar a mis comentaristas, acaso porque comprendemos que no somos siempre exactamente los mismos, pero hay continuidad histórica entre cada uso que le vayamos dando a las alas. Las alas son siempre las mismas, y periódicamente se lastiman; entonces, uno debe aprender a volar de nuevo. Lo malo es olvidarse de que las tenemos.

Ya que esto trata de música 'complaciente' o 'no complaciente', como la llamaba Spinetta en viejos tiempos, citemos al Flaco: "aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor: mañana es mejor".

Alfredo dijo...

Ah, pero no era mi intención meterme en esos asuntos, aunque en efecto ahí arriba hablé mucho de músicos que solían tener una postura ideológica firme que intentaban comunicar con su arte.
Más bien apuntaba a la monotonía musical, a que todos suenen igual, aunque es cierto que es en buena medida el público el que acepta la repetición de clisés como buena y con ella genera el negocio, y entonces muchos se estancan o se vuelven más mercachifles que artistas.
(Así que el del saxo era en Praha; eso no se lo había contestado)
Saludos

principio de incertidumbre dijo...

Toc, toc, ¿puedo participar?

Alfredo dijo...

Puede. Cuéntese algo. O cántese el "Candombe para Lautrèamont", lo que quiera.
Sds Sdss