martes, marzo 08, 2005

Exorcismos musicales: blues de Detroit

Decía ayer que cuando uno da en leer lo que otras personas más pretenciosas publican en sus blogs o páginas de Internet termina por alegrarse de tener una bitácora inútil como esta, para que la lean tres personas, y eso esporádicamente. Así como el "The Anatomy of Melancholy" es Burton, mi blog soy yo. Alguno o alguna que me conoce personalmente asoma o asomará por aquí, y acaso sonría imaginando mis gestos y mi voz, mi mirada y mis cabello, como son ahora o como los conocieron en el pasado.

Lo cierto es que componer es imaginar dificultades de interpretación y de coordinación entre autor y receptor de un mensaje. En el caso de la música, implica prever la coordinación entre ejecutantes de diferentes instrumentos, comprendida la voz, sin perjuicio de dejarlos libres de improvisar en ciertas secuencias armónicas, o sea aplicar "samples" melódicos y rítmicos aprendidos por el músico a lo largo de su experiencia, en oportunidad de leer una partitura o simplemente tocar de oído. La mente y el físico humanos son mucho más complejos y variables, y sutiles, que los medios electrónicos. Así que en estos tiempos tristes de periodistas que se creen eruditos, críticos de cine mentirosos, lectores de solapas, repetidores acríticos de superficiales opiniones ajenas y, en lo estrictamente musical, rappers, hiphoperos, disc jockeys de dudoso gusto, pretenciosos compositores-recicladores de música electrónica berreta, es de agradecer el legado de reconfortantes sonidos que ciertos sencillos hombres nos dejaron, tan sublimes a su manera como pueden serlo en otro plano los de Corelli, Mozart o Berlioz.

El Mississipi surca Norteamérica hasta el ocaso, portando los sentimientos, los misterios, las leyendas: el corazón de los hombres, su parte menos luminosa y más profunda. La comprensión quizá me sea inevitable porque nuestro Plata es otra exageración americana resultante de algún equívoco de marinero, y con ella tejieron la leyenda de otro estuario, que arrastra en sus aguas también lodosas sentimientos y misterios no menos turbios, con la misma mezcla afro que padecieron los Bluesman. Aquí abajo se llama candombe, tango y algunas otras cosas más. Por el Caribe andan el feeling (sonido cubano pariente del bolero), guitarras suaves, pero sobre todo bronces y maracas. Cada pueblo exorciza o endemoniza a su manera. Y está bien.

Algo de lo que acabo de decir sospecharía nuestro Borges cuando escribió, allá por los años treinta del pasado siglo, su "El espantoso redentor Lazarus Morell", para la "Historia universal de la infamia".
Por mi parte, ese zapateo de John Lee, detrás del estilete de las cuerdas de su guitarra siempre me ha parecido la mejor percusión, la más eficaz base.

En toda América, usando por ejemplo barricas de vino, harinas, u otros comestibles, los negros improvisaron membranófonos, como la conga, o -ya en el Río de la Plata- los chicos, los repiques, los bombos, los "pianos" y las tumbaderas, que en tiempos idos los "tata viejos" (equivalentes argentinos y uruguayos de los 'voodoo doctors') "curaban" con fricciones de ajo y aceites, y sometiéndolos al fuego, hasta templar las superficies. Y el estreno de cada uno de esos percusivos supone una ceremonia especial con origen en la religión afro, un sincretismo.

Los percusivos de distintos tonos y notas se combinan, formando verdaderas baterías, para poder ejecutar piezas según las afinaciones requeridas. Puede uno ser un Bonham del candombe o la rumba. Y para colmo, hay influencia de pueblos amerindios, que tenían instrumentos de cierta semejanza, y superposición de elementos flamencos. Fíjense las consecuencias artísticas (lo dijo Borges en la obra citada) del Asiento de Negros de Su Majestad. Inclusive atronó las radios y las orejas de nuestros abuelos "la deplorable rumba 'El manisero'"...

Lo importante es que el basamento cultural de la música brasileña, antillana, rioplatense, peruana y estadounidense, tiene muchísimo en común: rituales africanos que se dan en todo el continente americano y se reflejan en las huellas del sincretismo religioso. Brasileños y hombres "de color" del "Solid South" son los que menos lo han tenido que ocultar. En realidad, donde la influencia de la religión europea organizada como institución política no era demasiado fuerte, esa cultura se manifestó mucho más claramente: se basaba en el antiguo principio de las fuerzas de la Naturaleza, el sexo, la sensualidad y cosas tan excelentes como esas.

Los sellos que grabaron los primeros rags y blues llegaron, entre 1890 y 1920, a recopilar sonidos hasta en América del Sur, en busca de artistas buenos y baratos (casi todos negros y mulatos, por supuesto, o continuadores de sus influencias musicales). Hasta la "payada", contrapunto poético y guitarrístico, parece que es de origen africano (llamadas y contestaciones a grandes voces: el inicio de los carnavales rioplatenses se da por "llamadas"). De hecho, el Payador por excelencia, que diera nombre a nuestro principal aeropuerto internacional, fue Gabino Ezeiza. Un negro o mulato.

El zapateo de John Lee pone en ridículo a cualquiera que quiera imitarlo pero no lleve el ritmo en la sangre. Dicen que él lo tomó de su maestro T-Bone Walker, un guitarrista virtuoso. Y da un sonido como el del "cajón" peruano que se usa para acompañar los valses limeños (y originalmente habría sido un cajoncito de limpiabotas).-

A mediados del 2001, poco antes de pasar a mirar el mundo desde la parte inferior de los rabanitos, John Lee Hooker, un desgarbado negro que andaba por los ochenta y dos, estableció su último contacto directo con el público: continuaba subido a los escenarios, sonriéndole a su gente y mirándola a través de sus anteojos oscuros, a pesar de su avanzada edad que ya lo obligaba a tocar sentado y servirse de percusionistas (ya entenderán por qué acoto esto).

Nuestro hombre nació un 22 de agosto en una granja de Mississippi. Libros y web sites dan como su año de nacimiento el de 1917. Su papá era ministro en una Iglesia: aprendió desde muy chiquito a cantar gospel. Al blues y al country boogie (antepasado del rock, y su especialidad como guitarrista) llegó gracias al segundo esposo de su madre, el músico William Moore, amigo de algunos bluesman hoy legendarios como 'Blind Lemon' Jefferson y Charley Patton. Como muchos músicos que tocan de oído, y como aquellos pioneros del rock argentino de los sesenta, él también pasaba y repasaba los discos en la "victrola" para copiar como mejor podía los acordes y punteos. Comenzó a tocar con cuerdas fabricadas con tiras de cámara de neumático clavadas en un bastidor y tiempo después, cuando tuvo cómo comprarse una, pasó a la guitarra.

Anduvo por Memphis y Cincinatti como acomodador en el cine, y de vez en cuando acompañante a músicos de blues como Robert Nighthawk y de gospel (Fairfield Four y Big Six). Instalado en Detroit entre fines de los años treinta y el ataque japonés a Pearl Harbour, trabajó como obrero en la industria automotriz y metalúrgica, y para ganarse un suplemento empezó a cantar en bares y pubs donde se reunían los sureños a emborracharse y recordar sus "Cotton Fields" (¿recuerda alguno la hermosa canción de Leadbelly, el zambo "Rey de la Guitarra de Doce Cuerdas", famosísima en la versión de Creedence?). En esas prestigiosas reuniones de sommeliers y gourmets estadounidenses sureños nadie le daba cinco de bolilla al músico: el respetable público gritaba y puteaba, reía a carcajadas, se tomaba todo y tiraba snacks o migas de pan al antipático de la mesa vecina.

Por eso muchos, como Muddy Waters (en Chicago), Howlin' Wolf, y Hooker, fueron pioneros en la solución más recomendable para hacerse oír y no quedarse sin trabajo: adaptar para ganarse la vida con el blues la guitarra eléctrica introducida experimentalmente por T-Bone Walker y Les Pauls en la música yanqui en reemplazo de las destartaladas Gibson españolas como la que usara el gran Robert Johnson y ellos mismos en sus inicios.

Hooker hizo sus primeras grabaciones en 1948, para Sensation Records, y comenzó a dedicarse con exclusividad a tocar blues. Con la eléctrica en sus manos y su clásico zapateo estilo tip-tap haciendo la base percusiva (detalle que cualquiera que haya intentado un punteo de guitarra sabe lo difícil que es de coordinar con la ejecución del instrumento, y que dicen tomó del espectacular estilo del "T-Bone" Walker, que creo fue quien le obsequió su primera guitarra eléctrica), "The Boogie Man" hipnotizaba a las audiencias. Su guitarra elemental y misteriosa, como hiriendo el aire desde la nada, diríase que creando un ambiente "entre el alambre de colgar la ropa y la amenaza del flamenco", entre el esquematismo del rock'n'roll duro y la sutileza improvisadora y repentista de Frank Zappa, ponía ritmo, melodía y contrapunto de su voz cascada y desafiante: "one Bourbon, one Scotch, and one Beer, oh yeah!".

Era artístico hasta para eludir los contratos en exclusividad creando 'alter egos', suerte de traviesos nicks de bluesman pobre (digo yo: ¿pero se puede ser un bluesman rico?). Así grabó para distintos sellos discográficos con otros tantos nombres: para el sello King era "Texas Slim", en Regent "Delta John", en Savoy "Birmingham Sam & His Magic Guitar", en Danceland era "Little Pork Chops", cuando grababa para Staff era "Johnny Williams"; en los sellos Sensation, Gotham, Regal, Swing Time, Federal, usaba su verdadero nombre, pero en Gone era John Lee Booker (con "B"), en Chess y en Acorn era "The Boogie Man", en Chance y DeLuxe era simplemente "Johnny Lee", y así hasta que en 1955, como ya era famoso, comenzó a usar sólo su verdadero nombre. Un negro atorrante, vamos.

Se recuerdan de él varios éxitos, entre ellos "I'm in the mood", "One bourbon, one scotch and one beer", "Walking the boogie", "Boom boom" y otros más. Siempre buscando la variante de la armonía, el ritmo, y toda la parafernalia imprescindible para llamar la atención y ser distinto que los demás bluesman. No necesariamente mejor, sino distinto. Como luego harán los "chicos Motown" del soul, que algo aprendieron de él.

Durante los primeros años de la década del sesenta, con el rock y sus parientes domesticados por la industria blanca, Hooker y todos los viejos bluesman se las rebuscaban como podían, con recitales de blues acústico en universidades y circuitos de música folk. Mezclado con gente como Miles Davis, apareció "colado" en festivales de jazz como los de Antibes, Niza, Barcelona. Ejerció gran influencia en gente como Johnny Rivers, Frank Zappa, los Canned Heat, Beatles, Rolling Stones (banda que no me gusta para nada, pese a ser argentino), The Doors (aquí hago un alto literario: el nombre de la banda californiana se debe a los experimentos con mescalina de Aldous Huxley, que por ahí habla de "las puertas de la percepción"), Spencer Davis Group, y muchos otros.

Fue la "British Invasion" la que reavivó en Estados Unidos el blues eléctrico y permitió que Hooker y muchas glorias de la música negra salieran relativamente de pobres y fueran reconocidos como los grandes músicos populares que eran hasta por los sectores blancos de su propio país. Algunos, como Howlin' Wolf, hoy aparecen en las estampillas de correo.

Más tarde grabó con la banda Canned Heat (unos locos totales que una vez, dicen, yendo de gira en ómnibus, se pusieron a improvisar una noche en un bosque californiano, y de repente se encontraron sin querer tocando para unas ochocientas personas) "Hooker'n'Heat" (1971). Interpretó un papel especial en la película "The Blues Brothers" (1980) y -si mal no recuerdo, ¡socorro, cinéfilos!- metió mano en la banda sonora de "El color púrpura" de Spielberg.

A los setenta años, el vejete grabó en 1989 "The Healer" ("Quitapenas, Curador, Sanador, Blues en el sentido prístino de 'diablillo melancólico'"). En ese disco pasa revista a toda su carrera, a todos los tipos de blues que existen, junto a acompañantes como Robert Cray, Bonnie Raitt y Carlos Santana (con Chepito Areas y todo). Ahí anda en la tapa del compact la silueta del viejo Hooker, con su sombrero y sus invisibles, presentidos anteojos negros, levantando la mano como un deshollinador bonachón que conjura a los fantasmas de la tristeza. Ya que hicieron 'click' en el enlace, no sean giles: no se priven de recorrer toda la página "Jazz No End".

John Lee era analfabeto: no tenía ni la más puta idea acerca de cómo pautar en papel su música. Algo así como un predicador ciego. Los bluesman, como algunos letristas e instrumentistas de tango, como algunos músicos brasileños, como los payadores, continúan a su manera, con sus coordenadas culturales, aquella tradición homérica del aeda errante y melancólico, que advierte a los pueblos sobre los peligros y las maravillas de esta vida.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora veo de dónde salió thehealer!
Respecto de The Color Purple no lo veo en la lista de su música, aunque es posible que esté con algón pseudónimo o no haya sido incluido en los créditos por algún motivo de esos bien yankis.

http://us.imdb.com/title/tt0088939/soundtrack

Interesante, Alfre. Hooker es como un moscardón que me ha estado revoloteando desde hace tiempo pero al que nunca me animé porque me siento un hereje ignorante de tales músicos. Me animaré ahora después de leer esto? Si lo hago tendrás todos los créditos.

Alfredo dijo...

Anímese. Es más: se lo recomiendo. Pero sepa que es un músico extraño, que abarca desde lo más comercial hasta lo puramente artístico, y puede sonar a la Mississipi lo mismo que a Palito Ortega ;-).
Recuerdo que la primera vez que lo escuché fue haciendo un blues famoso: "One Bourbon, One Scotch, One Beer", en un cassette (por si se nos cuela aquí Cloud, digamos que la palabra ha sido castellanizada por la Irreal Cacademia como "casete"... cosas de gallegos ;-) ) armado hace muchos milenios por el hermano de un amigo que mezcló pistas de vinilos y tomas de programas de jazz de la radio. Otra de las primeras canciones suyas que me pegó fue una llamada "Más malo que Jesse James". Titulaba de esa forma, a veces: le gustaba jugar al malo, al marginal, pero según parece educaba bien a los suyos, como que el anteaño pasado anduvo tocando en Notorious (con Salinas y Botafogo de violeros ocasionales, ¡qué lujo!) una de sus hijas, que canta también, y la mina contaba que el viejo dejó plata para una Fundación que efectivamente funciona, y se ocupa de formar a los chicos interesados en hacerse músicos profesionales, para que las discográficas no los exploten como parece que hacían con él. Ejemplo debería tomar alguno que otro de esos politizados cantante de protesta que andan por ahí.
Uno de los temas de "The Healer" se llama "Old Rockin'chair", que es el nombre que -como bien recuerda Borges en el texto suyo que mencioné ahí arriba- se le da en los blues más antiguos del Mississipi nada menos que a la muerte...

Ezequiel Wolf dijo...

me gusto el txt entre desde el link que el firmaste a principio de incertidumbre

Alfredo dijo...

Gracias, fitosnm. Se hace lo que uno buenamente puede. Lo que no, se compra hecho ;-).
Saludos.

[Y me olvidé, Marcelo: se pueden poner links desde los mensajes también. Para eso hay que apelar al viejo truco de escribir en lenguaje HTML abriendo y cerando con < y >, por supu sin dejar espacio alguno dentro del término comprendido por el lenguaje HTML.
1.signo de apertura A HREF="URL" signo de cierre
2.tu texto
3.signo de apertura /A signo de cierre,
como habrás sospechado desde un principio.
Vamos a ver si funciona. Supongamos que hubieras puesto la cosa así:

"The Color Purple"¡Sí! ¡Funciona!]

Anónimo dijo...

Si, Alfre, es la costumbre de que se ponga automáticamente. Hay que laburar más con el HTML.

Anónimo dijo...

Hola de nuevo, Alfredo.
Te cuento que hoy me dí una vuelta por Musimundo y sólo conseguí The Best of Friends (por cierto, incluye el tema The Healer).
Pensar que en otras épocas había una selección de CDs mucho mejor.
Me gustó; lo iré desgustando con tiempo. Gracias!