domingo, marzo 27, 2005

Me & Mr. Bradbury

Me debía y les debía la transcripción de este párrafo apocalíptico:

"...Llénate los ojos de asombro, vive como si fueses a morir en los próximos diez segundos. Observa el universo. Es más fantástico que cualquier sueño construido o pagado en una fábrica. No pidas garantías, no pidas seguridad, nunca hubo un animal semejante. Y si alguna vez lo hubo, debe ser pariente del perezoso, que se pasa los días cabeza abajo, colgado de una rama, durmiendo toda la vida". Al diablo con eso - exclamó Granger -; sacuda el árbol y que el perezoso caiga de cabeza.
-¡Mire! - gritó Montag.
Y la guerra comenzó y terminó en ese instante.
..."

(Ray Bradbury, Fahrenheit 451, en la traducción de Francisco Abelenda para Minotauro, Buenos Aires, 1958)

No soy muy amante de la ciencia-ficción (scientifiction), pero sí de la literatura fantástica. Y me parece que ese es el género que en realidad hace Ray Bradbury.

Leí por primera vez a Bradbury a los once o doce años, en 1974 ó 1975, acabando la primaria. Los libros fueron ”El país de octubre” y "El hombre ilustrado". De aquellos tiempos recuerdo haber sido iniciado en el conocimiento de autores tan increíbles para mi edad de entonces como Dalmiro A. Sáenz (”¿Quién, yo?”), mi tocayo Alfred Jarry (”Costumbres de los ahogados”, antología que incluía aquel texto sobre lo que contiene el cerebro de un gendarme) y Guillaume Apollinaire (”El heresiarca & Co.”), entre otros.

Cinco años más tarde, en el ingreso a la Universidad debí leer por imposición de un programa de estudios, entre otras cosas, "La Ciudad de Dios" de San Agustín, el "Canzoniere" de Petrarca, "Edipo Rey" de Sófocles, "El Rinoceronte" de Eugene Ionesco, y "Fahrenheit 451" de Bradbury. El responsable de ese curso nos insinuó 'sotto voce' que no se animaban con "Animal Farm" y Mr. Blair u Orwell (según prefieran), ni siquiera con "Brave New World" de Aldous Huxley, por la ideología de los autores que iba a dar lugar a serias y peligrosas confusiones.

Ahí volví, entonces, a tropezarme con el viejo Ray: lo de los bomberos quemando libros y los outsiders escapando de la supuesta civilización uniformadora y niveladora hacia abajo me fascinó, aunque por esos tiempos no alcancé a comprender cabalmente sus implicancias sociales y personales. Y al poco tiempo, en una librería de viejo, dí con la edición de Minotauro en traducción de Abelenda y con prólogo de Borges (1955) de las "Crónicas Marcianas". Conocí calificadas opiniones acerca de ese libro en dos oportunidades poco antes de leerlo. Primero había sido la transcripción de una charla de Borges en Radio Nacional, donde en cierta época hacía un microprograma de radio sobre literatura, y es sabido que al vejete le encantaba la literatura fantástica del tipo de Stevenson, Wells, o Bradbury. Y pude oír a Bradbury mismo, en una visita suya a Buenos Aires hacia 1979/1980. Contó entonces que mezcló unos cuentos que había empezado a redactar en clave fantástica desde 1946 sobre la crisis de los valores originarios de los Estados Unidos con las fuertes impresiones que le causaron una serie de decisiones de su propio gobierno, concretamente algunos hechos como la intervención en Guatemala a principios de los años cincuenta bajo la tradicional acusación de cabeza de puente rusa en el patio trasero (acaso haya habido algo de cierto en esto), y de ahí sacó, casi de un tirón de inspiración, la redacción definitiva de esas polivalentes "Crónicas marcianas".

Lo mejor de Bradbury es que se trata de uno de los autores que es grato leer en una noche estrellada, en el patio de una casa construida hacia 1880, en una calle con declive, cuesta abajo hacia el sur, con un perro o gato y/o una abuela haciéndonos silenciosa compañía, y acaso un pequeño tratado de astronomía elemental, Cabrera y Medici o Colin A. Roman, por ejemplo, para ir aprendiendo a localizar algunos astros 'a ojo pelado' y conocer sus nombres, y así viajar con Ray.

No pocas veces se mete con el hemisferio opuesto al suyo boreal, o ambienta sus cuentos en otros países de América, y uno puede viajar entonces como si leyera a Wells o a Lovecraft, por ejemplo, o si volviera a ver esas viejas y amadas series yanquis de los sesenta. Yo recuerdo haber estado fascinado con el robot de "Perdidos en el espacio", sin ir más lejos, y cada vez que me tropiezo con el viejo Ray me hago un mix espiritual de ambiente country blues, novela de Faulkner o de Erskine Caldwell, y aventura espacial. Bradbury "pide" fondo de Robert Johnson, Big Bill Broonzy o Sonny Boy Williamson, por ejemplo. Lo más urbano que puede tolerar como acompañamiento musical son Cab Calloway o unos mariachis, en su caso.

Es de esos autores con que puede uno ayudarse para mirar el cielo estrellado con otros ojos. Para los tiempos que corren, tan lejos del ambiente de los sesenta o principios de los setenta, no está nada mal, creo. El ensueño y la sonrisa son de agradecer en toda ocasión, y más todavía si van acompañados con una certera visión de lo humano y transitamos estas épocas de amargo desconcierto.

Soy aficionado a la Historia. Bradbury, sin ser historiador, me enseñó con su arte algo fundamental para un joven inquieto: que la Historia sí existe, pero no es como la cuentan los que ejercen circunstancialmente el poder. Que tras la tranquilidad y las apariencias apacibles aguardan turbias asechanzas, y tras supuestos libertadores y "transgresores" a veces se esconden los peores liberticidas y egoístas. Otro autor, favorito de uno de los habituales comentaristas de este dignísimo blog, me refiero a Philip K. Dick, dejó escrito por ahí 'reality is just a point of view'. That's right, Phil ;-).

El problema central de nuestra vida nunca son las permanentes transformaciones de los entes, seres humanos incluidos, sino los cambios que a la construcción discursiva de la realidad hacen quienes tienen mayor poder de condicionamiento socioeconómico de la vida cotidiana. La sociedad y sus instituciones parecen funcionar como las partes en un contrato de adhesión, cuya dinámica es menester ser capaz de criticar permanentemente para que el mayor poder de condicionamiento de las acciones no aplaste nuestra libertad con sus normas predispuestas unilateralmente como si fuéramos hormiguitas. Y nadie puede ejercer esa crítica sin una previa autocrítica. Hay que ejercer la plenitud de la memoria para saber quién es uno y así poder conocer las relaciones de fuerzas: dónde empiezan y terminan nuestra voluntad y el imperio de lo que se pretende exteriormente sea nuestra conducta.

Eso sí: si todo lo que nos cuenta Bradbury lo hubiera tenido que leer de otros autores menos dotados para comunicar sus percepciones, seguro que no me acordaría del menor detalle. Porque la 'scientifiction' en realidad es literatura de la especulación científica en la parte menos científica de la ciencia, perdóneseme el juego de palabras, y a la vez disfrute por el autor y el lector de la aptitud de la ciencia para romper conceptos tenidos por inmutables. La capacidad para mirar los hechos desde ángulos distintos o de crear nuevas situaciones jugando con la idea prohibida fuera de lo ucrónico al buen historiador, o sea el "¿y qué sucedería si...?", pone en juego, en la buena literatura fantástica, las variables sociales, éticas, religiosas y científicas en las que nos movemos sin tomar conciencia de ellas. Es "un cachetazo al vicio", un ejercicio que nos fuerza a modificar siquiera transitoriamente nuestras percepciones, ideologías y creencias para obligarnos a ver la realidad con los ojos de otros. O de los otros que nos negamos a ser.

Me aburren (casi uso el grosero argentinismo "me embolan") los escritores de cualquier género que se creen en el deber de enseñarme algo. Cuando huelo que un tipo, en vez de usar el vuelo de su imaginación para compartirla, pretende que la obligación del arte es enseñar ciencia o bien pronosticar con fuerza horoscopera cómo vendrá la mano del futuro, o alertarnos sobre lo malo que el porvenir será, huyo raudo cual saeta en dirección a gente acaso más ignorante, pero también más ingeniosa, y por eso digna de ser escuchada. Aunque, por desgracia, durante cierto período del siglo XX ése fue el objetivo de varios de los más difundidos exponentes del género.

Así, nadie ha conseguido embolarme tanto literariamente como Isaac Asimov. Quizás sí algunos escritores de novelas policiales inglesas (excluido por supuesto el venerable Chesterton). Ni siquiera ciertos juristas y economistas, saltimbanquis ideológicos y literarios maravillosos, orientados a ganar el espacio intelectual para preparar un terreno político, me han fastidiado tanto, pues luego resultan divertidas sus doctrinas, una vez trasladadas al terreno de la ciencia y confrontadas con el llamado Universo o Realidad. Uno no puede dejar de encontrarlos un juego, un ejercicio intelectual de método y estilo para conocer el escenario de confrontación. Pero cuando uno lee "por deporte", es otra cosa lo que espera.

Y no es lo mismo el alienígena verde de un escritor fantástico que el de un escritor de ciencia ficción "dura". En lo que a mí respecta, opino que el lugar del método científico es principalmente el análisis bromatológico, la física, o la evaluación de la prueba producida en juicio. "Realismo" literario es, por definición, tomar a los objetos como exactamente se perciben o sistemáticamente se racionalizan. El realista - que puede ser un gran escritor - finge no describir la realidad a partir de su punto de vista. Intenta disfrazarse de múltiples personajes ocultando todo lo que pueda sus hilos de titiritero para proporcionarnos una sensación de veracidad absoluta, de "hecho real". Era el ideal del naturalismo positivista de mediados-fines de siglo XIX. Zola, Galdós y esos tipos.

Pero, como decía Macedonio, no es el realismo poderoso arte; crear o comunicar cierta belleza literaria o artística en general sin la menor ruptura con la realidad para meter al receptor dentro de nuestro convencionalismo arbitrario es bastante difícil de conseguir por la vía del realismo. El ser humano gusta de los juegos de fantasía que le permitan vivir otros mundos propios y es en estos otros escenarios en los que aceptará duras realidades que en el día a día no querría ver. Ejemplo: cuando vamos al teatro, y una trifulca conyugal sucede en el dormitorio, ¿no falta una pared? Otro ejemplo, más venerable, y me cago en Racine, es el del teatro clásico griego, que se caracterizaba por no tener escenografía: "¡Mira, oh, Electra, ese trirreme que se aleja hacia Creta!, decía el protagonista mirando para allá. Y atrás de los enmascarados actores, en vez del trirreme pasaría, supongo, el meteco manisero o el mercader persa de la Coca-Cola vendiendo refrigerios al público, como en la cancha. Y la magia igual funcionaba...

Hablar directamente de lo que pasa en el mundo sin el rodeo de la hechicería artística, confundiendo eso con el realismo, por lo general lleva en literatura a cosas insustanciales. Ahí anda sin embargo la admiración de muchos por el prolífico amigo Asimov y sus inequívocos y ruidosos lavarropas de los años cincuenta disfrazados de imaginarios marcianos. Espero no se me vaya a enojar ningún adicto a la "ciencia ficción dura", pero hablo de literatura, no de ciencia. Insisto: de artificios para comunicar ensueños, no de análisis de orina.

Quise recordar buenos momentos pasados con un libro en la mano, curiosidad en los sentidos y muchos sueños en la cabeza. "Las maquinarias de la alegría" (para usar el título de otra buena colección de cuentos de don Ray) en mi caso hace un tiempito que no funcionan apropiadamente. Están atrancadas desde que escuché estas seis palabras juntas: "tenemos que ir a lo seguro". La eterna pregunta es: ¿cómo? Si a Seguro, sabemos, lo llevaron preso:-).

Se me olvidaba: desde mi encuentro con Montag y su tardía pero digna rebelión, siempre tengo en reserva otro fragmento de escritos ajenos, otro párrafo "sampleado" en mente listo para analizar. Los fugitivos somos el futuro de la memoria, somos la reserva moral de la identidad humana, y Ray me ha contado, cuando yo tenía dieciocho irrepetibles años, que hay que guardar cosas importantes en el recuerdo, porque al mediodía llegaremos a la ciudad.

25 comentarios:

principio de incertidumbre dijo...

Don Alfre; leí F. 451 cuando tenía 13 ó 14 años. Así que debo reever mi lectura, ahorrar unos pesos y comprarme el libro (en ese momento me lo prestó la profesora). No recuerdo con esa devoción, será que no era una lectura para esa edad. Sé que me perturbó, pero en esa época yo tenía ideas varias y locas, a veces quería ser poeta, otras monjas (de lo que me hicieron desistir con estoicismo,je), y bah, mejor no sigo. También se me viene a la mente, a Pomperito, leyenda urbana de niños, jeje.
Nota mental personal:
1)escuchó en vivo y en directo a bradbury y al viejo.
2)añora décadas pasadas
3)aduce haber visto series setentosas.
4)muchos datos que suman a los citados anteriormente
Todo esto, haciendo una f(x) da como resultado que usté tiene la edad de... Eh, mejor callo. ;-)
Una aclaración (que muy pronto se vendrá en mi blog), el viejo, sabio como él solito, decía que no se debía hablar de ciencia-ficción; que eso era una mala traducción, lo correcto es ficción científica. Eso nomás.
Interesante descripción de todo lo que un sólo libro le hizo evocar. De Asimov no leí nada, aunque por un instante vacilé en adquirir un libro de su autoría, pero ganó Nietzche. Así que no podré agregar demasiado.
No despotrique tanto contra el Realismo, aunque personalmente descreo de las escuelas: me parecen más una clasificación necesaria sólo para los demás. Si en realidad (je), ¿qué es real? ¿o qué no? Pienso que es una falacia increíble y enormemente héretica hablar de fidelidad de situaciones o descripciones (hay unos dichos de Sábato al respecto), como bien dio la pauta mi querido Heisenberg, todo depende del observador, entonces muchas cosas son probables, desde la ópticas de otros. A los libros que lo aburren, pégueles una patada o úselos de apoya-tuti.
Temo defraudarlo, pero yo aún creo en hadas y Peter Pan.
Saludinhos.

principio de incertidumbre dijo...

¡Ah, me olvidaba! Leyendo a Pessoa y a su traductora, hablaba del Saudosismo, que según palabras de ella: filosofía poética que prentedía poner de relieve la remembranza del pasado. Lindo, ¿no?
Y sin duda que saudade es una buena palabra.
Un abrazo.

Alfredo dijo...

No tengo mucha devoción por Fahrenheit. Lo que me gusta es el tipo de ficción de Bradbury. El post es una larga excusa para confrontar el alerta permanente de los sentidos con la pretensión de fijar el sentimiento en el tiempo, la ilusión de que el sujeto cognoscente se quede quieto (increíble postulado de algún filósofo eleático: para que conozcamos, el objeto debe quedarse quieto, y la pregunta de Alfredito es ¿cómo? ;-); si el tiempo no para...)

Casi todas tus reflexiones están dichas de otro modo en el post. Sin ir más lejos:
"Otro autor.... me refiero a Philip K. Dick, dejó escrito por ahí 'reality is just a point of view'..." Esta observación de Dick (ignoro si cuando lo escribió estaba lúcido o falopeado) es correcta en el campo literario. Fuera de la ficción es casi inaceptable, porque la realidad es la realidad y sucede aunque nosotros no estemos presentes en algún lugar, y el punto de vista es cosa nuestra. Lo que sí depende del punto de vista es la reconstrucción de la realidad, el conocimiento científico, que es a lo que se refieren Heisenberg y algunos otros, teniendo presente que el tiempo no se para pero se percibe de diferentes maneras y que las cosas mutan pero hay modos de identificar su estado anterior con el presente, y de ahí que las conclusiones de un científico serio sean siempre provisionales, porque nunca puede un solo tipo abarcar toda la profunda complejidad de la realidad y su misterio. La subjetividad es arte, y un científico profundo debe tener un poco de alma de artista. No debería pretenderse, sin embargo, que el arte sea científico (que es la opinión, en definitiva, de los de la "ciencia ficción dura"). Nos cargaríamos la libertad de fantasear, y con ella hasta el conocimiento riguroso de lo real desde nuestro punto de vista. El viejo Sábato se ha aburrido de explicarle esto a científicos y artistas (o mejor, cientificistas supersticiosos y artistoides con complejo de inferioridad frente a los científicos) desde que se desayunó de ese preciso detalle... gracias a sus estudios de ciencias. Sólo con formación en "humanidades" esto nunca se aprende.

Saluditos apurados de usuario de locutorio, y feliz no-cumpleaños a usted y a todos (lástima que la sonrisa evanescente del afamado gato cartesiano de Cheshire la tenga reservada en exclusivo para otra persona)

Anónimo dijo...

Quién pudiera recuperar las lecturas de esa edad en que uno se sumergía en el libro y el mundo desaparecía: ese nivel de estar alerta, sensible y concentrado es lo que haría falta hoy en día.

Curiosamente, a pesar de tener tu edad, Alfredo, la ciencia ficción no llegó hasta mis manos sino hasta muy tarde y en muy escasa medida. Supongo que no tuve quien me introdujera en ese mundo, o habrá sido el azar, quién puede saberlo? Entre lo poco que leí está Farenheit 451 (que me gustó mucho y al cual llegué tras ver la película de Truffaut) y otros cuentos y El Hombre Ilustrado (del cual sólo me gustó el cuento Lluvia). Sí Julio Verne, y Salgari y otros sotretas del estilo. Pero eso es otra historia.
Vivir siempre el presente: quién pudiera!

Un abrazo.

Alfredo dijo...

Acaba de tocar uno de mis talones de Aquiles sentimentales: el Tigre de Verona, o sea Yáñez, o sea el marinero y escritor Emilio Salgari, y sus personajes que absurdamente siguen ahí, luchando contra el imperialismo político y por la justicia que la sociedad italiana nunca le hizo a su creador. Creo que la culpa de ciertos estudios universitarios la tuvo don Emilio.
Otro de mis favoritos es el también marino, capitán de navio, y narrador de la gran flauta Joseph Conrad: estos polacos tienen el raro don de adaptarse a otras lenguas como si nada, digo ahora, pensando en Witold Gombrowicz el argentino postizo que amaba a Macedonio, Borges y Marechal porque decía que transmitían el "galope criollo" en sus estilos (viste que los argentinos del litoral, sobre todo, acaso por la influencia tana, arrastramos las frases de modo que parece fuéramos corriendo, acelerando un trote: "tocotoc tocotoc tocotoc", decía don Witold que hacíamos).
Y en efecto, uno hace a sus lecturas como a sus amores. Le perdona sus ostensibles defectos a sus escritores queridos igual que mejora a sus minas.
Bradbury generalmente es valorado a partir de "El hombres ilustrado", y resulta que ese libro es el menos fuerte de su vasta producción (¿sabías, como curiosidad digo, que en "Las maquinarias de la alegría" tiene un cuento llamado "La mujer ilustrada"?). Otros grandes: Theodor Sturgeon (duro, tremendo narrador), el citado Philip K. Dick, poco elegante en su inglés natal pero de una percepción sin igual para el avance de lo corporativo y sectario sobre la libertad, Stanislav Lem (desde el otro lado de la felizmente caída pero por algunos de dudoso gusto increíblemente extrañada 'cortina de hierro') y sus raras narraciones espaciales. Pero el viejo Ray es otra cosa, casi diría que no pertenece al género. Es un moralista nostálgico de la infancia, que disfraza sus añoranzas juveniles de chacarero y su crítica de liberal apacible con aventuras llenas de cohetes y viajeros del espacio y el tiempo. Pero habla, como todos ellos, de sus potentes Estados y sus infelices súbditos.
Parecen un tango. O un blues (en el caso de Lem, un blues eslavo ;-), que no es tan loca idea como a uno le pudiera parecer: los hermanitos checos Capek inventaron los robots en R.U.R., libro que tengo por ahí sin terminar de leer, pues sólo lo conseguí en edición electrónica, y soy de los que prefieren el soporte papel).
Ya nos leemos...

principio de incertidumbre dijo...

Uh, pero si recordamos las palabras (¿de quién eran?) "estamos hechos de la misma materia del tiempo, imposible quedarse quietos, ¿no? Estaría dado por antonomasia. Aunque algún romántico (entre los que me cuento) podría refutarle que el tiempo se detuvo en momento con la persona amada, jé, qué cursi, diosmío.
Saludos a todos y feliz no cumpleaños, a mí, a tú.

Alfredo dijo...

"We are such stuff
as dreams are made on;
and our little life
is rounded with a sleep"

Willie, otro maestro.
Somos como sueños, al punto que terminamos como sueños. Pero el tiempo es lo que navegamos soñando, según Georgie. Hágame caso: si por azar algún escritor de esos que a uno le ha sido dado admirar mientras vive pasa por la vereda del local de comercio donde usted trabaja, no deje de abandonar a la vieja insoportable a la que le está vendiendo algún trasto inservible, y acuda a estrechar su mano: el tiempo le ha dado la oportunidad acaso única de ese sueño inesperado, así que ni lo dude, y súbase a ese autobús ;-). Yo dejé pasar ese colectivo seis veces por lo menos, y el otro pasajero hace casi veinte años que se fue a investigar los rabanitos suizos.
Nada de cursilería: si los amores no detienen el tiempo en sueños, no fueron amores. Sólo hay que saber seguir. Llegar, vamos a llegar igual, pero tratemos de soñar que aún tardaremos un poco.
Es que me estoy dando cuenta de que estoy más del lado del arpa que del de la guitarra, y no quiero dejar de soñar. Hay que dar pelea, caramba...
Saluditos

Anónimo dijo...

A mí me invitan constantemente a ir a visitar a Sabato y no puedo, me resisto... Me arrepentiré Alfredo, te parece? Es que creo que me snetiría un idiota preguntando pavadas... :(

Alfredo dijo...

Bien. Tras ejercer brevemente mi rol de demiurgo de bitácora y eliminar el duplicado de tu comentario que por obra del azaroso funcionamiento de este sistema se generó, te contesto: no dejes de ir. ¿Cuántos años más puede tener Sábato por delante? Y hasta donde sé, está lúcido, que es lo importante. Tu gusto por las artes y tu formación en ciencias te dan bastante tela para cortar en una charla con él. Es un tipo que - dicen - gusta de las conversaciones sencillas más que de los alambicamientos intelectuales. Recuerde, don: nosotros ya estamos más cerca del arpa que de la guitarra. Deje que ese barbudo hombre de letras (sospecho es su contacto) lo acerque al físico y escritor de Rojas (Salto, el pueblo de mis abuelos, es más lindo, pero si lo llega a visitar no se lo diga... ni le mencione a Gimnasia ;-) )
Saludos

principio de incertidumbre dijo...

Shakespeare, está bien. Mi memoria es muy mala. Snif.
Gracias Don Marcelo por arruinar mi tarea detectivesca, si don Alfredo tiene la misma edad que vos, ya está todo dicho, jejejeje.
Por lo demás el curso de este diálogo tomo un curso fatalista. ¿Más cerca del harpa? Bah, aún falta mucho, viejo. A no ser que te pase un bondi por encima.
Don Marcelo vaya a charlar con Sábato; seguro que va a ser muy interesante.
A modo de anécdota sólo diré que he conocido poetas, que al menos a mí me han llegado y vivían en mi misma ciudad, pero no sé porqué uno se siente en esa posición tímida, en fin...
Saludos.
:-)

principio de incertidumbre dijo...

¡Ah! Y en otro caso más de la extraña vida real: cuando estaba en Las Grutas quise entrar a Intrépidos navegadores del tiempo y decía que "esa página tenía contenido adulto", lo dejé pasar, imaginé que eran gualichos de los ciber sureños (en donde te roban: 3 pesos la hora). Anoche, en el ciber enemigo, me pasó lo mismo. ¿Qué diantres tenés que los filtros leen como "contenido adulto".
Cosas raras pasan en el universo, jiji.

Alfredo dijo...

Ya lo sé. Eso primero me hizo desaparecer de Yahoo! y luego de Google. Pero en este último caso, en Google, si le ponés intrepidosnavegadoresdeltiempo.blogspot.com al final te aparece un enlace a la página.
Explicaciones: un error (muchas veces me ha pasado no poder abrir algún foro desde un ciber porque el supuesto 'protector' permite abrir las páginas "verdes" pero censura a una "normal" que contiene una expresión malsonante circunstancial), o (no menos probable) algún personaje demente que haya sugerido mi URL a los buscadores diciendo que tenía contenido "adulto". Locos hay en todos lados (alguien me lo hizo en Yahoo!). Si te contara la de lunáticos nacionales y extranjeros que he tenido la desgracia de conocer via Internet, no terminamos más.
Por otra parte, como dije por correo a un conocido días atrás, en cualquiera de los dos casos me hacen un favor, así el blog permanece casi secreto y sólo lo visitan los amigos.
Música de X-Files
[¿Habré puesto en algún sitio eso de tiempos infantiles, que decía: "llegaron los marcianos que..."? No, no creo ;-)]

Anónimo dijo...

Bueno mis queridos, lo pensaré entonces. Es así nomás el poeta barbudo me persigue porque no puede entender por qué me niego...

Eso de andar cerca de tocar el arpa hombre, hablará por usted. Y lamento haberlo deschavado frente a la joven principiodeincertidumbre. La gente de Bahia Blanca es muy perspicaz.

Y si es cierto que estos sistemas blogueros son medio locos. Hoy me habría sólo un comentario y se colgaba. Cuando abrió todo no me tomaba la respuesta y después terminó poniendo dos. Cosa e'Mandinga, vea.

Un abrazo a ambos.

Alfredo dijo...

En realidad no ha deschavado nada: nunca he ocultado que soy un hombre en la flor de la edad, al menos hasta principios de mayo. Luego veremos cómo me tratan el reuma y la artosis :-)))
Un tío mío vive diciendo en broma: "mañana puedo morir" y quejándose de su lamentable estado de salud, y así llegó ya a los sesenta y cinco (cumple años el mismo día que Ud.), con expectativas de otros tantos (pero con dentadura postiza y más dioptrías que las de antes, eso sí). Así que declararse eximio aprendiz de arpista es un intento de emulación admirativa, a ver si al fin y al cabo - nunca mejor dicho - lo supero.
Decídase y acuda a visitar a don Ernesto en compañía de su cicerone barbeta.
Salud

P.D.: Cuídeme esas haches, don Marce. Yo sé lo que le digo;-)

Anónimo dijo...

Alfredo, habla usted de los lunáticos extranjeros que ha conocido en Internet. Como yo, por ejemplo.

A todo esto, ¿se ha leído usted Philip K. dick is dead, alas, de Michael Bishop?

Alfredo dijo...

No crea: usted no es un lunático extranjero. En cambio, Marcelo sí es un lunático (nacional), científico bajo protesta y hombre de letras por vocación de curioso lector como usted, y ahí lo tiene, negándose a visitar al que - junto con Abelardo Castillo - es de las últimas leyendas de nuestra gran literatura que nos quedan vivas. Espero recapacite y nos haga caso.

No, ese libro de Bishop no lo he leído. Pero, ahora que me cuenta, trataré de irlo consiguiendo y echarle un vistazo. Si no estoy en un error, el viejo Philip Kindred no tuvo un final feliz, por culpa de las condiciones de salud en que lo dejaron sus adicciones. Alguna vez me he planteado que en los escritores de ficción, como en algunos hombres políticos, ciertos tormentos interiores dan sentido a sus acciones. Quizás de eso se trate el libro.
Un saludo

Anónimo dijo...

El libro de Bishop se tradujo al castellano con el título de Llorad, Philip K. Dick ha muerto.
Dick, en efecto, tuvo un final bastante deprimente. Como resultado de su politoxicomanía, su corazón estaba muy débil. Al final de sus días, dependía cada vez más de una de sus hijas. Una noche, esta lo dejó en el porche para que tomase un poco de aire: se levantó un poco de brisa, y le provocó una crisis cardíaca de la impresión. Murió en el hospital sin haber recuperado la consciencia. Paro cardíaco provocado por la brisa nocturna.
Pero la novela de Bishop no trata de eso (o no exactamente, que no quiero destriparla). En una realidad alternativa, Richard Nixon es reelegido varias temas presidente, trasnformando la gran democracia republicana en una tiranía personal (un tema, por cierto, recurrente en ciertas ucronías: ¿se leyó el tebeo de los Watchmen...?), sólo se le oponen los estudiantes universitarios, y Philip K. Dick es un respetado autor de novelas costumbristas ambientadas en California, que, en secreto, escribe ciencia-ficción para los subversivos... si se leyó Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (una novela en la que Dick anticipó demasiadas cosas, como ya sabe que he dicho en otros foros de Internet), ya sabe el ambiente. Es un pastiche ucrónico, dos géneros, por ciirto, que Bishop domina.
Oh, y yo no estaría tan seguro de lo de mi marcianismo: como canta el otro, "ya no sé si el mundo está al revés, o yo estoy cabeza abajo"...

Anónimo dijo...

... "varias temas"... las cosas de andar escribiendo en otro lado de otras cosas: "varios mandatos", quise decir.
Y, sí, los libertarios apreciamos a Dick por eso. Porque supo ver las nuevas formas de alienación de la sociedad postindusrial, o postmoderna, o postloquesea este caos en que vivimos.

Anónimo dijo...

Por cierto. Los profesores fachos que tuve en mi vida estudiantil en el Reino de España apreciaban a Orwell (pero sólo 1984, claro, Homenaje a Cataluña no existía), apreciaban mucho a Huxley (porque decían que Un mundo feliz demostraba la inutilidad de cualquier utopía), pero pasaban de puntillas por Bradbury. No me digan por qué, pero me parece que preferían no tener que hablar de Montag, el sencillo funcionario que decidió rebelarse un buen día.

Alfredo dijo...

Interesante lo de Bishop sobre Dick. Lo conseguiré y leeré.
Yo muchas veces he fantaseado por mis alamedas internas (como les dice en sus memorias un bolchevique andaluz que vivió exiliado muchos años en nuestra Argentina)con ese rol para algunos de mis escritores favoritos en nunca plasmados argumentos de historietas o cuentos. Supongo que uno no lee de pequeño a sujetos como Bradbury, Verne, Salgari o Jarry sin sufrir "efectos colaterales" por el resto de su vida. Uno de ellos es ser crítico respecto de lo que se pudo hacer y no se hizo, para que situaciones similares no nos encuentren desprevenidos. Claro que no todos son capaces de ese ejercicio, como sí lo era, por ejemplo, Dick. De hecho, Dick por momentos parece un Bradbury más descarnado, menos elaborado artísticamente pero también menos tímido a la hora de plasmar su disgusto por las nuevas y sutiles formas de alienación. Casos similares: Chandler y Dashiell Hammett, que uno es un sutil artista disgustado con la sociedad aunque no lo parezca y el otro un gran narrador más directo e ideológico. O el Dr. Chéjov (mucho más subversivo, pese a su humorismo y aparente pasividad, contra el eterno Estado burocrático ruso que cualquier Isaac Babel, a quien por cierto amaba Borges). Y hay muchos más. Otro puede ser Ambrose Bierce.
Y sí, también creo que el Orwell de "Homenaje a Cataluña" o el Huxley de cosas como "Contrapunto" o "Viejo muere el cisne" (de moraleja que recuerda al "Citizen Kane" de Orson) a muchos profes de mis tiempos de estudiante tampoco les hubieran gustado. Aunque eligieron a Ray porque no tenían que afrontar preguntas directas acerca de Mr. Salvaje o el Gran Hermano. Es que el "1984" era parecido a la Argentina de 1970-1980 y el Mundo Feliz era demasiado sutil y hablaba del paraíso de las drogas (tema tabú para cierta gente de extraña moral).
Saludos, y gracias por sus comentarios, curioso lector. Ya cumpliré con los míos para sus escritos.

Anónimo dijo...

Ehmmm... del bolchevique ese, que supongo es el que cantaba al Paraná, mejor no hablo. Ya sabe usted mi opinión sobre esos bolcheviques. Cosas del Reino de España que retornan cíclicamente, aunque espero que, como reza un libro de reciente publicación sobre cierto maestro de escuela aragonés, la gente haya aprendido que las utopías que merecen la pena son las "utopías desarmadas".
Pero, bueno, que para hablar de política están otros foros y no quiero liarla en su blog, es que Bradbury marcó a la generación de Dick el camino: la ciencia-fición podía ser metáfora política y expresión de las propias obsesiones personales, incluso estilismo, no la literatura de divulgación de las escuelas de ingeniería superior de Hugo Gernshback, John Campbell, y otros.
Por cierto, hablando de ficciones con escritores de culto, ¿se figura usted que un tal William Seward Burroughs se hubiese desplazado realmente a México DF por, digamos, sus conexiones con una bien conocida agencia, y que el trágico episodio del juego de Guillermo Tell con su esposa hubiese sido una tapadera de, digamos, la lucha entre vastas conspiraciones, tema tan del gusto del Honrado Bill (que, cuando hablaba de vastas conspiraciones, metía a razas extraterrestres... uh, de qué me suena esto)...?

Anónimo dijo...

El de arriba era yo.

Alfredo dijo...

De esos y de otros parecidos opino más o menos lo mismo que usted.
Lo de William S. (¡qué tipo más aburrido!) creo que por ejemplo Frank Zappa sí que se lo hubiera imaginado ;-). Y me suena de un argumento de Bradbury en "El país de octubre", no sé por qué.
Y en cuanto a Guillermo Tell, uno de mis abuelos, también llamado Alfredo, tenía la sospecha de que en realidad no había disparado la flecha contra su hijo, sino contra su suegra, y que la fruta sobre la cabeza del blanco no era una manzana, sino una uva. Mi abuelo era un corrector de estilo oriundo de una ciudad lucense en la Ruta del Románico, famoso nudo ferroviario de donde fuera dueño y señor un tal Fernández de Castro que protegía al erasmista Miguel de Cervantes, ciudad dotada de una famosa Torre del Homenaje y que - dicen - era la que más judíos tenía en todo el norte de España, a los que otrora, gracias a la protección de este sujeto, los convirtieron y les cambiaron sus apellidos en ese lejano entonces por otros "típicamente celtas" como el que todavía es el mío. A veces uno piensa que algunos xenófobos y racistas modernos no han inventado nada. Claro que también sabrá usted que estos tocadores de gaita bajo la lluvia como mi abuelo con dos sidras o tres cervezas encima se ponen muy pero muy fantasiosos al recordar su tierra. Casi como Dick o Bradbury. Aunque...

¡Veintidós comentarios con este mío! Si no es un record, pasa raspando. Ya me siento más bien un administrador de foro que un blogger. A ver si en estos días escribo una nueva entrada.
Saludos

principio de incertidumbre dijo...

Y yo escribí primero, ajá, ajá.
Sépanlo.

Alfredo dijo...

Lo sabemos. Y fíjese usted, señorita, que a ninguno de los participantes en esta serie de comentarios, este auténtico hilo o thread forero se le ha pasado por la mente practicar puntería al estilo Guillermo Tell vengándose de su suegra, como el curioso lector recordaba ayer dicen las malas lenguas que hizo el plomazo de Burroughs en extrañas circunstancias ocurridas en Mexico D.F. con su mujer ;-).
Ahora veremos con qué me salen en la entrada de arriba.
Arrivederla