martes, marzo 01, 2005

De las liebres en las carreteras

-Julio de 2004

DE LAS LIEBRES EN LAS CARRETERAS

Las rutas suelen estar llenas de vehículos automotores cuyos conductores, con el rocío del alba o al abrazar al mundo las sombras del anochecer, no sospechan la lánguida mirada de hocico asustadizo de las liebres que intentan cruzar las carreteras. Este fenómeno se da por igual en cualquier senda: sea una picada patagónica, una ruta provincial de mediano tránsito, un camino de ripio, una carretera o autopista federal hecha y derecha. En todos los itinerarios, en todas las derrotas, acechan las liebres.
A veces, estos ágiles roedores cruzan, audaces e indemnes, de lado a lado esos caminos del hombre, alcanzando la continuación de sus verdes campos, oscurecidos a la vista por la falta de luz natural.
Muchas veces los animalitos permanecen de su lado de la banquina, esperando que el tránsito cese unos segundos, los suficientes como para cruzar sanos y salvos al otro lado.
Y algunas otras, las más, se detienen en medio del asfalto, con los ojos asombrados y el cuerpo inmóvil, viendo acercarse los focos temibles de los automotores, como dos ojos ciegos decididos a embestir a todo ser vivo, pequeño o grande, sólido o débil, que se atreva a interponerse en su camino.
Las liebres con más suerte consiguen reaccionar, salir de su inopia y desconcierto, y ganar el Otro Lado, el magnífico y deseado Otro Lado, o al menos regresar a su costado original de la ruta, para tomarse un tiempito prudencial y emprender el cruce en condiciones más seguras.
En cambio, las liebres sin fortuna, o las que no han sabido encontrar el modo de recomponer su destino, o que sencillamente han descubierto demasiado tarde que no son liebres sino seres de otra especie, corren serio riesgo de terminar su intento bajo las ruedas de estos conductores ciegos, que las ven sin mirar a través de sus ojos luminosos, y les sonríen sin alma desde las parrillas de sus radiadores.
Los conductores de automotores quieren que el mundo consista sólo en últimas palabras, en síntesis, en decisiones sin antecedentes, inexplicadas. Pero ahí siguen las liebrecitas, empecinadas en explicar de dónde han sacado los motivos para disfrutar de la vida, e inclusive diciendo lo mismo desde lados distintos de la carretera, ante el común desprecio de los automovilistas embozados entre focos y radiadores, que se acercan a toda prisa hacia las liebrecitas desconcertadas, indiferentes a sus buenas o malas razones para cruzarse en el camino de todos, en el que ellos decidieron que la Ley consiste en no detenerse ante nada...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Fui de esas liebres y también de esos conductores. Y todos esos que dicen que todos mis días de conductora son malos son liebrecitas tímidas que no se tienen fe para cruzar la ruta. O sea que «es una burda patraña»

:P

Alfredo dijo...

Sole, si me saca insolentemente la lengua en el comentario, me obliga a decir en público que cuando las liebres más corajudas del barrio la ven venir invariablemente le hacen señas para que pase usted primero.

Anónimo dijo...

Vea señor, yo con mi bici atropello todas las liebres que me de la gana. Y a usted le saco la lengua de nuevo, mire :P
Los retoques al blog te quedaron bien. Después recorro esos enlaces que pusiste anoche a ver qué onda.

Anónimo dijo...

hola